Lo más común dentro del discurso de los defensores de Maduro es decir que el socialismo no se construye de un día para otro. El socialismo no se construye de un día para el otro, eso es cierto, pero socialismo es método socialista, es voluntad de cambio, no solo un cambio de nombres y leyes bien pensadas, es la inteligencia humana dispuesta, alerta, para transformar el orden social, y ponerla en términos prácticos al servicio de toda la sociedad. No se construye socialismo sin esa inteligencia y sin esa voluntad.
Ponerle nombres nuevos a nuestros viejos hábitos no nos hace distintos, llamar socialismo al burocratismo, a la indolencia o al aprovechamiento de lo ajeno, no hace ninguna diferencia con las malas costumbres que en teoría queremos combatir dentro de la sociedad. Llamar socialismo al populismo reformista es una calumnia a Chávez y al socialismo.
El avance en los cambios es lo esencial en la revolución socialista, no en los discursos sino en las costumbres. El discurso socialista debe ir a la par con los avances. El discurso socialista no es para hablar de un socialismo abstracto que no existe, sino para dar cuenta de los cambios que se le hacen a la vieja sociedad, de los obstáculos personales y políticos que se tienen que superar y de la manera socialista de hacerlo, de la conducta y método socialistas… Es el reflejo de la realidad, es hablar con la verdad, el discurso socialista debe estar comprometido con ella. Un individuo deshonesto no es socialista.
El peor daño que se le ha hecho a la imagen de Chávez es haber mentido en su nombre. Haberlo castrado de la inteligencia revolucionaria y convertirlo en una estatua; en un espíritu muerto y fragmentado, útil a conveniencia. Por eso decimos que con su asesinato concluyó el proceso revolucionario en el país: muere la inteligencia y la voluntad de transformación junto a todo, se congela. El madurismo convirtió a Chávez en un tótem para asustar al hombre rebelde, al crítico, dentro de la revolución; para aplacarla, domeñarla, apagarla y luego revertirla.
Rescatar a Chávez, ¡volver a Chávez!, es volver a esa inteligencia alerta y despertar esa voluntad de cambio, retomar la marcha. Se pueden tener a la mano los análisis y diagnósticos más detallados de los daños causados por efectos del desgobierno de Maduro, pero sin retomar la marcha hacia un objetivo claro, distinto al capitalismo, el esfuerzo será inútil, no servirá de nada; si no sabemos qué hacer y hacia dónde avanzar, todo será inútil, recaerá el enfermo en todos los males del capitalismo.
Nada tiene que darse por sentado, por sabido. Si algo sabemos es que se extravió el norte socialista, que se perdieron sus valores en la huida madurista al facilismo, al pragmatismo capitalista (todo pragmatismo es complaciente). Y en muchos críticos al madurismo también se extraviaron esos valores, se ocupan en las formas para retomar el poder pero no hablan con claridad de socialismo o de revolución social como la solución de los problemas; confunden la libertad de elegir (candidatos o marcas) con la justicia social. Sin una estrategia clara el estatus, o lo que yace instituido, siempre tendrá la última palabra; la tentación de tomar las soluciones fáciles es muy grande. La crisis de hoy es un terreno fértil para que retoñen los reformistas y su populismo socialdemócrata. Rescatar a Chávez es rescatar también la estrategia del socialismo, es ir contra la lógica del capital.
Ya pensar en unas elecciones como la salvación del país es una forma clara de restauración del pasado. En medio de una crisis política institucional tan grave, social y económica, perder el norte del cambio revolucionario sería derrochar una oportunidad de oro. Quienes quieren y pueden convoquen a una Junta patriótica de reconstrucción nacional revolucionaria, otra oportunidad como está, de hacer las rectificaciones en paz y en consenso no llegará, por ahora.
¡Patria Socialista o muerte! ¡Socialismo o barbarie! ¡Viva Chávez!