04-12-21.-Uno de los primeros y trascendentes embustes que a mí me metieron y yo me lo tragué gustoso y hasta contribuí a metérselo a otros, fue aquel de "aquí no hay ni un resquicio de legalidad y, en consecuencia, la única opción que queda es irnos a la lucha armada; en la ciudad y sobre todo en las montañas de donde bajaremos a la toma del poder".
Entonces existía aquello de la III Internacional que se reunía cada cierto tiempo, donde los partidos de la izquierda en el mundo iban como quien va a una iglesia, al sitio donde estaba el jefe de ella y de todos los que allí acudían a recibir no la línea, sino más bien el santo y seña. Para aquellos, la sociedad humana era como el sistema planetario solar, los planetas giran alrededor del sol y los satélites a su vez alrededor de aquellos y entonces en ese girar el día y la noche se turnan y la temperatura varía según donde se hallase el sol o los planetas. Nada era distinto, todo era igual, por eso la línea trazaba servía para abordar lo que fue y donde fuese. En eso no había cabida para el pele.
De la guerrilla cubana que bajó victoriosa, pocos se ocuparon de contabilizar los detalles, las particularidades, sólo importó los resultados y hasta los hechos posteriores, los enfrentamientos del gobierno recién nacido en la isla que atribuyeron, como curiosamente, a la forma de lucha utilizada.
Entonces si los del Movimiento 26 de julio y los Escambray fueron exitosos, eso sólo se debió a la forma de lucha y eso de por sí, es inherente a la lucha antiimperialista. El cuadro político internacional y el interno de Cuba, como la de verdad, dictadura de Batista y rechazo gringo por ella, porque se había ganado el repudio de todo el mundo, afuera y adentro, no contaron para nada.
Toda esa ristra de mentiras, que Chávez con su práctica se encargó desmentir, a mí me la vendieron como "científica y hasta dialéctica" y yo se la vendí a otros, sólo que yo era un muchacho. Y aparte de eso un romántico y soñador de aquellos que se satisfizo y se llenó de sueños con aquella frase de "tomar el cielo por asalto".
Pero antes, en mi militancia en AD, más muchacho todavía, me vendieron otra mentira gruesa; esa que los jóvenes y los adultos honestos y respetuosos, ubicados en una visión del mundo desde la perspectiva del sentido común o enseñanzas estereotipadas y mohosas, comparten. Esta es que en los regímenes que ellos tienen o califican como democráticos, hay independencia de poderes.
De acuerdo con esa enseñanza y aprendizaje, el Congreso de EEUU es independiente, sus decisiones a nada que haya por detrás atienden. Eso que demócratas y republicanos tengan exactamente la misma línea diplomática, política internacional, como que Biden hace frente a Cuba y Venezuela, lo mismo que hicieron Trump, Obama y George Bush, es pura coincidencia. Que la línea agresiva de Biden ante China, respaldada sin titubeo por un congreso donde el gobierno es minoría, lo es tanto y con el mismo estilo de su antecesor es asunto de casualidades y porque los chinos intentan agredir a EEUU; para nada importa que, factores de la economía estadounidense, sobre todo granjeros, protesten porque les afectan sus excelentes relaciones con el país asiático que les compra hasta generosamente su producción.
Es sólo casualidad, "cosas del destino", que cuando se trate de desatar guerras, invasiones o poner bloqueos a determinados países, el congreso, las dos cámaras, "como un solo hombre", no duden en respaldar al gobierno. ¿Eso es justamente, resultado de la independencia?
La independencia de poderes, en lo que a Venezuela concierne, tiene su mejor ejemplo en el juego de dominó. En los tiempos de la presidencia de Betancourt, siendo Gonzalo Barrios, un personaje tenido como muy hábil y correoso, el manejador de las relaciones de su partido con sus aliados, carnales, como lo eran Copei y URD, era frecuente que todos los problemas por resolver entre ellos se ventilaban en una mesa de dominó la tarde de domingo.
