La alienación gratificante (vencedores) y la alienación sufriente (vencidos): la vigencia de la "Sagrada Familia" de Karl Marx

Quizás no sea masivamente conocida aquella historia fabulada sobre la desilusión de Lenin al observar la obra cimentada por la "Revolución de Octubre" en la URSS, digamos en pleno éxtasis postestalinista (1956), para no entrar en los debates sobre la "oposición de izquierda"[i] inmediatamente después del fallecimiento de Lenin (1924):

"En Moscú, se descubre una inyección capaz de resucitar a los muertos y se decide aplicársela a Lenin. Los funcionarios del partido preparan ante la resurrección de Lenin un programa de visitas a centros de producción (destacados por su eficiencia) y la participación de Lenin en algunos "actos de masa".

Sin embargo, Lenin pide un momento para caminar a modo de incógnito por las calles de Moscú. El resultado es que desaparece completamente del radar de uno los más eficientes servicios de seguridad e inteligencia del mundo. Los servicios de seguridad e inteligencia lo buscan con angustia y desespero y nada: Lenin reencarnado ha desaparecido.

Una concentración de cuadros en la Plaza Roja, espera ansiosamente su llegada al acto previamente programado. Ante su ausencia, un astuto "cuadro del partido" rompe milagrosamente la rutina burocrática y se le ocurre plantear que el único modo de encontrarlo es resucitar a Dzerzhinskyii, el mejor agente de inteligencia de Lenin, aquel que conocía todos sus escondites y todas sus claves secretas. Era obviamente la persona idónea para ayudar en la búsqueda.

Lo someten a la inyección. Dzerzhinsky resucita y le dan parte de la misión para encontrar a Lenin reencarnado y desaparecido. Luego de largos rodeos, búsquedas y maniobras de distracción, Dzerzhinsky decide desaparecer también del seguimiento de los servicios de seguridad e inteligencia.

La angustia de alto mando político-militar de la URSS crece a cada minuto exponencialmente. Dzerzhinsky también ha desaparecido.

De manera encubierta y clandestina, Dzerzhinsky se dirige a las afueras de Moscú a una vieja cabaña en ruinas, en cuyo interior se conservaba un sótano secreto que usaban los bolcheviques para reunirse, y donde Lenin le había dejado antaño los mensajes más importantes.

Allí encuentra una breve nota encriptada y personalizada que decía:

"Félix, te espero en Finlandia. Tenemos que comenzar de nuevo". Fin.

Hay que poner sobre la mesa tal idea en las izquierdas: "Tenemos que comenzar de nuevo". Pensarlo todo de nuevo, aprendiendo de todos los errores y horrores de nuevo. Tomar a contrapelo aquel susurro de la filosofía de la historia que señala sin ninguna esperanza utópica que:

"La humanidad no progresa lentamente, de combate en combate, hasta una reciprocidad universal en la que las reglas sustituirán para siempre a la guerra; instala cada una de estas violencias en un sistema de reglas y va así de dominación en dominación."[ii]

Decía Marx en 1867:

"Lo que me propongo investigar en esta obra es el modo de producción capitalista y las relaciones de producción y de cambio que le corresponden. El país clásico para ello es hasta ahora Inglaterra. De aquí el que haya tomado de él los principales hechos que sirven de ilustración a mis conclusiones teóricas. Si el lector alemán alza los hombros con gesto de fariseo ante la situación de los trabajadores industriales y agrícolas ingleses o si se tranquiliza con optimismo pensando que en Alemania las cosas no están, ni con mucho, tan mal, tendré que decirle: ¡De te fabula narratur!"[iii]

¡De te fabula narra tur! Significa ¡A ti se refiere la historia! Con esta advertencia, Marx hace referencia al alcance no sólo europeo, sino mundial (universal) que plantea la génesis, consolidación y desarrollo de los procesos de un determinado modo de producción: el modo de producción capitalista, con sus contradicciones y desarrollos desiguales.

