Por lo que dijo Lula, dicen y asumen tantos ahora en América Latina, según el dogmatismo es contra Chávez (II)

Los sueños de un revolucionario noble

pero ciego. Equivocado, pero no engañaba,

porque eso, en él, no tenía cabida.

Nota: Por quienes no leyeron la primera parte y pudieran querer hacerlo, lo que de antemano agradezco, pues sería lo recomendable para hallar la relación entre el título y el contenido de lo que sigue, pongo el enlace correspondiente: https://www.aporrea.org/ideologia/a305540.html. Recuerdo o advierto al lector, se trata de un capítulo de una novela ambientada en la mitad de la década del 60 del siglo pasado venezolano, pero que en buena medida recoge o pinta el cuadro de ahora.

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Los dos jóvenes compañeros, únicos presentes todavía, aparte del durmiente, sin intercambiar palabras, reaccionando conforme a un acuerdo previo, se abalanzaron sobre el misterioso libro.

Le revisaron de principio a fin. Había allí, como dos libros. El impreso originalmente en letras de molde, salido de la imprenta, el de Reed y otro, escrito a mano en los espacios que antes estuvieron en blanco.

Cada día, de los que Reed narra y deja constancia de los acontecimientos en la Rusia de comienzos del siglo veinte, estaban comentados en tinta de bolígrafo y a puño y mano del dueño de aquel libro.

Cada hecho era comentado con expresiones como "exactamente como ocurre ahora aquí".

Según aquellos comentarios, escritos en los márgenes, todo lo que aconteció en aquellos trascendentes 10 días, estaba sucediendo en Venezuela. Por las notas, uno veía a la clase obrera desparramada en las calles, en las puertas de las fábricas, no ya reclamando mejoras en sus condiciones de trabajo o protestando por algún acto oficial, sino llamando a la sublevación, a la toma del poder por la clase y hasta postulando cambiar la sociedad.

Desde lejos, mirando desde encima de una tapia o azotea de edificio alto, en el centro de la ciudad, se veían las largas columnas de campesinos, armados de cualquier cosa, marchando iracundos. Humaredas enormes se levantaban en caminos polvorientos. Pero no venían todos a encontrarse con sus compañeros de ruta, los obreros de la ciudad, para reclamar "todo el poder" para ellos, porque una buena parte invadía fábricas, latifundios y desalambraba.

En escuelas y universidades, todos los días, uno tras otro, hasta que llegase el "momento dado", las aulas se quedaban vacías; los muchachos se volcaban iracundos a las calles con sus puños alzados y esperaban la orden para "asaltar el cielo".

Los soldados, más discretos, para eso son soldados, gente de cuartel y disciplina, frotaban sus manos con angustia y desesperación, mientras esperaban el llamado, la señal convenida.

En una hoja en gran parte en blanco, del décimo día, y en la cual se cerraba el capítulo final, había una nota larga, escrita con mucha firmeza y claridad, tanta que la tinta era refulgente. Había que cerrar los ojos, la luminosidad era excesiva.

"El capitalismo, como en el año 29 gringo, se desploma. El nuestro, que es marginal, está peor que un viejo castillo de naipes. Es suficiente soplar para que se venga abajo. Como en la vieja Rusia, el corroído poder político se deshace."

En otra de aquellas hojas había como un resumen de las circunstancias, hecho como quien estuviera armando no un rompecabezas, sino un cuerpo o cuadro al gusto, con piezas que se ponen porque entran en cualquier parte, a la medida. Estaba elaborado en dos partes:

"Condiciones objetivas:

1. El ejército está destruido, en lo poco que queda cunde la desmoralización y el deseo de cambio.

2. El aparato productivo destruido y reclama se le reconstruya.

3. Obreros y campesinos movilizados, de arriba abajo y abajo arriba esperando sólo una señal

4. Las clases dominantes desalentadas, confundidas y con los motores encendidos

5. En fin, el sistema y la sociedad toda en crisis terminal.

Condiciones Subjetivas

1.- El partido está en un nivel de organización óptimo. Su inserción en las masas es insuperable.

2.- La línea política estratégica, la táctica, las formas cotidianas de enfrentar cada coyuntura funcionan como reloj suizo.

3.- La inserción en el ejército formal, o en lo poco que de ello queda, nos garantiza una acción rápida y contundente.

4.- El ejército irregular nuestro, el armado que está en la calle y el vigoroso en los frentes guerrilleros, nos aseguran el triunfo."

En la parte final de la hoja, la tinta parecía pasar al otro lado. Tal fue la fuerza y vehemencia que imprimió al bolígrafo al escribir esa parte de la nota que decía:

"Están dadas las condiciones objetivas y subjetivas para llamar a la toma del poder. Sólo es necesario que prenda una pequeña llama y se "incendiará la pradera". Un pequeño gesto vanguardista, por insignificante que parezca, en cualquier parte del país, desatará el gran acontecimiento y entonces podemos pedir todo el poder para nosotros."

"Definitivamente, debemos proponer al partido que nuestras fuerzas en ciudades tomen cuarteles y frentes guerrilleros bajen triunfantes, será poca la resistencia. Ha llegado el momento. Todo está claro."

De repente, vieron al "viejo dirigente" levantarse de la hamaca y avanzar hacia ellos; en la frente, una de esas linternas que suelen usar los cazadores, con un foco enorme; pero no llegó hasta ellos; no se percató que leían su libro, hizo señas como si llamase a una multitud, se agitó, cubrió su cuerpo con sus propios brazos y volvió a la hamaca sin luz.

Luego de presenciar aquello, uno y otro, alternándose, leyeron esas notas y otras más. A medida que lo hacían intercambiaban miradas y emitían gestos de desaprobación. Pese su juventud comprendieron que "el viejo", había extrapolado el libro a la realidad. Lo que Reed narraba, el dueño del libro lo ensartaba en su mundo real. Como si estuviese en el pasado y recorriese las calles de Moscú en 1917 y no en la Venezuela de la mitad de la década del sesenta.

Vieron el libro, los dos al mismo tiempo; se les apareció sobre las páginas abiertas, en una calle de Moscú al viejo recorriéndola, al frente de una multitud abigarrada, oliendo pólvora, sudor de proletarios y gritando, con puños alzados y una sonrisa abierta y espléndida, como la de un niño que sueña, mientras corre detrás de un volador:

"¡Viva, al fin somos libres! ¡Es nuestro el poder! ¡Todo el poder para los soviets!"

Había allí pues en ese libro, un mapa, siguiendo día a día a Reed, o mejor a la revolución rusa, hasta llegar a diez, para la toma del poder en Venezuela.

Devolvieron el libro al sitio donde estaba, a su posición original, para eso, antes mentalmente y en pareja, elaboraron un plano. No era necesario que su dueño se enterase que le habían violado su secreto, propiedad material y descubierta la fuente de su sabiduría.

Sin hablar del asunto, ni ponerse de acuerdo, los dos, juntos, se marcharon, antes cerraron puertas, ventanas, borraron toda señal de presencia humana y dejaron que el viejo "dirigente" siguiese soñando.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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