1. Marx y el Marxismo
2. Materialismo histórico-dialéctico
3. La Dialéctica, el Método Dialéctico y la Lucha de Clases
4. La Interpretación Materialista de la Historia
5. Marx y la Práxis-Teoría
6. Sobre la Sociología de Marx
7. El Concepto de la Alienación en la Filosofía de Marx
8. Alienación religiosa
9. Superación de la Alienación
10. ¿Es la teoría de Marx una Teoría “economicista”?
11. Marxismo, Bolivarianismo y Socialismo del Siglo XXI
1. Marx y el Marxismo
"Los filósofos sólo han interpretado el mundo de
maneras distintas, el asunto es cambiarlo".
Karl Marx (Tesis once sobre Feuerbach).
“Lo único que sé es que no soy marxista”. Este famoso enunciado de Marx ilustra la relación entre su propio pensamiento auténtico y las interpretaciones “marxistas” del mismo efectuadas por sus contemporáneos. La afirmación la hizo Marx en París, a manera de respuesta a las concepciones “marxistas” de un partido social-demócrata francés, como una advertencia casi visionaria contra todo dogmatismo, toda personificación y representación absoluta de los procesos históricos objetivo‑reales, que existen independientemente del conocimiento y de la voluntad de los individuos sociales. Estamos conscientes de las diferencias fundamentales que existen entre el “socialismo”, el “marxismo”, el “marxismo-Leninismo”, el “socialismo del siglo XXI” y la propia contribución científica-filosófica de Carlos Marx a una nueva cosmovisión revolucionaria, esto es, el materialismo histórico-dialéctico, que revela el carácter efímero del capitalismo y la necesidad de realizar el socialismo y comunismo como formas superiores de producción y organización humana. Aún cuando los “-ismos” mencionados arriba comparten factores comunes y están concatenados e interrelacionados en sus procesos históricos reales, no son necesariamente idénticos, por supuesto. Unidad dialéctica no es equivalente a identidad lógico‑formal. Si detallamos, por ejemplo, su contenido filosófico, nos damos cuenta que el materialismo histórico-dialéctico, como proceso histórico-intelectual, tiene sus raíces genéticas en el antiguo concepto hindú- materialista de prakrti, en el cripto‑materialismo egipcio y en el antiguo hilozoísmo de la Grecia milésica.
Cualquier nuevo concepto expresa un todo “menos‑desarrollado” en permanente evolución y revolución hacia una totalidad “más‑desarrollada”, en otras palabras, una posibilidad en camino a su conversión en realidad, cuya relación esencia‑apariencia cambia constantemente, lo que significa, además, que su esencia o apariencia (también diríamos existencia), está en movimiento permanente. En este sentido podríamos calificar la Revolución Bolivariana en Venezuela como un todo “todavía menos desarrollado”, o como una posibilidad en proceso de realizarse, de trascenderse a sí misma como emancipación humana. Esto también vale para nosotros, los revolucionarios, que constituimos una posibilidad en camino de superarnos y transformarnos en una nueva realidad, esto es, en futuros emancipadores.
Tal como sucede con el materialismo histórico-dialéctico, también el socialismo tiene sus raíces históricas, científicas y filosóficas en la era del comunismo originario de hace casi un cuarto millón de años atrás, aún cuando su epigénesis teórica la encontramos mucho más tarde, en la filosofía tanto platónica como aristotélica, como también epicúrea y lucreciana. De ahí atraviesa, entre muchas corrientes y en un largo recorrido, el cristianismo originario, los heréticos de los monasterios medievales, los movimientos y corrientes campesinos “pre-revolucionarios” y casi “subterráneos” de la Edad Media, y luego conecta con el socialismo utópico del siglo XIX.
El marxismo, entendido como materialismo histórico-dialéctico, es algo muy complejo y presupone un estudio profundo y arduo de la historia de la filosofía occidental, de la economía política y del socialismo utópico, para llegar a comprenderlo como lo que fue en su tiempo y lo que todavía representa hoy: una nueva lógica dinámica (la dialéctica) y una ciencia y filosofía precisa e incisiva (la dialéctica aplicada a la naturaleza y sociedad, esto es, a la historia). Aquí en este breve ensayo sólo podemos indicar las huellas que el marxismo ha dejado en la historia, las aproximaciones fragmentarias de su esencia y existencia histórica y las chispas de su avance revolucionario y emancipatorio. Cabe señalar, que en otras obras del autor se encuentran ejemplos más precisos y puntuales de la aplicación práxica del socialismo científico en el mundo real. Este ensayo no es sino una compilación sintetizada de lo más importante de textos ya existentes del autor sobre la materia, y sólo pretende introducir a manera de “paso de vencedores” la magnitud de lo que implica querer ser un revolucionario socialista y un futuro emancipador humano en el siglo XXI.