Para quienes hablan constantemente de "tránsito al socialismo", de "construcción del socialismo" o de "edificación del socialismo" les deberían llamar la atención ambas historias, sin perder de vista nunca la importancia de los rasgos fundamentales que caracterizan a un modo de producción capitalista: las condiciones y relaciones sociales de producción e intercambio, las famosas "condiciones materiales de existencia".

Las ideologías orgánicas, para recordar a Gramsci (teórico crítico del edificio político e ideológico del capitalismo) son aquellas necesarias para la reproducción histórica de una cierta estructura económico-social (relaciones sociales de producción e intercambio), mientras las ideologías arbitrarias, son aquellas que se restringen al pequeño círculo de sus adeptos de manera voluntaria.

Incluso, un rasgo fundamental de las ideologías arbitrarias es su carácter profundamente especulativo, es decir sin incidencia ni eficacia alguna en la producción y reproducción de determinado cuadro de relaciones sociales de producción e intercambio y sus correspondientes formas de sujeción y servidumbre políticas.

Cuando se habla de "Capitalismo Rentista, Periférico, Subdesarrollado y Dependiente" se dice que las "concepciones del mundo" y "normas de conducta" de nuestra cultura práctica (usos y costumbres), son predominantemente capitalistas, rentistas, reproductoras de situaciones de dependencia y de estructuras históricas del subdesarrollo en una formación social periférica, lo cual supone todo un modo de articulación a la división mundial del trabajo capitalista, o si prefieren al sistema mundo capitalista, con sus adjetivaciones: moderno-colonial-patriarcal.

De modo que la tarea práctica es caracterizar el cuadro de la especificidad histórico-cultural de las relaciones de producción e intercambio del capitalismo rentista, dependiente, periférico y subdesarrollado de la formación social venezolana, no las formaciones sociales inglesa, alemana, o china.

Así mismo, la propia estructura económico-social venezolana, con su típica sedimentación histórica, con su división social del trabajo y su sistema de dominación y desigualdad social, permite dar cuenta de la situación de los territorios, grupos, sectores y clases, de sus fracciones y capas, de sus bloques sociales en búsqueda de representaciones o personificaciones políticas.

Todavía allí nos moveríamos en los cimientos, analizando tanto las unidades de producción, circulación y consumo, como las unidades domésticas que dan cuenta de los rasgos de la población del país, de los procesos de producción y reproducción social, de su composición social, étnica y de clases, de su estratificación, del humus de las necesidades, intereses, demandas, aspiraciones e ideales, de sus discursos, representaciones e imaginarios.

Citemos la límpida traducción de Ludovico Silva del prólogo a la contribución a la economía política de 1859:

"En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones, necesarias e independientes de su voluntad; son relaciones de producción, que corresponden a un determinado grado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de esas relaciones forma la estructura económica (ökonomische Struktur) de la sociedad, el basamento real (die reale Basís) sobre el cual se alza un edificio (Uberbau) jurídico y político, al que corresponden determinadas formas de conciencia social. [...] La alteración de los fundamentos económicos (ökonomísche Grzmdíage) se acompaña de un sacudimiento subversivo más o menos rápido de todo ese enorme edificio."[iv]

Transcribimos la traducción de Ludovico Silva para eliminar de un solo martillazo toda esta concepción topográfica de las supuestas "estructuras y superestructuras" (peor aun los que hablan de infraestructuras), para dar cuenta de la concepción "marxiana" de la sociedad que puede visualizarse metafóricamente como una gigantesca arquitectura dotada de su cimiento económico-social o Struktur y de su edificio o fachada ideológica, Uberbau. Metáfora que nos ayudan a percibir el contenido propiamente científico o teórico de una representación esquemática de una formación social.

