Vistos los dos, desde la perspectiva de la retórica, del manualismo, verbo y de mucha de esa parafernalia oculta entre el discurso, las poses y hasta los elogios de los amigos de cada quien y los denuestos de los enemigos, Maduro y Bolsonaro son como demasiado diferentes. Pero humanos al fin, uno con un poco de perspicacia y menos ortodoxia y caletreo, pudiera hallar en ellos mucha cercanía, pues se dice que, los polos opuestos se atraen, como que comer dulce y salado, en una mezcla bien equilibrada pudiera ser apetitoso y por demás delicioso. Una vez comí, por sugerencia de un amigo, queso crema salado con una pequeña montaña de dulce de guayaba encima y me pareció exquisito, tanto que mientras eso me fue permitido, por los reales o el salario, no por la salud que, en buena parte, para incomodidad de quienes quieren que los viejos jubilados se mueran rápido, para equilibrar los gastos del Estado, está de lo mejor, lo estuve consumiendo.
La pandemia es una vaina seria y es verdadera, tanto que como un palo tiene dos puntas. Una podría ser como Bolsonaro que, de paso, no sólo se le acusa, sino que él como si se la goza, que le llamen fascista. Y se la goza, porque lo es y no pone ningún empeño en ocultarlo. Pareciera decir, como aquellos provocadores pueblerinos, ¡Si soy! ¿Y qué?
La otra punta de la pandemia pareciera Maduro, quien en contrario a Bolsonaro se define de izquierdista y por demás equilibrado; esto no lo es porque se defina como quien tiene en eso el trompo en la uña y este trompo es uno de esos seditas que dan vuelta parejita, sino de esos que llaman carretero, de punta corroñosa que mientras gira da saltos como si estuviera borracho. Y se va para allá y para acá, según le empujen, porque ni siquiera le dejan que tropiece. No. No se define equilibrado por eso, sino porque según él, no sufre de trasnochos, los trasnochados son otros y estos, como los borrachos, por andar medio dormidos, sólo medio y por eso andan por la calle caminando y mirando lo que acontece, suelen tropezar. Por lo que Maduro al verles, porque así él les ve. dando traspiés, les grita: ¡Sí! ¡Soy izquierdista! ¡Y qué!
Es decir, se parecen en que uno se empeña en definirse con orgullo de una vaina y el otro también. Sólo que uno está seguro que Bolsonaro es lo que dice. No cabe dudas y el tipo para nada lo disimula ni lo disfraza.
Maduro y Bolsonaro son tercos. Y los extremistas suelen serlo. Creen tener a Dios agarrado por las barbas y la verdad, con el Creador, los tienen en sus carteras. La verdad es todo aquello que ellos y sus grupos acuerden; si en la calle pasa una vaina distinta, no le paran a eso, la verdad es esta. "Qué nosotros acá dentro decimos que la pandemia es paja, no existe, ese es un invento chino, inventado por China para poner al mundo de cabeza y torcerle los ojos. Es entonces mentira que en las calles de Sao Pablo y Río la gente se muere en las calles de esa vaina, eso es pura mentira."
"Que el salario de los trabajadores es una miseria, como dicen en la calle los izquierdistas trasnochados, es mentira, vean aquí mismo, en Miraflores, como estamos." Y llevan a palacio a los invitados extranjeros antiimperialistas para que vean "cómo, en Miraflores, se come que da gusto. Eso es paja que inventan los trasnochados, agentes del imperio".
El discurso es como el mismo.
Por su visión capitalista, como la de Trump, cuando la pandemia tocó las puertas de su país, casi en los umbrales de un nuevo proceso electoral, y amenazando con contraer la economía si apelaba al tratamiento de distanciar a la gente que implica detener el ritmo de ella y aumentar los gastos del Estado en los tratamientos, optó por ignorar esa amenaza. "Esa es una simple gripecita" dijo y sigue diciendo Bolsonaro. Por los gastos del Estado no se preocupa, pues según su visión, la pandemia y los muertos no son verdad, eso lo inventan sus enemigos. Con lo que se puso, como Trump, en un extremo y este por eso, perdió las elecciones. A raíz de la decisión tribunalicia que favoreció a Lula y le devuelve sus derechos, como el de optar por la presidencia, de inmediato, las encuestas, revelaron que Bolsonaro estaba de capa caída, como el mismo Piñera en Chile, quien al inicio quiso hacerse también el loco con el virus.