En esa mesa se decidía quiénes serían los directivos de ambas cámaras y en consecuencia del congreso todo, recordemos que, hasta la constitución de 1961, derogada en 1959, el Poder legislativo nuestro estaba formado por dos cámaras, diputados y senadores. Y allí, alrededor de la mesa de dominó, hasta en momentos que trancaban la cochina, también se tomaban las decisiones fundamentales que el Congreso debía aprobar.
Generalmente, la presidencia de aquel congreso y de la Cámara de senadores, que era el mismo, correspondía al partido del presidente de la república, lo que ya pone en duda su independencia y diputados al partido aliado que tuviese más votos. Tómese en cuenta que, durante el Pacto de Punto Fijo, los tres partidos ya nombrados operaban bajo una sólida alianza. Por esta y la "independencia del poder legislativo", los tres partidos y sus representantes se pusieron de acuerdo para inhabilitar a los diputados del MIR y PCV en ejercicio sin permitir el ingreso de suplentes. Por cierto que, vale la pena averiguar cómo votaron aquellos diputados, sobre todo los de URD.
Por la independencia de poderes, los jueces condenaban sin juicio previo a todo aquel inocente que la Digepol, la rapaz y sanguinaria policía política, presentase a un tribunal bajo la acusación de guerrillero o "alzado contra el orden". Como aquel célebre caso cuando condenaron en conjunto, bajo la misma acusación y pena, como si fuesen uno sólo a un montón de muchachos en menos de media hora. Por esa misma "independencia", ningún tribunal u organismo competente asumió la tarea de averiguar lo relativo a la aparición del cadáver del profesor Alberto Lovera flotando en las playas de Anzoátegui y por ella, tampoco se averiguó la desaparición de mi bello amigo y compañero, Bartolomé Vielma Hernández.
El tercer embuste, es el relativo a la figura de dictadura. Todavía quedamos unos cuantos especímenes que vivimos la dictadura de Pérez Jiménez y la "democracia" de Betancourt. Aparte que conocemos bien cómo fue la cosa en los tiempos de Gómez y en las más nombradas dictaduras de América Latina, como la Strosner en Paraguay, "Chapíta" Trujillo en dominicana, Batista en Cuba, Pinochet en Chile y antes Rojas Pinilla en Colombia.
De todas las anteriores, vale la pena señalar en manera particular las "democracia de Betancourt y Leoni", a quienes las clases dominantes a lo interno y externo, la "independencia de poderes", le permitieron ejercer toda clase de atropellos en nombre de la democracia por los exacerbados y hasta infantiles errores de la izquierda.
Lo anterior no significa que la izquierda, entre los tantos errores que cometió, incluyó violar la legalidad en muchos aspectos, pero al revisar la conducta del gobierno, ningún demócrata hallará justificación, como en asuntos de allanamientos sin orden judicial ni excusa, la tortura, desapariciones, asesinatos, presos sin juicio ni derecho alguno y aquel allanamiento colectivo de la inmunidad parlamentaria, sin diferencia alguna, que afectó a diputados en ejercicio, sin prueba de delito alguno y hasta contrarios a la lucha armada y, para más, hasta a quienes tenían el derecho constitucional de suplirles.
Y mientras todo aquello ocurría, la Corte Suprema de Justicia, por su "independencia" del Poder Ejecutivo daba su asentimiento.
La izquierda inventó lo de la ausencia del más mínimo resquicio de legalidad para justificar su cartilla importada de lucha armada y el gobierno se aprovechó de eso para ignorar la legalidad, justificarse en que sus enemigos eso mismo habían hecho, para imponer sus planes acordados con el capital externo a través Rockefeller, resolver en lo inmediato las contradicciones internas en AD y el puntofijismo en torno a lo mismo.
Lo curioso es que más de 60 años después, esta vez el bando contrario, la derecha, copiando no a Cuba, sino a los eventos sucedidos en Europa, aquello de las "revoluciones de colores, se haya metido en un proceso que la llevó de la "inocencia de aquello", a la violenta brutal, desconocimiento del orden todo y hasta a la promoción de la guerra, ha llegado a copiar a los revolucionarios de la década del 60 en lo relativo a que, aquí hay una dictadura, para justificar todo lo que han hecho, como si Venezuela haya parido morochos, sólo que la segunda criatura nació con demasiado retraso y revirada.