La idea de Marx fue establecer una analogía entre la estructura económica de la sociedad (relaciones sociales de producción e intercambio) con los cimientos o fundaciones de una edificación, por un lado, y por el otro, comparar la formación ideológica de esa sociedad (es decir, su "fachada" jurídica y política, el "Estado") a la edificación misma, que reposa sobre aquellos cimientos. Obviamente, cabe aquí seguir las propias aclaratorias de Engels[v] sobre este asunto para no descarriarse en lo unilateral:

"Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda. La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta --las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, las Constituciones que, después de ganada una batalla, redacta la clase triunfante, etc., las formas jurídicas, e incluso los reflejos de todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes, las teorías políticas, jurídicas, filosóficas, las ideas religiosas y el desarrollo ulterior de éstas hasta convertirlas en un sistema de dogmas-- ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos casos, su forma. Es un juego mutuo de acciones y reacciones entre todos estos factores, en el que, a través de toda la muchedumbre infinita de casualidades (es decir, de cosas y acaecimientos cuya trabazón interna es tan remota o tan difícil de probar, que podemos considerarla como inexistente, no hacer caso de ella), acaba siempre imponiéndose como necesidad el movimiento económico. De otro modo, aplicar la teoría a una época histórica cualquiera sería más fácil que resolver una simple ecuación de primer grado.

Somos nosotros mismos quienes hacemos nuestra historia, pero la hacemos, en primer lugar, con arreglo a premisas y condiciones muy concretas. Entre ellas, son las económicas las que deciden en última instancia. Pero también desempeñan su papel, aunque no sea decisivo, las condiciones políticas, y hasta la tradición, que merodea como un duende en las cabezas de los hombres."

Y finalmente:

"El que los discípulos hagan a veces más hincapié del debido en el aspecto económico, es cosa de la que, en parte, tenemos la culpa Marx y yo mismo. Frente a los adversarios, teníamos que subrayar este principio cardinal que se negaba, y no siempre disponíamos de tiempo, espacio y ocasión para dar la debida importancia a los demás factores que intervienen en el juego de las acciones y reacciones. Pero, tan pronto como se trataba de exponer una época histórica y, por tanto, de aplicar prácticamente el principio, cambiaba la cosa, y ya no había posibilidad de error. Desgraciadamente, ocurre con harta frecuencia que se cree haber entendido totalmente y que se puede manejar sin más una nueva teoría por el mero hecho de haberse asimilado, y no siempre exactamente, sus tesis fundamentales. De este reproche no se hallan exentos muchos de los nuevos «marxistas» y así se explican muchas de las cosas peregrinas que han aportado…"

Aquí Engels ha legitimado la tesis del venezolano Ludovico Silva al hacer la distinción entre marxistas, marxólogos y marxianos en su anti-manual:

"…es preciso que los marxistas se aclaren con respecto a su doctrina. Es preciso abandonar de una vez por todas el pensamiento manualesco en lo que tiene de eclesiástico. Es importante dar una dura batalla teórica para que, en el marxismo contemporáneo, triunfe el pensamiento de Marx, y para que podamos, así, superar a Marx realizándolo (la philosophie devenue monde, de que hablaba Sartre), inventando los conceptos y categorías que él habría inventado si viviese en nuestro siglo."[vi]

"El dogmatismo sigue siendo uno de los grandes enemigos del pensamiento de Marx y de su libre desarrollo crítico. No es tanto un enemigo teórico como un enemigo práctico. En el dominio de la teoría propiamente dicha, el «pensamiento» dogmático es de tan acusada pobreza que no constituye sino un ridículo enemigo. Su característica esencial es la repetición mecánica de un cierto número de fórmulas que bien podrían llamarse «los diez mandamientos de la ley de Marx-Lenin-Stalin». Si los loros fuesen marxistas, serían marxistas dogmáticos"

Cuando constantemente se hacer referencia en los discursos oficiales a la necesidad de priorizar todas las medidas y condiciones para el "desarrollo de las fuerzas productivas" se omite o se suprime cualquier referencia al cuadro históricamente determinado de las relaciones de producción e intercambio existentes, a los modos efectivos de apropiación social de la riqueza y los medios de producción, así como a la expresión jurídica de tal cuadro, el conjunto de las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí.

Lo que no se dice directamente es que las fuerzas productivas que se pretenden inducir y desarrollar son las fuerzas del capitalismo, claro está, bajo negociación de espacios con quienes controlan efectivamente el ejercicio de las formas de sometimiento y dependencia política, es decir, el edificio político y jurídico del Estado.

