El socialismo como vía hacia el comunismo, tiene sus objetivos, medios, fines escritos desde finales del siglo XIX, y ha sido actualizado de acuerdo al devenir histórico1 por varios autores. El nodo gordiano está en cómo hacerlo, cómo llevarlo a la práctica, en cómo concretarlo en este siglo. Con instituciones IV republicanas, –en lo que concuerdan nutridas opiniones2-, no lo lograremos. Las instituciones, se han convertido en un muro de contención para la construcción de una nueva Venezuela, están perdiendo vigencia y legitimidad, lo que podría retrasar el proceso tomando en cuenta que actualmente, no hay la suficiente madurez política ideológica en las mayorías explotadas-dominadas3. Pareciera necesario entonces, una nueva institucionalidad para esa ‘humanización de la humanidad’ y del poder-todo-pueblo que esperamos en la nueva Venezuela.
Al respecto, Gilmar Mario, coordinador nacional del MST de Brasil (1), nos alerta diciendo: ineludible es...”enfrentar un Estado estructurado históricamente para no atender las demandas sociales... el combate debe darse en la disputa por la participación de la sociedad”. Si el sur de este proceso venezolano, es una verdadera participación social, donde el ciudadano sea el actor y protagonista del quehacer y de la administración política y económica de la sociedad, en esta etapa del proceso, las instituciones, deberían ser las garantes de la implementación del modelo de desarrollo-, actuando ‘solamente como instrumentos del pueblo’, sin usurpar la soberanía de éste. No pueden exhibirse verticales, con sujetos pasivos y políticas emitidas desde arriba.
En ese sentido, aportamos para el debate de esa nueva institucionalidad cuatro (04) aspectos, a saber:
a) Una filosofía consciente del carácter transitorio de la institución4, donde su visión, el ‘para dónde vamos’, sea “…una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y descentralizado, que consolide los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia…, para esta y las futuras generaciones; asegure el derecho a la vida, al trabajo, a la cultura, a la educación, a la justicia social y a la igualdad sin discriminación ni subordinación alguna…, donde se defiende el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio democrático de la voluntad popular…, la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo… La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo”, tal y como rezan los principios fundamentales de nuestra Constitución. De allí que la misión para lograr esa visión, -en primera y cualquier instancia-, consistiría en brindar a las mayorías explotadas-dominadas, las herramientas para su emancipación, con las cuales, en ejercicio de sus poderes creadores, se posicionen de su conciencia de clase y sean protagonistas de su propia historia. Las estrategias, objetivos, plan operativo, otros, derivaran de lo anterior de acuerdo a las especificidades de cada una.
b) En ese orden de ideas, el personal que conforma esas instituciones, no puede ser un ‘funcionario’, ni siquiera un ‘servidor’ (basta de subordinación), sino de un acompañante, un animador, ‘un combatiente por la vida’, como diría Alí. Ese talento, es lo que definirá la capacidad institucional. Debería llenar –mínimo-, tres requisitos: 1) claridad ideológica y compromiso con la visión de sociedad; 2) probidad, y 3) dominio teórico-metodológico-contextualizado en el área o sector donde ejercerá sus funciones. En cuanto a las capacidades gerenciales se generarían a través de talleres. Todo ello, podrá garantizar una gestión coherente con la visión y misión. Pregunta obligada: ¿el actual ‘personal de confianza’ de las instituciones llena estos requisitos?
c) La estructura-organización funcional debería ser horizontal en consonancia con uno de los valores de la construcción de esa nueva Venezuela ‘el respeto por el otro’. Valor para incentivar la participación. ¿O se pretende alcanzar la visión con instituciones jerárquicas, verticales, tipo cuartel? Y,
d) elaborar indicadores de gestión institucional (eficiencia, eficacia) e impacto (efectividad), que garanticen la evaluación
organizacional continua (instrumentos y procedimientos), como vía para ser mejores, para corregir errores, para crecer. En cualquier proceso, la evaluación debe ser rigurosa, sistemática e impostergable.
A propósito, ¿se conoce el balance de los planes de la nación 2001-2007? En próximo artículo nos aventuramos a una aproximación.
Referencias.
(1) Glass V. 2004. Crítica sin ruptura. Movimientos sociales ante Lula. Revista Question. Año 3, nº 25. Julio 2004. pág. 37.
(2) Sanoja y Vargas. 2006. El modo de vida socialista. Revista Question. Mayo 2006. págs. 3-5.