Si preguntamos por la contribución que hicieran Marx y Engels al concepto “socialismo”, podemos constatar que es muy sencilla: Lo sacaron del ámbito de los sueños diurnos y de la esperanza opaca por una vida mejor para elevarlo al rango de una ciencia y filosofía, con perspectivas y herramientas para su materialización en la realidad, esto es, aportando una práxis y teoría revolucionaria para cambiar el mundo y no permanecer en su eterna interpretación. Sin embargo, todo esto sólo pudo ocurrir cuando las condiciones objetivas y subjetivas estaban dadas para ello, esto es, a mitades del siglo XIX, más preciso a partir de las revoluciones de 1848. Por lo tanto, se trata de un proceso particular, de una síntesis específica, de un cambio dialéctico cualitativo dentro de lo que es el espacio‑tiempo histórico universal, esto es, el proceso histórico de trabajo en su etapa del modo de producción capitalista. De manera similar, la Revolución Bolivariana como proceso particular dentro del espacio-tiempo histórico universal, nació en circunstancias históricas muy especiales, como lo son la cima e involución del capitalismo globalizado con su subsiguiente auto-destrucción, la que se manifiesta en los actuales fenómenos del imperialismo mundial y del globofascismo.
En el mismo orden de ideas y en lo que concierne al “Leninismo”, por ejemplo, éste sólo pudo desarrollarse después del nacimiento y de la práxis-teoría del propio Lenin, por supuesto. En consecuencia e históricamente hablado, el “Leninismo” constituye una totalidad “más‑desarrollada” que el “Marxismo”. Es importante señalar también, que lo que constituye el "marxismo" dentro de la unidad y contradicción del llamado "Marxismo‑Leninismo", no es sólo la contribución de Marx y Engels, sino también su enriquecimiento práxico-teórico desde la muerte de los mismos. Es así como tenemos que comprender y analizar el conjunto del pensamiento que determina, hasta ahora, la llamada “ideología” de la Revolución Bolivariana cuyo contribuyente principal ha sido el propio Presidente venezolano, Hugo Chávez Frías.
Cuando constatamos de manera heraclitiana el hecho de que “todo fluye” (griego: panta rhei) y que todo está en constante movimiento, queremos indicar con ello que toda cosa o todo proceso contiene una contradicción, una afirmación y una negación, esto es, dos fuerzas opuestas que constituyen su energía vital dialéctica interna y que no son sino los dos lados de la misma cosa. Cabe señalar, que también pueden existir diferentes contradicciones dentro de una cosa o un proceso. En consecuencia, también dentro del marxismo existen contradicciones dialécticas y vemos como confluyen ahí el "Leninismo", el "Trotskismo", el "Estalinismo", el "Maoísmo" y hasta el "Burnhamismo", el "Senghorismo", el “Nkrumahismo”, el “Mariateguismo” y, por qué no, el "Bolivarianismo" del Presidente Hugo Chávez y de todas las fuerzas progresistas que lo apoyan.
Hacerle una crítica a cualquier cosa o proceso significa en primer lugar el reconocimiento de su existencia como una contradicción real, una determinada constelación de fuerzas entre su afirmación y su negación, donde la primera apunta hacia la auto-conservación y el reposo, y la segunda hacia la auto-superación y el movimiento hacia lo cualitativamente superior. Es en este sentido que tenemos que realizar nuestra crítica y auto-crítica en relación a la Revolución Bolivariana, en función del avance revolucionario y la conscientización emancipatoria, tanto del pueblo, de las masas, como también de su vanguardia, de aquél partido político revolucionario único el que anhelamos construir. Si bien la Revolución Bolivariana no se ha declarado “marxista”, tampoco se ha declarado anti-marxista, anti-proletaria y anti-socialista. Sin embargo y dentro de su propia dialéctica, inevitablemente tendrá que estudiar el pasado marxista para construir el futuro bolivariano y estudiar el pasado bolivariano para construir el futuro marxista. Así es como se debe “empujar el sol” para que el amanecer de la emancipación humana llegue a realizarse a escala planetaria.