Omitir en cualquier fraseología sobre el "tránsito socialista" el papel que cumplen las relaciones de apropiación efectiva de las formas de producción de excedentes, riqueza, ganancias o plusvalías (mencionadas así de manera deliberadamente superficial), es decir, cualquier debate sobre la función social de la "propiedad de los medios de producción", sobre la distinción entre estatismo, socialización y apropiación privada, sobre la tipificación jurídica de las relaciones sociales de producción e intercambio, implica omitir completamente el cimiento efectivo de determinado régimen de producción e intercambio, con la consecuencia de tramitar ese "proyecto socialista" como una mera fachada discursiva, peor aún, como una ideología en el estricto sentido dado al termino por Ludovico Silva:

"…la ideología vive y se desarrolla en la estructura social misma, es su continuación interior y tiene, dentro de ella, un papel cotidiano y activo. En concordancia con una estructura económica dominada por la explotación, la ideología hasta ahora ha llenado un papel de justificadora de esa explotación, y es ella misma una explotación, si se acepta la idea de la plusvalía ideológica".

De allí la vigencia de ir a la raíz en el análisis, tal como lo plantea el mismo Marx hace más de un siglo, en el texto obligadamente complementario al tan citado prólogo de 1859. Se trata de texto presente en el tomo III de El Capital (CAPITULO XLVII. GENESIS DE LA RENTA CAPITALISTA DEL SUELO):

"La forma económica específica en la cual se extrae de los productores directos el trabajo excedente no pagado determina la relación entre dominantes y dominados, ya que ésta surge inmediatamente de la producción misma y reacciona sobre aquélla como elemento determinante. Sobre aquélla se funda el conjunto de la formación de la comunidad económica que surge de las condiciones de la producción misma y determina también su forma política específica. Es siempre la relación directa entre los propietarios de las condiciones de producción y los productores directos la que revela el secreto más íntimo, la base oculta del conjunto de la construcción social y, con ella, de la forma política de las relaciones entre soberanía y dependencia; en pocas palabras, de la forma correspondiente del Estado. La forma de esta relación entre dirigentes y dirigidos corresponde siempre naturalmente a un estadio definido en el desarrollo de los métodos de trabajo y de su capacidad de producción social. Esto no impide que la misma base económica presente infinitas variaciones y gradaciones en su aspecto, aunque sus condiciones principales sean en todas partes las mismas. Esto es debido a innumerables circunstancias externas, ambiente natural, peculiaridades raciales, influencias históricas, etcétera, todas las cuales deben ser precisadas mediante un análisis cuidadoso."[vii]

Lo que revela este texto es que la relación entre los productores directos: los trabajadores y trabajadoras asalariadas, por una parte, y los propietarios de las condiciones de producción apunta al secreto más íntimo o el cimiento oculto de la construcción social, cimiento de edificio político (relaciones de soberanía-dependencia) y jurídico al que corresponden determinadas formas de conciencia social.

No es casual el uso y diferenciación que realizara Marx en sus textos más activistas entre trabajo asalariado y proletariado, que es lo que destacaremos finalmente en la vigencia de La Sagrada Familia. No es para nada casual que Marx diga:

"El proletariado ejecuta el juicio que, por la producción del proletariado, la propiedad privada pronuncia contra ella misma, lo mismo que ejecuta el juicio que el asalariado pronuncia contra sí mismo, al producir la riqueza ajena y su propia miseria. Si el proletariado conquista la victoria, esto no significa absolutamente que se haya convertido en tipo absoluto de la sociedad, pues sólo es victorioso suprimiéndose a sí mismo y a su contrario. Y, entonces, el proletariado habrá desaparecido tanto como el contrario que le condiciona, la propiedad privada."

Marx dice allí que el asalariado pronuncia contra si mismo un juicio al producir la riqueza ajena y su propia miseria. Ya veremos que consecuencia trae eso de reproducir incesantemente, incluso en los llamados "socialismos burocráticos reales", la relación salarial mientras sea con la finalidad de producir riqueza ajena y miseria propia. Muy poco se ha dicho de la supresión tanto del polo asalariado como del polo que personifica la propiedad de los "medios de producción".