Maduro, en eso, también se parece a Bolsonaro. No porque nuestro presidente haya descuidado la pandemia y hubiese optado por no pararle, sino que hizo exactamente lo contrario; se ha ocupado bastante, pese las dificultades económicas por las que el país atraviesa, pero en parte por culpa suya. Es decir, Maduro, en eso, como Bolsonaro, se comporta como un extremista. Es cierto, es lo que percibo y creo, los números de contagiados y muertos en Venezuela, que puede sean superiores a los que el gobierno admite, como dice mucha gente, tal que se rumorea que en Anzoátegui la realidad es totalmente diferente a lo que anuncian los boletines emitidos desde Caracas, cosa de la que uno no sabe y, por simple observación, cree que este rumor tiene mucho de interés político, lo que no implica desconocer haya diferencias, tomando en cuenta la poca velocidad que se le imprime a las informaciones y trasmisiones de datos.
Maduro en eso ha sido el polo opuesto de Bolsonaro o lo que es lo mismo, aunque en lo formal parezca contradictorio, son iguales en lo extremista.
Bolsonaro, a lo Trump ha intentado que la economía no se paralice y como buen capitalista, y deseoso de mantener el respaldo en ese mundo, optó por ignorar la pandemia y que todo siguiese como venía y al muerto al hoyo y se acabó la vaina. Para eso soy extremista. ¿Y qué?
Maduro, como contrario al presidente brasileño, pero también extremista como él, viendo a la economía venezolana de hecho paralizada, desde mucho antes que en China se hablase del Covid-19, y habiendo oído decir que este se combatía, en primer término, con distanciamiento y hasta paralización de actividades que reunían gente, se dijo para sus adentros:
"¡Cónfiro, me llegó lo mío! ¡Cada uno tiene su dios particular quien por él vela! ¿Cada uno con su capullo! El mío me mando este regalo o tabla de salvación. ¡Esto es cómo preguntarle a santo si quiere vela!"
A Maduro se le veía, pese su casi hablar contingente de todo, como quien no sabe en qué fijar la atención, ni tampoco como atraerla; no teniendo plan alguno para resolver las contingencias diarias, como la caída de la producción petrolera, el salario, los servicios públicos, caos monetario, inflación, para lo que no tenía respuesta y por lo que había optado aquel cuadro ignorar, como quien cree que de esa manera la gente lo olvida, pese la oposición como borracha le daba todos los argumentos para se salvase, primero la MUD y luego Leopoldo López y Guaidó, con sus guarimbas y actos terroristas, cuando la cosa estaba de ante ojito, de repente se vino encima la pandemia. Y desde el primer momento se agarró de ella como naufrago que en medio del mar se le atraviesa una confortable tabla.
Y entonces, extremista como Bolsonaro, se pegó de ella y no la suelta. A toda hora habla de ella o manda a otro que lo haga por él, porque también "eso es mucho camisón pa` Petra", "cansa y fastidia", pero de ese clavo no se suelta, con la misma fe y empecinamiento que Bolsonaro hace lo contrario. Parecieran unos tipos distintos haciendo lo mismo, empecinados en algo, pegados en la misma tabla, pero de los lados contrarios, para salvar el pellejo.
Mientras en Río y Sao Pablo y a lo largo de Brasil mueren miles de personas y surge una variante más agresiva del virus allá mismo, Bolsonaro eso ignora para que, según él, le economía prospere y no siga decayendo. Maduro, no teniendo nada que hacer, ofrecer en el campo económico, tanto que de eso no habla ni siquiera en los espacios usuales para la propaganda o "la pausa comercial", se pega de la pandemia para salvar su prestigio y futuro político y los de los suyos.