2. Materialismo histórico-dialéctico
El materialismo filosófico no es un descubrimiento "marxista" o "socialista". El materialismo filosófico es aquella corriente de la filosofía occidental que parte de “la materia” como principio filosófico en un esfuerzo de explicar el mundo de, por y para sí mismo, sin mistificaciones ni supersticiones de ningún tipo. Como tal, el materialismo filosófico constituye la afirmación dentro de la filosofía occidental y llega a manifestarse por primera vez en el siglo VI antes de Cristo, en el llamado hilozoísmo milésico, aquella cosmovisión materialista temprana en el Mileto de la Grecia Antigua que postuló el principio de la “materia animada”, y que constituía la primera noción formidable de una unidad de contrarios, esto es, de la unidad de lo material y de lo espiritual, de lo inorgánico y lo orgánico, de lo tangible e inteligible, de lo concreto y lo abstracto.
De manera similar podemos constatar, que el idealismo filosófico -la “madre” del materialismo histórico-dialéctico por cuanto fue el filósofo idealista alemán, G.W.F. Hegel, el que le dio la clave decisiva a Marx- no es un invento de Hegel o del Hegelianismo. El idealismo filosófico es aquella corriente de la filosofía occidental que parte de “la idea” o del “espíritu” como principio filosófico en un esfuerzo de explicar el mundo en base de un “agente externo”, bien sea “dios”, bien sea “el espíritu del mundo”. Como tal, el idealismo filosófico constituye la negación dentro de la filosofía occidental y llega a manifestarse por primera vez en el siglo IV antes de Cristo en la filosofía de Platón. Ahora bien y siendo la filosofía occidental un proceso “en y para sí”, esto es, el “reflejo” teórico de un proceso histórico-real con su afirmación y negación, la misma filosofía es histórica y dialéctica. Cabe señalar que lo "afirmativo" y lo "negativo" aquí no son categorías morales, sino metodológicas, procesales. El materialismo (postulando la materia) y el idealismo (postulando el espíritu) dentro de la filosofía occidental están estrechamente relacionados el uno con el otro, más preciso, constituyen una contradicción. Por lo tanto, son ambas corrientes filosóficas que determinan (que es otro término para "relacionar" y "contradecir") el flujo, el movimiento, la dinámica de la filosofía, de la superestructura social en cada época.
Volviendo al materialismo científico y filosófico como lo fue pensado por Marx y Engels, éste ha sido un materialismo histórico‑dialéctico desde sus orígenes en la Grecia Antigua, como mencionamos arriba. Por cierto, Marx y Engels nunca se refirieron a su nueva cosmovisión en términos de un materialismo “histórico‑dialéctico”, sino hablaron del “nuevo materialismo”, en el sentido de una nueva ciencia y filosofía, una práxis y teoría cuyo protagonista serían los trabajadores del mundo unidos, el proletariado mundial. Como la sociedad europea de los siglos XIX y XX fue una sociedad de clases capitalista, el materialismo histórico-dialéctico, como afirmación revolucionaria, se convirtió en la herramienta filosófica para la revolución de la clase trabajadora en la sociedad moderna, democrático-burguesa. Esto es la contribución de Marx y Engels a la conciencia de clase y conciencia revolucionaria de los siglos XIX y XX, y como tal necesariamente tiene que ser tomada en cuenta por nosotros hoy en Venezuela, cuando convocamos a nuestra propia "Misión Conciencia", bolivariana y revolucionaria del siglo XXI.
Precisamente por ser viva y real, por ser práxica y teórica, la contribución de Marx nos enseña que nuestra propia cosmovisión y nuestras propias teorías lógicamente deben continuar pasando de lo concreto a lo abstracto y de lo abstracto nuevamente a lo concreto, si no quieren desprenderse de nuestra realidad actual. Es más, tenemos que alcanzar incluso un nivel y grado de aproximación práxico-teórica superior a el de Marx, ya que la misma realidad histórica ha cambiado desde que Marx y Engels proclamaron su nueva cosmovisión y ya que la problemática específica del colonialismo e imperialismo que han sufrido nuestras latitudes no ha entrado, de pleno, en las consideraciones de aquél momento. Así es como tenemos que incluir y contextualizar bien los actos y las ideas de nuestros próceres bolivarianos, junto a la práxis y teoría marxista contra la explotación capitalista, para poder trascender, con Bolívar y Marx, a Bolívar y Marx, hacia la emancipación humana global.