A partir de allí se derivan todas las polémicas en las diferentes corrientes de interpretación marxistas sobre el momento histórico del "tránsito socialista" y el papel de las formas jurídicas, políticas e ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de los conflictos propios de aquella dinámica que refiere a las condiciones económicas de producción capitalista.

Los textos de Marx y Engels dan cuenta de sus propias consideraciones y tensiones en tal asunto. Desde la lectura desarrollista del Prólogo a la Contribución a la Crítica a la Economía Política de 1859:

"Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, porque, mirando mejor, se encontrará siempre que estos objetivos sólo surgen cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización."

Por otra parte, tenemos las lecturas de que enfatizan la posibilidad de otras vías revolucionarias de acuerdo a sus circunstancias históricas específicas de determinadas formaciones sociales en el marco del sistema capitalista moderno-colonial. He allí el Marx tardío:

"Rusia es el único país europeo en el que la «comunidad agrícola» se mantiene a escala nacional hasta hoy día. No es una presa de un conquistador extranjero, como ocurre con las Indias Orientales. No vive aislada del mundo moderno. Por una parte, la propiedad común sobre la tierra le permite transformar directa y gradualmente la agricultura parcelaria e individualista en agricultura colectiva, y los campesinos rusos la practican ya en los prados indivisos; la configuración física del suelo ruso propicia el empleo de máquinas en vasta escala; la familiaridad del campesino con las relaciones de artel le facilita el tránsito del trabajo parcelario al cooperativo y, finalmente, la sociedad rusa, que ha vivido tanto tiempo a su cuenta, le debe presentar los avances necesarios para ese tránsito. Por otra parte, la existencia simultánea de la producción occidental, dominante en el mercado mundial, le permite a Rusia incorporar a la comunidad todos los adelantos positivos logrados por el sistema capitalista sin pasar por sus Horcas Caudinas".[viii]

Lo que está allí debatiéndose de fondo es la posibilidad histórica de nuevos modos de producción y apropiación de la riqueza social, del capital social acumulado, con base a relaciones sociales de producción e intercambio basada en la cooperación y la propiedad asociativa, en la propiedad común. Enunciación esta de Marx y Engels que remite a un horizonte utópico que trata de ser demolido por la razón nihilista y cínica, incluso por las razones de estado de los llamados "socialismos burocráticos reales" y su sobredosis de "realismo político". Allí la consigna es: "seamos socialistas de fachada, pero en los hechos, comportémonos como personificaciones del "capitalismo colectivo" en el mejor de los casos.

Llegamos por tanto al nudo de la narrativa de cualquier país que propaga la mentira desconcertante: la diferencia entre la alienación gratificante de los vencedores y la alienación sufriente de los vencidos:

"La clase poseedora y la clase proletaria presentan el mismo estado de autoalienación humana. Pero la primera clase se siente bien, se afirma y se confirma en esta autoalienación. Sabe que la alienación discutida constituye su propio poder y posee en el la apariencia de su propia existencia humana; la segunda clase, por el contrario, se siente destruida en la alienación, y ve en ella su impotencia y la realidad de una existencia inhumana. Ella se encuentra, para emplear una expresión de Hegel, en el rebajamiento en rebelión contra ese rebajamiento, rebelión a la cual es empujada, necesariamente, por la contradicción que existe entre su naturaleza humana y su situación, que constituye la negación franca, neta y absoluta de esa naturaleza."

Dadas las dificultades en las traducciones quiero citar aquí, además la traducción del mismo texto en Francisco Rubio Llorente:

"La clase poseedora y la clase del proletariado representan el mismo autoextrañamiento humano. Pero la primera clase se siente bien y se afirma en este autoextrañamiento, sabe que el extrañamiento es su propio poder y posee en él la apariencia de una existencia humana; la segunda se siente aniquilada en el extrañamiento, ve en él su impotencia y la realidad de una existencia inhumana. Está, para emplear una expresión de Hegel, en la abyección en rebelión contra la abyección, una rebelión a la que se ve empujada necesariamente por la contradicción entre su naturaleza humana y su situación vital, que es la negación franca, resuelta y amplia de esta naturaleza."

