El significado esencial de la democracia y la revolución de amplio espectro

El significado esencial de la democracia como hecho político y social que ha determinado el curso de la historia de una gran porción de la humanidad se ve agrietado y desvirtuado por la práctica común de quienes debieran preservarlo y exaltarlo en razón de constituir uno de los pilares fundamentales de la vida en sociedad. La paradoja que surge de ello, entre democracia formal y democracia real, es la causa por la cual -tras siglos de enfrentamientos de distintos matices- las clases dominantes y los sectores populares continúan, cada uno a su modo, defendiendo sus intereses y derechos frente al otro, con algunos escasos momentos de paz social que hacen de la historia una sucesión de conflictos aparentemente interminable.

La importante participación de las mujeres y de los jóvenes en la actividad política podría influir de una forma decisiva en la construcción de un nuevo modelo civilizatorio y, por ende, en la definición y la construcción de un mayor nivel de democracia, ajustadas a las exigencias de las mayorías y a la necesidad imperiosa de modificar las estructuras actualmente vigentes, en beneficio de toda forma de vida sobre la Tierra. A ello se uniría lo que muchas personas alrededor del mundo están comenzando a impulsar como la íntima relación que debiera existir entre política, ética y democracia, viéndose en sus actores a los guías y servidores públicos que impulsarán, llegado el momento, el sentido de bien común que debiera extenderse entre todos los ciudadanos.

Sin embargo, habrá que advertir, simultáneamente, que los regímenes democráticos que pudieran existir en el mundo se hallan expuestos, por un lado, a la erosión provocada por la dictadura de las mayorías (expresada, mayormente, en una toma subjetivo-emocional y no suficientemente razonada de decisiones) y, por otro lado, por los intereses sectarios y/o oligárquicos de aquellos que controlan el poder, resultando compatibles sólo en la medida en que ambos sectores satisfacen sus propios intereses; estableciéndose en cada uno la convicción de que los mismos representan un bien intrínseco para todos. De igual modo, se puede afirmar que mientras exista esta convicción, se generará una pluralidad de principios morales que, según el cristal con que se mire, estarán siempre justificados, así éstos rocen la corrupción que tanto se cuestiona. La constante lucha por lograr la construcción de un orden social verdaderamente democrático tiene, entonces, una vertiente de tipo ético-moral que establecerá una profunda diferencia en relación con lo existente, entretanto se busque implantar un sistema de bienestar inclusivo, de mayor justicia social.

Cuando se advierte la deshumanización creciente de la sociedad vigente, es importante señalar la necesidad de rescatar y redimensionar los valores identitarios de la democracia, a la par que de la política, haciéndola algo más que «el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo», según la clásica frase de Abraham Lincoln. Habrá que rediseñar las tradicionales relaciones de poder, al igual que las estructuras del Estado, de manera que sea factible la soberanía popular, garantizando y cediéndole espacios a la organización, la participación y el protagonismo a que tienen derecho los sectores populares. Sería la opción más inmediata y práctica para solventar los acuciantes problemas con que se enfrenta el mundo cambiante de hoy, lo cual implicará emprender una revolución de amplio espectro.



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Homar Garcés


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