Además, tenemos que comprender que un proceso, al realizarse o materializarse, llega a su fin, muere, cambia cualitativamente y se transforma en otra cosa. La realización de la revolución es equivalente a su fin, de ahí nace otra cosa. La realización de un huevo es su fin, el pollito que sale de la cáscara es “huevo transformado”, es otra cosa. En este sentido esperamos ver la realización de la Revolución Bolivariana, esperamos ver su transformación en otra cosa, en la emancipación humana. Dialécticamente hablado, la realización o muerte de la revolución se transforma en la vida emancipatoria y emancipación viva.
3. La Dialéctica, el Método Dialéctico y la Lucha de Clases
En Europa, sólo a partir de Sócrates y Aristóteles se llegó a conocer la dialéctica como un método, como una lógica, como una posible ciencia del movimiento, que es una función de la materia misma. Pero la dialéctica, como método, tiene su propia dialéctica, ella misma es un proceso real dialéctico. En su origen sólo fue aplicada a ideas, conceptos y categorías, a la famosa “retórica”, esto es, al ámbito del “razonar”, de lo social, más no al ámbito de lo natural, de la naturaleza. En una gran ironía de la historia de la filosofía, el primero en refinar el método dialéctico y aplicarlo al ámbito de la naturaleza fue el filósofo idealista alemán, G.W.F. Hegel, en su obra “Ciencia de la Lógica”, un libro eminentemente materialista. Fue Federico Engels quien la “rescató” de ahí para hacerla vivir en el propio materialismo histórico-dialéctico como quedó expresado en su libro “La Dialéctica de la Naturaleza”. Sin embargo y en su totalidad, el método dialéctico hegeliano fue retomado por Marx y Engels quienes lo convirtieron en un instrumento de combate para cambiar el mundo, en fin, en una ciencia y filosofía revolucionario-emancipatoria.
Cabe resaltar que las relaciones dialécticas “como tal”, esto es, como fuerzas contrarias operantes en la realidad objetiva y subjetiva, bien sea dentro de la naturaleza, bien sea dentro de la misma sociedad de clases, por supuesto no fueron un invento de Marx y Engels, ni tampoco del mismo Hegel. Asimismo sucede con la lucha de clases, que ha sido una realidad mucho antes del nacimiento de Marx; ya está reflejada de la manera más vívida en el Viejo Testamento. Lo que Marx hizo fue determinar las relaciones dialécticas específicas en la sociedad burguesa moderna, plantearlas como un proceso revolucionario, específicamente como la lucha entre las dos grandes clases antagónicas de la sociedad burguesa, esto es, los propietarios de los medios de producción o capitalistas, y los vendedores de su fuerza de trabajo físico o trabajadores. Aplicó la dialéctica, el método dialéctico y sus leyes, a las realidades históricas y por tanto señaló la lucha de clases y la revolución social como el “motor” de la historia, hasta tanto no se acabe la división del trabajo y la sociedad de clases.
En otras palabras, Marx le ha proporcionado al proletariado mundial, a nosotros, una epistemología (teoría del conocimiento) que está efectiva- y dialécticamente relacionada con los procesos reales (práxis del conocimiento). En este sentido, Marx ha elevado todas las relaciones humanas a la categoría de relaciones de lucha de clase históricas, de resistencia contra la esclavitud física y mental, la servidumbre, la esclavitud asalariada, el colonialismo, el capitalismo, el imperialismo y el fascismo mundial, convirtiéndolas en una totalidad dinámica dialéctica de la cual emana el factor subjetivo revolucionario, la conciencia de clase histórica, la teoría revolucionaria. No olvidemos nunca, que nosotros mismos, los bolivarianos, las fuerzas progresistas que estamos empujando a la Revolución Bolivariana para que amanezca como nuestro futuro sol emancipatorio, estamos inmersos dentro de esta misma totalidad dinámica, dialéctica e histórica de la cual habló Marx y cuyo motor es la lucha de clases y la revolución social.
