¡Hay que estar mosca! De repente a uno le confunden con otro y hasta le cobran cuentas que no tiene.
Hasta mi llegó el ruido. A un anacoreta que se goza la pandemia porque le vino como al pelo. Tanto que mi viejo amigo, desde los tiempos de la Escuela de Derecho en la UCV, Emiro García Rosas, suele decir de mí, "Eligio es un caracol, vive metido en su concha". Pero pese a eso, mi encerramiento, que no se moverme o desempeñarme en eso que llaman WhatsApp, supe que un tal Julio Escalona, había escrito un artículo donde, pese justificaba al presidente, a quien pinta como un secuestrado de unos piratas o corsos que asaltaron el barco en el océano y en buenos acuerdos y relaciones con otros que estaban a bordo, lo tomaron y le dieron un rumbo diferente, hasta para ir a vender la carga en el primer puerto en la nueva ruta, que prendió las alarmas, radio bemba y motivó miles de intercambios por las redes.
Fue como si en algún punto de la ciudad o ciudades, hubiese estallado una bomba, causado algunos estragos y cada quien sintió necesidad de hacérselo saber a quién tuviese al alcance por cualquier vía. Y hasta sucedió, como cuando estando en una fiesta familiar, con la presencia de los infaltables amigos y los amigos de estos, llega una noticia, un rumor negativo o sobre la vida íntima de algún familiar, los estrictamente interesados se lo comunican secretamente, en cuchicheos, pero con rapidez.
- "Reaccionó Julio", dijeron algunos, "¡Por fin salió de ese mutismo al que se sometió o se vio obligado a someterse, por lo menos por aquello de no echarle más leña al fuego y ocasionar más divisiones de las que ya hay!"
Y es que el silencio de Julio Escalona, el nuestro, pese su edad, que es más o menos como la mía, creo él me lleva sólo dos o tres años, pues le conozco desde que estábamos en la Juventud de AD, es estruendoso, suena en la conciencia, alma, corazón, anhelos y hasta tuétanos de cada uno de nosotros.
Sé de muchos más jóvenes que nosotros, que le tienen como referencia importante, faro y cuyo silencio les produce mucho ruido o también les duele y enceguece. Y hasta mucho les duele por lo tanto que los ciega y hasta inhibe. Como cuando afuera, pese el silencio sea pesado y hasta oscuro, adentro, en la cabeza, se escuchan fuertes murmullos y hasta estallido de cohetes.
Como a uno o a unos cuantos de nosotros, nos mortifica, incomoda y hasta duela, que nuestro querido "Chivo", Vladimir Acosta, en veces hable de fantasmas y de las formalidades de las ciudades Estados de Grecia, de los esclavos e ilotas de Atenas, de Filipo, el padre de Alejandro Magno, mientras el agua, en el espacio donde él y nosotros estamos, ya nos está rozando las barbillas y él sabe que nos hace falta su opinión para encontrar caminos adentro de Venezuela. Aunque compartimos plenamente lo que dice en su último artículo, tomado por Aporrea de "últimas Noticias", titulado, "Preguntas sin respuesta (I) y (II)", refiriéndose a los caminos para liberar a América, que parecen extraviarse o estar extraviados, "Descubrirlos o hallarlos para poder pasar, apartando de entrada los menores y consiguiendo apoyo masivo y solidario para apartar entre todos los más grandes y continuar juntos la marcha, que tiene que ser masiva y dispuesta a la lucha, no puede ser calificado de pesimismo ni de ganas de complicar las cosas."
https://www.aporrea.org/internacionales/a306488.html
Pero justamente, adentro, en Venezuela, debemos empezar por hallar nuestros caminos que nos unan y no dispersarnos por sectarismos u odios infundados y esto se hace más difícil si los más ilustres, los mejores faros y con mayor grado de influencia por su historia y nivel intelectual, por las razones que sean, callan o se evaden. No se trata tampoco de echarle más leña a la candela o ponerse en una esquina a desafiar al otro sino de interceder para "hallar los caminos de encuentro".
Y ellos, como cuando éramos muchachos, no pueden decirle a uno, por hacerle estos reclamos, "no te metas en esa vaina porque ese no es problema tuyo". No pueden, porque cuando uno se mete en los problemas inherentes a todos, la comunidad y contrae un compromiso noble, se queda allí atado, sujeto a la crítica y que, de los más destacados como ellos, todo el mundo esté pendiente y esperando el qué dirán.
