Amaranta Roja: El vanguardismo, guerrillero o electoral, con las masas, sólo amor en el discurso

La lucha de vanguardia, aquella que desarrolló la guerrilla, sin desconocer la audacia, arrojo y capacidad de sacrificio que la caracterizó, casi hace héroes a quienes en ella participaron con ahínco, tanto que abunda mucha gente que les tiene como tales; sólo que, como dije en trabajo anterior, hubo muchos grupos guerrilleros y en distintas etapas, por lo que los simpatizantes o partidarios de cada uno de aquellos tiene los suyos que no son los mismos de los otros. Cada grupo hace de aquellos combatientes su valoración particular.

En mi trabajo anterior dije que la lucha guerrillera había sido un esfuerzo, sacrificio inútil, derivado de un efecto ecuménico como lo fue la "Revolución cubana", pero también, sin duda alguna, una "consecuencia forzada" de la guerra fría. Dije que esa lucha, una ejecutada por la pura vanguardia y en base a razones como demasiados abstractas, ajenas al sentir y los problemas de la gente, hasta esa misma clase obrera que, en el imaginario "revolucionario" es la vanguardia de la lucha contra el capitalismo, había surtido un efecto contrario, como contener las luchas del movimiento popular y particularmente de los trabajadores. Hablo del imaginario, porque en veces, pese se hagan alusiones a los pensadores, no se pasa de allí; como cuando uno en la escuela repetía un caletre; por lo que, en veces, las recetas que se usan son para enfermedades distintas o inexistentes.

Se habló entonces del "foquismo", una idea o propuesta imaginaria, con mucho de infantilismo y hasta poesía. Sería el guerrillero como el "Flautista de Hamelin", en el mejor sentido, que a los primeros tiros y gritos de "¡muera el capitalismo!, ¡abajo el imperialismo!¡muera la opresión!, las masas, en las ciudades, se levantarían y en lugar de tomar las calles reclamando sus derechos, se irían a las montañas a enrolarse a las guerrillas y entrar a las ciudades, tras sus comandantes, a ayudarles a instalarse en las oficinas del poder. Eso sí, a ponerse a la disposición de ellos y esperar por sus órdenes y disposiciones. Algo así, como los roles de los dioses griegos y el pueblo en la literatura épica. La realidad no importa, la opinión y deseo de la gente ya está contenida en planes y proyectos ya puestos en práctica en otros sitios que, si allá no germinaron, no importa, que aquí sí lo harán, asegura la vanguardia.

Dijimos que, en muchos sitios, como en Colombia, la lucha guerrillera, que allí lleva más de 60 años, no logró el sueño del foquismo y, más bien, se activó como un somnífero que hizo que el pueblo, las masas del vecino país, se mantuviesen como observadoras del enfrentamiento de aquella contra las fuerzas del gobierno y los problemas de la gente no tuviesen interés para nadie. Y, lo que, es más, la influencia de los negociantes de la droga aumentó de manera significativa y fue todo aquello motivo y excusa para que, en ese país, se instalasen 11 bases militares gringas y hasta sus autoridades lo incorporasen a la OTAN, con lo que esta encontró como un "place", para creerse con derecho a hacer la guerra en nuestro espacio.

Pero la lucha guerrillera, implica otro riesgo que es fácil comprobar con sólo mirar el universo con sentido crítico. Ella, por sus rasgos, particularidades, deriva hacia el personalismo o lo grupal. El y los jefes guerrilleros, por la cultura misma que en ellos toma cuerpo, como cualquier cuerpo militar, con una concepción vertical del mando, terminan por asumir, pues se creen con derecho a ello, lo que corresponde al colectivo. Eso lo justifican en el carácter de la contingencia. Pero termina siendo bastante de aquello que decía Bolívar, la vanguardia se acostumbra con el tiempo, por los fragores de la guerra, a mandar y ser obedecida. Entonces ella, se confunde y cree el pueblo e imagina que, sus elaboraciones, pensamientos y hasta deseos, son los mismos de él y en esa creencia actúa y se impone. Es eso algo como religioso y ecuménico.

Pero para ser practicante de acciones vanguardistas, personalistas y grupales, entendiendo se trata de poner los deseos, hasta de buena fe, de la vanguardia por encima de las aspiraciones, demandas, las posibilidades de la gente y de la sociedad toda y sus particularidades, no es necesario ser guerrillero, no haber llegado al poder por medio de la guerra convencional, ese de los fusiles, balas y cañones. Como también es falso que, para cambiar un modelo inoperante e injusto de sociedad y volverlo equilibrado y sano, es factor determinante la fuerza de las armas. El cambio del modelo feudal al capitalismo, no fue por un acto de fuerza, ni existe una marca, un hito que marque la ruptura.

La historia reciente de la humanidad ha dejado demasiadas evidencias que, para construir el socialismo, no es el poder militar la condición determinante y, tampoco, contar con los votos necesarios, como ganar veinte elecciones y por el mandato del voto popular estar en el poder el mismo tiempo.