En fin, Marx relacionó la dialéctica con el hombre, con la especie humana, con el acto y el pensamiento, con la sociedad, con la historia, en suma, con la materia cósmica viviente, siempre cambiante y siempre dinámica. Además, relacionó la epistemología con el método y el método con la verdadera práxis y teoría humanas. Sin embargo, esto no quiere decir que no existan otras aproximaciones o “leyes” lógicas, otros métodos lógicos que se salen del marco de la lógica formal aristotélica y de la lógica dialéctica hegeliana,“rescatada” por Marx y Engels para el materialismo histórico-dialéctico. Hasta la dialéctica misma puede transformarse en totalidades “más‑desarrolladas”, es decir, avanzar hacia la “trialógica”, “tetralógica” o una “poli-lógica multiversal”. Con esto sólo queremos indicar la existencia y “trascendencia” de esferas de “razonamiento y acción” que superan el estrecho límite de nuestra imaginación.
4. La Interpretación Materialista de la Historia
En el sentido filosófico, Marx y Engels interpretaron la historia dentro del contexto de su sustrato potencial, pasivo y objetivo -la naturaleza- por un lado, y por otro, de su sustrato potente, activo y subjetivo -la sociedad-, que se produce a sí misma mediante el trabajo. Además y a la vez, el sustrato potente, activo y subjetivo, esto es, el propio ser humano, es el producto y la “flor más refinada” de la propia materia, el “ojo” con el cual ésta se contempla a sí misma, o sea, el ser humano es la propia materia consciente de sí misma. Esto es lo que se entiende por materialismo histórico-dialéctico, que nada tiene que ver con un materialismo mecánico vulgar.
De esta manera, Marx y Engels terminaron con el mito que los hacedores de la historia lo son los grandes dioses, los grandes hombres, las grandes ideas y las grandes razas. Ellos interpretaron la realidad histórica a partir de sus propias contradicciones y relaciones naturales y sociales, como verdades fluyentes de la naturaleza creadora y la naturaleza auto-creada de, por y para sí misma, en el sentido de los antiguos filósofos materialistas árabes, Avicenna, Averroes y Avicebron, como natura naturans y natura naturata.
Siendo el análisis marxista de la historia una interpretación científico‑filosófica, es sólo consecuente que contenga tanto elementos idealistas como materialistas; de acuerdo con la famosa observación de Lenin, según la cual un idealismo sabio se acerca más al materialismo histórico-dialéctico que un materialismo mecánico-vulgar, carente de cualquier cualidad filosófica, cuyo mejor ejemplo es la vulgar “dogmatización” y por ende tergiversación del pensamiento originario fluyente de los mismos Marx y Engels. Recordemos la advertencia de Marx con la cual iniciamos nuestro ensayo, cuando dijo: “Lo único que sé es que no soy marxista.”
Ahora y en cuanto a la esencia de la concepción materialista de la historia cabe destacar, que Marx y Engels determinaron como su base real, verdadera y concreta lo que llamaron “el primer hecho histórico”: la producción y reproducción de la especie humana es y ha sido siempre un acto eminentemente social. La especie humana surge y se mantiene como tal gracias a un acto colectivo y constante de producción y reproducción, por medio del dominio y la apropiación colectiva de la naturaleza mediante el trabajo. A lo largo de su proceso de evolución y dependiendo del nivel de la productividad social, la especie humana desarrolla grados cada vez más refinados de la división del trabajo, lo que desemboca en la división de la sociedad en clases, según su rol en el proceso de la producción y reproducción material. Así es como se distinguen, a lo largo de la historia, diferentes modos de producción, que son diferentes expresiones del grado de la división del trabajo que se ha alcanzado en una determinada época, así como de las relaciones de producción que no son otra cosa que las relaciones de la propiedad de los medios de producción. A lo largo de la historia y con el avance cada vez más refinado de la división del trabajo, se observa la progresiva separación de los productores de sus medios de producción, y luego de los productos mismos, hasta alcanzar la separación y atomización total en el modo de producción capitalista. Por ende, la contradicción principal dentro de la producción y reproducción de la especie humana a lo largo de la historia y específicamente en el modo de producción capitalista, es el carácter eminentemente social de la producción que choca con el carácter eminentemente privado-individual de la apropiación de sus frutos.
En este contexto, Marx y Engels hablan de la contradicción entre las fuerzas productivas cada vez más amplias y las relaciones de producción cada vez más restrictivas; contradicción que empuja mediante la lucha de clases hacia la revolución social y hacia la transformación de las relaciones de producción en una forma de producción y organización social superior. Sólo mediante la acción consciente, esto es, sólo con la conciencia de clase, el proletariado mundial puede convertirse en actor consciente de la historia y emprender la revolución socialista en función de socializar la propiedad de los medios de producción y adecuarla así al “hecho histórico” del carácter eminentemente social de la producción y reproducción de la especie humana.