No les está permitido decir "hasta aquí llegué y déjenme tranquilo". Tanto que con Bolívar después de tantos años de su muerte, todavía nos ocupamos de él y eso le sucede a todo aquel que se mete a redentor, no le queda otra opción
que "morir crucificado" si ese caso llega. Y quienes optan por hacer lo que sea necesario y al ritmo que permitan las circunstancias, para cambiar la sociedad de injusta a justa, como hacer de redentores, y por años fueron para muchos los faros, hay que correr los riesgos que eso implica.
Por eso uno estará siempre pendiente de lo que digan Julio Escalona y Vladimir Acosta para aplaudirles, apoyarles o manifestarse en desacuerdo con lo que digan y hasta dejen de decir.
María Alejandra Díaz, llegado a un punto, se percató que lo que acontecía estaba muy lejos de lo que ella cree y desea. Es más, asegura que, también del sueño de Chávez y lo deja saber. Y escribe para remarcar eso y dejar constancia de su compromiso, responsabilidad y coherencia. No hay en ella el más mínimo síntoma de querer evitar roces, perder lo que sea menester, a cambio de callar o cambiar el discurso.
Tampoco se acoge a algo muy usual, muy del gusto de algunos, como aquello de "prefiero callar, hacerme el loco, fugarme, para no contribuir a dividir la torta más de lo que está. No quiero cargar con esa culpa. Por eso, de ahora en adelante, me mantendré apartado y hasta sembrando orquídeas".
Luis Britto García, anda en lo mismo; es decir, un poco como María Alejandra. Claro, por su enorme cultura, estilo, sobre todo esto, estilo, disponibilidad para el manejo de recursos literarios abundantes, hace como esos personajes que, como Andrés Eloy Blanco, son capaces de meter la espada hasta la cacha, con tanta fineza que el herido no siente ni la picadura y de la misma manera envaina y deja la sensación que nada hizo o dijo. Tanto que el herido sonríe mientas el filo entra a sus entrañas, regresa a la vaina y el esgrimista le mira y le sonríe. Sólo quienes quieren o tienen el talento necesario, como buena agudeza visual, se percatan de todo, hasta en el más mínimo detalle. Y a estos por lo menos estimula, da fuerzas, sensación que no están equivocados ni se han pelado en el camino.
Julio Escalona, el valenciano, ahora muy callado, tanto que desde hace mucho tiempo sólo he leído un artículo suyo en una página web, Costa del Sol, donde ambos escribimos, y el cual dedicó a decir de Maduro más o menos lo mismo que este Julio Escalona de ahora, el supuesto autor de un artículo puesto en WhatsApp, con la diferencia que este se manifiesta muy mal contra el gobierno todo, como que los culpables son otros y el presidente un secuestrado por un arrume de corsarios, hallé un hito que me puso a dudar. El autor habla de los años 80, cuando comenzó a juntarse con inconformes como él.
Por ese dato descarté fuese el Julio Escalona que conozco; tenía que ser otro y como no sé desenvolverme en esa red de información, opté por llamar al amigo que me envió aquel artículo y le hice saber mi sospecha y parecer.
Mi amigo confirmó mi sospecha, ya para ese momento cuando hable con él, tenía noticias que se trataba de otra persona y que el Julio que creímos en un principio había escrito aquello, antes había tenido que aclarar un incidente similar.
Pero eso sí, coincidió conmigo que el silencio, como sepulcral, porque algo de eso tiene, del Julio nuestro, el mismo que estuvo acompañando a Pascualina Curcio y otros en el reclamo salarial y el diseño de nuevas políticas económicas, unas que no hiciesen tantas concesiones al capital, hace demasiado ruido, por lo menos entre muchos de nosotros. Habrá quienes de él no se acuerden o lo estén olvidando y quienes desean que nadie lo recuerde, pero en nosotros eso no sucede. Su silencio a nosotros revienta los oídos y descompone el cuerpo todo.
Como ya hemos escrito y dicho, muchos de los discrepantes, sobre todo en los asuntos económicos se están callando o siguen hablando, pero con la mitad de la boca, diciendo unas verdades por ella, mientras la otra calla, se cierra para que las palabras no salgan. Otros cambiaron el discurso. Y hay quienes escriben y hablan cosas que no creen; lo hacen porque deben cuidar las cosas que cada quien tiene como pertinentes. Y hay, en eso, de todo.