Maduro, para su goce, tiene eso que, los cumaneses, llamaban "sus vienticos" con Stalin. En otros pueblos se diría, tiene "aires de eso" o lo que es lo mismo como decir, tiene algo de parecido. Y, al empezar, para evitar malas interpretaciones, diré que esos "vienticos", se refieren al parecido físico, sobre todo en el rostro. Lo que Maduro resalta; a veces pareciera con fines muy bien estudiados, poniendo la misma dureza en el rostro que en las fotografías conocidas hizo famoso al jefe bolchevique.
Cualquiera de las fotografías que uno mira del ex jefe de Estado de la URRSS, con su rostro duro, casi pétreo, bigote, peinado, gorra y casaca militar, al compararlas con las Maduro, en las mismas circunstancias, salvo su corte de pelo de ahora, distinto al que antes le exhibía con abundante cabellera, halla un cierto parecido, sobre todo cuando este pone la cara seria, teniendo la misma vestimenta. El debió observarlo alguna vez y alguien habérselo dicho para intentar sacar de eso algún provecho. Y digo esto último para negar lo que alguien por las redes recientemente afirmó, que el presidente venezolano no tiene quien le haga, perfile o dirija su imagen. Quizás, quien eso hace, no sea de los mejores, por ser como muy sesgado o dejar tentar por las preferencias de quien debe perfilar, pero si existe, pudiera ser hasta él mismo. Su imagen no es azarosa, ni espontánea, hay en él mucho de planificado. Pese se diga que esa imagen le hace mucho daño en Europa, pues allá por ella lo venden como les interesa a sus enemigos.
Si algo resalta en Stalin, de lo tanto que de él se ha dicho, es su dureza y fuerza, para no decir otra cosa, al momento de ejercer al mando. Pero eso no queda en Stalin. Por muchos años, uno escucho comentarios y observó comparaciones fotográficas, las que todavía alguien puede hacer, en las cuales se resaltaba el gran parecido físico, con toda la parafernalia militar de agregado, entre el mandamás del PCUS y el expresidente y dictador de Venezuela, Juan Vicente Gómez.
Es más, alguien inventó, sin fundamento, pues sólo lo pretendió en el ligero parecido, una pequeña historia, por muchos años repetida, por distintos medios, más con ánimo de llamar la atención y quizás sustentar un pequeño negocio, vender una publicación, después de muerto el nativo de "La Mulera", que este fue el padre del líder soviético. Le tuvo en aquella dama rusa que estuvo de visita en Caracas y al volver a su país, llevaba en sus entrañas a quien luego sería fundador, junto con Lenin, del partido de los bolcheviques. Era que veían parecido en ambos, no sólo en los rasgos del rostro y la parsimonia y hasta parquedad y la perenne disposición a la sentencia, sino a los rasgos externos y más publicitados en occidente del gobierno de la URRSS, lo autoritario y personalista. A Gómez siempre se le vio como el amo de Venezuela y a Stalin de la URRSS. Y ambos eran callados, de hablar pausado y sin estridencia alguna, por demás discretos, quizás en lo único que Maduro no se cuida en guardar las apariencias por el parecido; pese en éste, ese parecido tiene un claro sentido y finalidad. Y en verdad, la figura de Gómez, más allá de la imaginación y la Stalin, tienen mucho en común, y al hablar de imagen, estamos dándole toda la magnitud que la palabra envuelve.
Llegado aquí es como bueno decir que Gómez y Stalin no eran coba, algo como que parecían mandones, así se exhibían y nada más, sino que lo fueron de verdad, lo que nadie hoy pone en dudas.
Por supuesto, descarto de inmediato que Stalin haya tomado su imagen de Gómez. Posiblemente ni siquiera nunca supo de éste y menos de sus particularidades personales y es todavía menos probable aún que, un jefe bolchevique, de los derrocadores del emperador de la vieja Rusia, jefe de los partidos comunistas del mundo, tomase como referencia, para imitarle, a un viejo dictador de una pequeña república suramericana bajo el control y dominio de EEUU.