Este hecho hace posible una ciencia de la historia, el descubrimiento de sus “leyes” fluyentes, la aplicación de su dialéctica y su conversión en un arma de la lucha de clases, en práxis-teoría humana. De esta manera, en cualquier parte de nuestro mundo globalizado, de este capitalismo mundializado, el socialismo y el materialismo marxista mantienen su vigencia, mantienen su verdadero y real sustrato científico‑filosófico; por ende, también en la República Bolivariana de Venezuela, el materialismo histórico-dialéctico, el marxismo, nos puede enseñar mucho sobre una estrategia, táctica y política revolucionaria para defender nuestros intereses de clase e iniciar la transformación hacia el socialismo y la emancipación.
Ya desde hace casi dos siglos existen las posibilidades reales y las realidades posibles para realizar el socialismo en el planeta Tierra. La existencia del capitalismo mismo, que niega al socialismo y que es su opuesto revolucionario dialéctico, es la conditio sine qua non para realizar el socialismo a nivel mundial. Hoy día, más que nunca, en la época de la globalización del capitalismo, su negación -el socialismo global- es una realidad objetiva- y subjetivamente posible, es una posibilidad objetiva- y subjetivamente real.
5. Marx y la Práxis-Teoría
En sus Once Tesis sobre Feuerbach (1845), Marx criticó el materialismo contemplativo de Ludwig Feuerbach, quien había permanecido en una concepción abstracta de la sociedad y no había logrado comprenderla como una realidad material. En las once tesis, Marx llegó a elaborar su propia práxis-teoría como una relación dialéctica revolucionaria al señalar la relación dialéctica existente entre el ser humano individual y el género humano o la sociedad. Desde el punto de vista del materialismo histórico, el individuo sólo puede ser definido y comprendido como el conjunto de sus relaciones sociales, las cuales, a su vez, no son sino el resultado histórico de la actuación de individuos en el marco de su modo, sus fuerzas y sus relaciones de producción. Además y señalando la relación existente entre el pensar humano (la teoría) y la verdad objetiva-real, Marx observa que el ser humano tiene que verificar la veracidad, realidad y el poder de su pensar o teoría en y mediante la práxis, esto es, transformando su pensamiento en acción y enriquecer su pensamiento con los resultados de ésta. En este contexto Marx señala también, que el cambio de las condiciones objetivas y el cambio de las condiciones subjetivas (la famosa “educación de los educadores”), sólo puede ser comprendido y realizado como práxis revolucionaria.
Dos años más tarde en La Miseria de la Filosofía (1847), Marx le hace a Proudhon una crítica similar como la que hizo a Feuerbach, demostrando cómo las ideas, los pensamientos, los conceptos y las categorías abstractas tienen su origen y su correspondencia en las relaciones sociales materiales-concretas. Específicamente le reprochó a Proudhon el haber convertido las categorías económicas en ideas absolutas, pre-existentes, cuando en realidad son expresiones teóricas de unas relaciones de producción históricas, esto es, correspondientes a un determinado nivel de desarrollo de la producción material. De tal manera y según Marx, la dialéctica de Proudhon degeneró en sofistería.
Además, Marx observó que los seres humanos, al establecer sus relaciones sociales en conformidad con su productividad material, producen también principios, ideas y categorías en conformidad con estas mismas relaciones sociales. Es por esto y para evitar los errores que cometieron Feuerbach y Proudhon - esto es, permanecer en categorías abstractas y asumir la existencia de verdades absolutas, pre-existentes- que necesitamos urgentemente una revolución cultural, un nuevo actuar y un nuevo pensar, una nueva ciencia y una nueva filosofía, en fin y como dijera el Ché, un "nuevo hombre", una nueva sociedad.
Es por esto que tenemos que preguntarnos con toda la seriedad del caso, ¿dónde están los nuevos principios, las nuevas ideas y categorías de nuestra Revolución Bolivariana? Si queremos estar a las alturas de los retos de nuestra época, tenemos que preguntarnos, más allá de la vigencia trans-histórica del pensamiento de nuestros próceres, ¿en qué consiste la novedad del pensamiento bolivariano, zamorano, rodrigueño, mirandino? Y de igual manera, ¿en qué consiste la novedad del pensamiento cristiano? ¿Dónde está nuestra nueva ciencia económica, sociología y psicología para romper las cadenas de la explotación económica, dominación política, discriminación social y alienación humana? ¿Qué es lo que necesitamos para poder iniciar y arrancar con una verdadera “Misión Conciencia”?