Pero hay otro asunto a dilucidar. La lucha electoral, esa que se desarrolla buscando el voto sin importar los medios, tiene carácter de una guerra, pero "por otros medios" y donde las armas de otro carácter entran en juego, como la mentira, oferta engañosa y hasta venderle a la gente un candidato idealizado y simple mercader como dirigente y digno para ejercer el gobierno.

Y en esta "guerra", privilegiar los planes para cambiar la sociedad, al ritmo y carácter que ello sea posible, para lo que requiere demasiada "racionalidad y realismo", tanta que estorban en la contienda por ganarse los votos; por lo que repartir mortadela toma el lugar de las ideas y planes del colectivo. Ganar las elecciones, mantenerse en el poder, sin importar mucho para qué, salvo los intereses muy particulares del grupo o de la clase que domina y no aspira cambiar nada, por lo menos en lo sustancial, hace de los buscadores de votos, hábiles para eso, capaces de usar las armas que sean pertinentes, las figuras descollantes e indispensables en la vanguardia. Alguien, muy conocido, de la "dirigencia", del gobierno y supuestamente desde la izquierda, con demasiado peso, acaba de repetir a su manera, una vieja prédica de la derecha, del oportunismo del electoralismo, "aquí no hace falta haber leído a Dussel, Marx, Gramsci, Sartre ni a nadie. Pero si los buenos para pegar cartelones y conseguir los votos". Le faltó decir, ¡vengan al frente y al poder los repartidores de las cajas clap y los rollos de mortadela".

Para el electoralismo, como para la vanguardia guerrillera, aquello de lo "participativo y protagónico", tampoco tiene significado alguno y si acaso, es el simple hecho de votar o ayudar a la vanguardia a buscar los votos. Es más, para esa "vanguardia", no es más que una simple consigna para eso, ganar adeptos y votos. Los electos "sustituyen", toman el lugar del pueblo y ejercen, y que atendiendo, si acaso, las demandas de aquél, que nunca son como ellos las conciben o imaginan, ni en contenido y forma.

Por esto, hay que saludar lo que está sucediendo en Chile y Colombia, donde hasta ahora, las masas en las calles, conducidas por personajes anónimos, víctimas de las injusticias y mezquindades del modelo, están proponiendo cambios inmediatos de mucho significado que empiezan por demandar reformas constitucionales. Y hay que reclamar por los intereses vitales de la gente, como la salud y un salario digno y contra la descarada parcialización de los gobiernos por los intereses del capital, sólo por mantenerse en el poder; una revisión de los partidos de la izquierda que, pese en buena mayoría se definen como intérpretes de las clases explotadas, de los trabajadores, del pueblo todo, en la práctica terminan actuando, llegados al poder, como los de la derecha, creyendo que la sociedad se cambia y hasta mejora, por el solo deseo y disposición de ellos y para lo que la participación popular es un estorbo; terminan ellos, como los de la derecha, cambiando lo participativo y protagónico, por la mansedumbre. Que el pueblo espere, "rodilla en tierra", lo que de él demande la vanguardia; y esta le conceda dádivas y órdenes, porque como en el slogan de aquella vieja "publicidad ARS", el pueblo está obligado a dejar que la vanguardia piense y decida por él.

Ahora en Chile, en la segunda vuelta electoral ha sucedido algo digno de tomar en cuenta y que fortalece lo que hemos dicho. En la primera vuelta, en favor del proceso constituyente, la participación popular fue masiva, acorde con el volumen y energía de las protestas; pero en la segunda, esta de ayer domingo, sólo para elegir casi todas las autoridades no electas en la primera, fue apenas del 19.6 %. Es decir, hubo una abstención superior al 80 %. Significa que el pueblo chileno, está lanzando un mensaje, según el cual, no se trata de elegir autoridades para que hagan lo que les parezca, a su placer, "lo que les salga del forro", sino para que vayan al fondo del asunto y atiendan a sus demandas y exigencias. El pueblo reclama su liderazgo, su derecho a lo participativo y protagónico, a lo largo de todo el proceso y en contra de la tendencia vanguardista a secuestrárselo. Por eso si fue masivamente al voto constituyente.

La contienda electoral tiene tanto de vanguardismo, egocentrismo, grupal y personalismo, para no decir autoritario, como la guerra con las balas y fusiles. En ella, los partidos que terminan siendo máquinas puramente electorales, no tienen interés, ní les conviene, la opinión del colectivo. Se trata sólo y por encima de todo, de conservar el poder y eso se logra sumando, a como dé lugar, los votos necesarios y, algo primordial, no siempre bastante votos, sino los suficientes para ganarle al contrario. A los ganadores en las contiendas electorales, generalmente les embarga el mismo espíritu y cumplen igual rol de los comandantes guerrilleros, o los militares de la guerra y, cuando alcanzan la victoria, los sentimientos que les embargan, incluyendo los de grandeza y derecho a decidir, son los mismos. Entienden que, con el voto, el pueblo le entregó todos sus derechos, sabiduría, competencia, actitud y aptitud para cambiar lo que sea menester cambiar.

Entonces el asunto vital a abordar, no es el asunto electoral mismo, sino la concepción de partido, el rol del liderazgo, el papel de las masas y el verdadero significado de lo participativo y protagónico.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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