Voy a recordar otra vez, como Maduro manifestó, a alguien quien le entrevistó con la finalidad de incorporar su testimonio a un libro que escribía y publicó sobre el entonces presidente Chávez, que lo que más le impresionó y atrajo de este, fue su capacidad de mando y, al decir aquello, resalto que "entre ellos", se refería a esos grupos de izquierda donde se movía siendo muy joven y con pocos estudios, "eso no se veía" y que, a su parecer, eso hacía falta. Al decir aquello, dio a entender que, para él, el liderazgo, era cosa de mandar y decidir. Quizás por esto, hay perfecta armonía, cuando supo que un grupo, entre quienes se encontraba Vladimir Acosta, habló, refiriéndose a Chávez, de "hiperliderazgo", no se cuidó en llamarles "habladores de paja".
En el Psuv, la consigna que más se maneja es la de "leales siempre, traidores nunca" y se machaca, con la intención de forjar la idea, como quien esculpe en el cerebro de la gente esos conceptos para que se transformen en prácticas o respuestas mecánicas, que al mando no se le discute, se pone en duda. En ese grupo o partido lo del mandar y obedecer sin "andar buscándole cuatro patas al gato", es condición determinante, sustantiva. Es la manera como conciben la disciplina. Y esto se identifica plenamente con una figura como la de Stalin y Gómez. Como solían decir en mi pueblo, "quien tenga cara de guachafita no puede esperar se le respete y tema". No por azar, Gómez y Stalin, tuvieron aquellos rostros y formas de hablar como quien esculpe en el cemento cada palabra que pronuncia.
La falla de Maduro está en esto de hablar demasiado, copiado de Chávez, cuyo liderazgo, que ejerció de verdad, no fue uno inventado y menos heredado, no le vino de la dureza de su rostro, sino de las circunstancias que le llevaron al poder, su facilidad de comunicación con las mayorías y esa desbordante personalidad que supo insertarse en los tuétanos de la mayoría, y justamente esto, le permitió hablar demasiado, lo que además hacía de modo que a muchos agradaba y nunca cansaba.
La figura gomecista-estalinista de Maduro en lo formal, el rostro, con sus bigotes, la vestimenta y en veces la dureza del rostro, según las circunstancias, se asocia a muchas de sus metas. Anoche hablaba de los planes militares de agresión que se gestan en Colombia y quizás por eso se puso aquella ropa de militar, basado en su condición constitucional de "comandante en jefe", para darle mayor sustento a sus apalabras y dejar sentado que su jefatura no es formal ni cuento de camino, aparte de su figura misma, su corte de pelo, sus bigotes y lo adusto de su rostro.
Pero también pudiera estar dirigido hacia adentro del país, el mandar un mensaje innecesario, porque eso pareciera no estar en duda que goza del respaldo del ejército, no por él en particular, sino porque aquél está comprometido con lo dispuesto en la carta magna y la "herencia de Chávez"; como el mismo alto mando militar lo dice casi de manera repetitiva. Aunque pudiera creer necesario recordárselo a quien falta haga y dejar la idea que en Venezuela lo que sobra es mando y los demás obligados están a acatar lo que de arriba baje.
Y por último y esto es muy importante, un mensaje muy especial para adentro del Psuv y no precisamente a García sino a alguien en particular. Como que "si tú tienes tu fuerza y respaldo, el que crees haber recibido por herencia, yo también tengo el mío y no sólo que lo tengo, sino mira mi figura, tengo mi mando, mi disposición y autoridad, como para que se me obedezca sin chistar."
Es que eso de la autoridad, el don de mando y el necesario acatamiento de los de abajo, envuelto en figuras como las de Gómez y Stalin, también lo está en el concepto que muchos, entre ellos Maduro, tienen del liderazgo. Si él, así lo admitió y ejerció cuando Chávez, ahora a los demás les corresponde hacer lo mismo hasta que el cuerpo aguante.