En términos sencillos, tal y como lo explicó Federico Engels en su "Discurso ante la tumba de Carlos Marx" (1883), la interpretación materialista de la historia, la esencia de la práxis-teoría histórica, consiste primeramente en el hecho que la humanidad, ante todo, tiene que comer y beber, tener vivienda y ropa antes de poder dedicarse a la política, ciencia, revolución, el arte, etc. En los últimos siete años, gracias a un ingreso petrolero muy alto, la Revolución Bolivariana ha tratado de hacer precisamente esto: resolver los problemas inmediatos del pueblo, asegurar que tenga los medios para “comer, beber, vestirse y tener vivienda”. Ahora sí ha llegado la hora de dedicarse seriamente a la "Misión Conciencia", a “la política, la ciencia, la revolución, el arte, etc.”
6. Sobre la Sociología de Marx
Marx es el padre de la sociología moderna, si es que definimos la sociología como una ciencia social, práxico-teórica revolucionaria, orientada hacia el cambio radical de la sociedad capitalista existente. Su opuesto sería la sociología como apología de la sociedad democrático-burguesa, como su ideología‑práctica positivista. El criterio para una sociología científica, tal como la desarrolló Marx, fue explicado por Lenin en un artículo titulado ¿Quiénes son los 'amigos del pueblo'? de 1894, donde afirma, que Marx ha suministrado una base sólida para la sociología en cuanto que ha reducido las relaciones sociales a sus relaciones de producción, más preciso a sus fuerzas de producción, con lo cual se explica el desarrollo de las diferentes formaciones sociales (entendidas como suma total de las relaciones de producción dadas) como un proceso de la historia natural.
En el marco de su nueva cosmovisión, el materialismo histórico-dialéctico, Marx ha concebido al ser humano -entendido como la totalidad de sus relaciones sociales y organizado desde el principio en sociedad- como un proceso de auto-creación, emanado del seno de la misma naturaleza. La historia es concebida como el desprendimiento gradual del ser humano de su entorno natural-orgánico del cual ha formado parte intrínseca, a través de la “apropiación” consciente de la naturaleza mediante el trabajo. Marx equipara así la actividad vital del ser humano con su esencia, que es precisamente la producción y reproducción de la especie. Así es como en la sociología de Marx las relaciones sociales, no importa en qué época histórica se quieran analizar, siempre tienen su fundamento, explicación y resolución en las propias relaciones de producción, en las también llamadas relaciones económicas. Un ejemplo emblemático de una investigación sociológica marxista lo constituye el trabajo de Federico Engels sobre „La situación de la clase trabajadora en Inglaterra“, de 1844.
El que la perspectiva de clase sea punto de partida de una ciencia sociológica no es aceptado por la ciencia burguesa y ha sido atacado por ésta hasta nuestros días. Partir de un análisis de clase es considerado un punto de partida “subjetivo”, carente de “objetividad” y por ende carente de “carácter científico”. Al revés y partiendo del materialismo histórico-dialéctico, la sociología burguesa hace todo lo posible por velar las relaciones de clase existentes en el capitalismo tardío y globalizado, mediante todo tipo de esquematizaciones a-históricas y a menudos ridículas de las relaciones entre los “actores sociales”, todos situados en el mismo plano de una supuesta “flexibilidad” o “movilidad” social hacia todas las “direcciones”.
El ser social determina la conciencia, dice Marx. Esto es otro de los fundamentos de la sociología de Marx que explica la relación dialéctica entre la base y la superestructura de la sociedad, esto es, entre su producción material y su producción “ideal”. La base, determinada por las relaciones materiales de producción, determina a su vez a la superestructura, esto es, la conciencia social dominante, la cual se expresa en el sistema político, jurídico, educativo, científico, cultural y religioso, o como lo formulara Marx en la Ideología Alemana: “Las ideas de la clase dominante son, en cada época, las ideas dominantes; quiere decir, aquella clase que es el poder material dominante de la sociedad, es al mismo tiempo su poder espiritual dominante.” Por lo mismo, la conciencia de clase es la verdadera conciencia, el verdadero ser-consciente, el punto de partida de la sociología marxista.