Resulta por demás extraño que pocos analistas de los textos de Marx hayan dado cuenta de la relación entre la afirmación del poder de las clases poseedoras, como afirmación de la propia situación de alienación (lo que llamamos aquí alienación gratificante), pues tal alienación pasa a ser además un ideal de existencia humana, que pasa a funcionar como referente imaginario extendido hacia las clases desposeídas (el modelo de vida deseable-Industria Cultural), mientras para quienes pasan a ser el polo dominado de la relación, la existencia inhumana es el troquelado de la impotencia, hasta el punto de tensar la degradación de la situación vital para fracturar a fondo el mínimo sentido de la naturaleza humana (deshumanización).

Cabe aquí recordar el imperativo ético-político que atraviesa de cabo a rabo la obra abierta, crítica y truncada de Marx:

"Que el hombre sea lo más alto para el hombre; en consecuencia, en el imperativo categórico de subvertir a todas las relaciones en las cuales el hombre es un ser envilecido, humillado, abandonado, despreciado; relaciones que no se pueden delinear mejor que con la exclamación de un francés a propósito de un proyecto de impuestos sobre los perros: "¡Pobres perros! ¡Os quieren tratar como hombres!"[ix]

Sin embargo, Marx y Engels fueron cándidos al suponer que la propiedad privada se encaminaba por sí misma hacia su disolución sólo porque produce al proletariado, en tanto que el proletariado para ambos autores: "produce la miseria consciente de su miseria moral y física, el embrutecimiento consciente de su embrutecimiento, y que, por esta razón, tratan de suprimirse a sí mismos."

Marx y Engels postularon una identificación hasta hoy problemática que debe llamarnos a la reflexión crítica:

"Si los autores socialistas atribuyen al proletariado ese papel mundial, no es debido, como la crítica afecta creerlo, porque consideren a los proletarios como a dioses. Es más bien lo contrario. En el proletariado plenamente desarrollado se hace abstracción de toda humanidad, hasta de la apariencia de la humanidad; en las condiciones de existencia del proletariado se condensan, en su forma más inhumana, todas las condiciones de existencia de la sociedad actual; el hombre se ha perdido a sí mismo, pero, al mismo tiempo, NO SÓLO HA ADQUIRIDO CONCIENCIA TEÓRICA DE ESA PÉRDIDA, SINO QUE SE HA VISTO CONSTREÑIDO DIRECTAMENTE, POR LA MISERIA EN ADELANTE INELUCTABLE, IMPOSIBLE DE PALIAR, ABSOLUTAMENTE IMPERIOSA —POR LA EXPRESIÓN PRÁCTICA DE LA NECESIDAD—, A REBELARSE CONTRA ESA INHUMANIDAD; Y ES POR TODO ESTO QUE EL PROLETARIADO PUEDE LIBERTARSE A SÍ MISMO. Pero no puede él libertarse sin suprimir sus propias condiciones de existencia. NO PUEDE SUPRIMIR SUS PROPIAS CONDICIONES DE EXISTENCIA SIN SUPRIMIR TODAS LAS CONDICIONES DE EXISTENCIA INHUMANAS DE LA SOCIEDAD ACTUAL QUE SE CONDENSAN EN SU SITUACIÓN. No en vano pasa por la escuela ruda, pero fortificante, del trabajo.

No se trata de saber lo que tal o cual proletario, o aun el proletariado íntegro, se propone momentáneamente como fin. SE TRATA DE SABER LO QUE EL PROLETARIADO ES Y LO QUE DEBE HISTÓRICAMENTE HACER DE ACUERDO A SU SER. SU FINALIDAD Y SU ACCIÓN HISTÓRICA LE ESTÁN TRAZADAS, DE MANERA TANGIBLE E IRREVOCABLE, EN SU PROPIA SITUACIÓN DE EXISTENCIA, COMO EN TODA LA ORGANIZACIÓN DE LA SOCIEDAD BURGUESA ACTUAL."

Es en este punto, donde acude a nuestra problemática la reflexión de Ludovico Silva al señalar:

"Se dirá que también crece prodigiosamente el Capital. Pero semejante crecimiento ha conducido a la disyuntiva que hoy se nos presenta en el siglo XX (L.S escribía esto en 1983): o el enfrentamiento internacional de Capital y Trabajo se resuelve eliminando la contradicción básica capitalista entre SOCIALIZACIÓN DE LA PRODUCCIÓN Y MODO PRIVADO DE APROPIACIÓN A TRAVÉS DEL AUGE DE LA SOCIALIZACIÓN Y EL DESCENSO DE LA APROPIACIÓN PRIVADA (ESTO ES, CON EL TRIUNFO DEL SOCIALISMO), o bien la tensión internacional se resuelve mediante una guerra de guerras, una bellum bellorum, que no sería sino la culminación diabólica y militar y atómica, de lo que en el capitalismo y en todo régimen de explotación ha constituido una ley permanente: la guerra de todos contra todos o bellum omnium contra omnes. Más sensato que esta última alternativa, que no constituiría otra cosa que el fracaso de la especie, parece ser el viejo lema de Marx: EL DESARROLLO DE LA LUCHA DE CLASES, SÓLO QUE DE UN MODO DEFINITIVAMENTE INTERNACIONAL. EL DESARROLLO DE LA CONTRADICCIÓN ES HOY UN ASUNTO MUNDIAL, Y LA CONTRADICCIÓN MISMA YA NO SE PLANTEA EXCLUSIVAMENTE EN LOS TÉRMINOS DE MARX: RIQUEZA-PROLETARIADO, SINO EN LOS MÁS AMPLIOS DE RIQUEZA-MISERIA".

Analizado esto, es cuestión de identificar con claridad los agenciamientos y bloques sociales (y políticos) que empujan hacia la profundización de la degradación, la deshumanización, la miseria material y espiritual; y aquellos agenciamientos que consideran hoy que es de fundamental importancia erradicar las condiciones que hacen posible la profundización de un proceso de miseria, exclusión y deshumanización tanto mundial, regional como nacional.

Quizás en las encrucijadas de la miseria material y espiritual es donde el sentido existencial del socialismo recobra algunas de sus significaciones extraviadas en la historia de los "socialismos burocráticos reales":

No tiene ningún sentido luchar contra la miseria, si al mismo tiempo no se lucha contra las múltiples figuras de la alienación que atentan contra la condición genérica (dignidad) de la persona humana: económicas, políticas, jurídicas, filosóficas, técnicas, religiosas, lingüísticas y psicológicas.

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[i] Descubrimiento histórico de manuscritos de la Oposición de Izquierda de principios de la década de 1930 https://www.wsws.org/es/articles/2018/09/05/izqu-s05.html

[ii] Michel Foucault: Nietzsche, la filosofía y la historia: http://www.pensament.cat/filoxarxa/filoxarxa/pdf/Michel%20Foucault%20-%20Nietzschegenealogiahistoria.pdf

[iii] Karl Marx (1867). Prólogo a la primera edición alemana del primer tomo de El Capital: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1860s/palp67s.htm

[iv] Ludovico Silva: El Estilo Literario de Marx.

[v] F. Engels (1890). Carta a JOSE BLOCH https://www.marxists.org/espanol/m-e/cartas/e21-9-90.htm

[vi] Ludovico Silva: Anti-manual para uso de marxistas, marxólogos y marxianos.

[vii] Karl Marx. El Capital. Tomo III. Disponible en línea. Citado por Sergio Bagú: Marx-Engels.

[viii] C. MARX PROYECTO DE RESPUESTA A LA CARTA DE V. I. ZASULICH https://webs.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/cartas/oe3/mrxoe312.htm

[ix] Carlos Marx (1844). INTRODUCCIÓN PARA LA CRITICA DE LA FILOSOFÍA DEL DERECHO DE HEGEL https://www.marxists.org/espanol/m-e/1844/intro-hegel.htm



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Javier Biardeau

Articulista de opinión. Sociología Política. Planificación del Desarrollo. Estudios Latinoamericanos. Desde la izquierda en favor del Poder constituyente y del Pensamiento Crítico

 jbiardeau@gmail.com      @jbiardeau

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