Según el diario New York Times, en América Latina hay como un volver de la ola cargada de gobiernos progresistas, la de aquellos tiempos cuando Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Kirchner, Pepe Mujica.
El Diario gringo hace referencia, como muestra de lo que anuncia, a los triunfos electorales en Perú, Bolivia, Honduras y recientemente en Chile con Boric. Pero también se atreve casi a adelantar resultados para el próximo año en Brasil y Colombia, con Lula y Gustavo Petro, respectivamente.
Se trata no de un trabajo u opinión de un o unos periodistas, sino algo con el respaldo y anuencia de la línea del diario norteamericano y esto tiene muchas implicaciones.
Es lo que uno mismo observa y piensa, sólo que, en este caso, lo sostiene e informa uno de los medios más importantes de Estados Unidos y el mundo y, siendo así, es como natural que, los lectores del más amplio universo y sin importar sus tendencias, visiones o concepciones, le presten la debida atención y tengan como valedera dicha percepción.
Si lo dijese uno, un simple mortal, pese tenga una percepción más realista por estar muy cerca de los acontecimientos, de las distintas maneras existentes para acercarse, como sentir los efectos de los cuales el diario gringo habla, quizás los lectores, que de paso sería un bajo número de ellos, no prestarían interés alguno o no le darían ningún valor.
Quienes firman dicho trabajo justifican los resultados dados y los que se avecinan en "los desaciertos económicos, la desigualdad, así como al mal manejo de la pandemia."
Pero además agregan que, "la izquierda ha prometido una distribución más equitativa de la riqueza, mejores servicios públicos y redes de seguridad social ampliadas."
https://www.aporrea.org/internacionales/n370466.html
Si antes de entrar en el estudio de la realidad de ahora, vamos un poco al pasado reciente, podemos recordar como en Perú, Pedro Castillo, un candidato salido casi del anonimato y sobre todo de los sectores más humildes, logró ganar en la primera vuelta, en medio de una enorme dispersión de tendencias, tanto de un lado como el otro y, en la segunda vuelta, pese la desventaja que significó se le asociase a personajes e historia de "Sendero Luminoso" de poco prestigio, para no decir otra cosa, logró aglutinar la fuerza necesaria para derrotar a la candidata de la derecha y Estados Unidos, la señora Keiko Fujimori.
Al estudiar esa breve historia, uno hallara una determinante causa; la inconformidad del pueblo peruano con las políticas sociales, económicas que venían implementando los factores de poder. La campaña electoral de Castillo, estuvo centrada en el abordaje de esos problemas y en un darle un vuelco a todo eso.
Si ahora recordamos lo acontecido unos meses antes en Ecuador, encontraremos los mismos motivos. La finalización del período de gobierno de Rafael Correa y la llegada de Lenin Moreno, por todo lo que sabemos, significó, para el pueblo peruano la vuelta de las políticas neoliberales. No es necesario hacer mucho esfuerzo para recordar, como el período presidencial antes nombrado, se caracterizó por un acuerdo entre el gobierno y el FMI que significó escandalosos aumentos directos, sobre todo en lo relativo a los combustibles y en consecuencia el efecto multiplicador, lo que desató persistentes protestas a lo largo de todo ese país que terminó con el poco respaldo que tenía ese gobierno. Si Guillermo Lasso, un agente de la derecha y del capital extranjero está de presidente en el Ecuador, fue por un mal manejo, para decir lo menos, de las relaciones entre el movimiento popular. Recordemos como parte del movimiento indígena, prefirió votar por el ahora presidente y no por quien representaba las fuerzas lideradas por Rafael Correa. Y es bueno saber, como ese movimiento, sobre todo el indígena, en este momento, ya aparece al frente de quienes luchan contra la gestión de Guillermo Lasso. Este ganó, no por él mismo y lo que representa, sino por la profunda división de las fuerzas progresistas, particularmente las asociadas al movimiento indígena.
Meses antes que se desatase la pandemia, en Chile, como en Ecuador y Colombia, eran persistentes y masivas las protestas contra las políticas neoliberales de Salvador Piñera y estas no eran distintas a las de los otros países nombrados, donde lo del salario y los servicios, como educación y salud, estaban en primer término. Sin olvidar que, en el país austral, a todo eso se agregaba la lucha, por sus ancestrales derechos, del combativo pueblo Mapuche.
Las protestas chilenas derivaron en un proceso constituyente en marcha, que elabora una nueva constitución y donde las fuerzas progresistas forman una mayoría por encima de las que representan a la derecha y reflejan los intereses del capital internacional. Y acabamos de ver, pocos días atrás, como Boric fue electo con una holgada ventaja sobre el candidato de esos mismos intereses.
El recién electo presidente chileno, en su primer discurso, puso énfasis en la común problemática de la gente, como el salario, el costo de la vida, la salud, educación y los servicios todos. Si algo digno der resaltar fue la ausencia de palabras estereotipadas, heroicas y épicas, para ocultar deficiencias y emocionar las galerías.
Todos sabemos también, sin necesidad no los haya dicho el New York Times, como se dice arriba ""la izquierda ha prometido una distribución más equitativa de la riqueza, mejores servicios públicos y redes de seguridad social ampliadas."
Hablando de Colombia, es del conocimiento de la gente, como en ese país, desde hace más de un año, se vienen produciendo constantes y abundantes manifestaciones, no contra el "imperialismo", de manera específica y abstracta, de lo que el común de la gente poco conoce e internaliza, sino contra sus agentes comunes y conocidos, los bajos salarios y todos los males ya mencionados que el modelo genera en su periferia, ayudado de manera deliberada o no por los gobiernos nacionales y locales.
Por esta inconformidad y pensando en un vuelco que signifique salir de esa tragedia y dolorosa situación, sabiendo que las fuerzas que hasta ahora han gobernado, representado en los dos tradicionales partidos colombianos, los votantes nacionales empiezan a pensar en una alternativa diferente que parece estar encarnada en Gustavo Petro. En ese país, tradicionalmente se produce una abstención gigantesca, demostración de lo poca fe que los nacionales tienen en las candidaturas y tendencias habituales.
Gustavo Petro, es una opción diferente, quizás vista como eso que el diario norteamericano llama de la izquierda.
En Brasil, hay poco que decir en este espacio porque la realidad de allá es por demás conocida. El presidente Bolsonaro ha dado por demás muestras de poca madurez y seriedad en todos los sentidos. Llegó a la presidencia ayudado por un infernal contubernio entre distintos factores que se valieron de infundios para invalidar a Lula. Este vuelve con su prestigio intacto y ahora ayudado por el descalabro del gobierno que, aparte de los problemas sociales ya antes citados en los casos anteriores, donde el salario, el alto costo de la vida juegan un rol descollante, confronta todo lo derivado de la irresponsabilidad como ha asumido el asunto del Covid-19, que ha hecho de Brasil uno de los más afectados por la pandemia.
Es cierto, no hay duda, como dice el New York Times, los gobiernos progresistas parecieran regresar en masa a América Latina, en virtud de los "desaciertos y la desigualdad".
Pero pareciera más ecuánime, acertado, decir que en América Latina, los votantes se están inclinando en favor de quienes creen pudieran resolverle esos problemas. Problemas que están lejos de resolverse con discursos, definiciones ideológicas, sino con medidas acertadas, manejo racional de la economía, poniendo interés en los problemas de la gente común, de quienes trabajan y no conformándose con ofertas a futuro, traslados imaginarios al paraíso, discursos llenos de poesía y sueños. Se trata de poner los pies sobre la tierra, porque si bien es cierto que "no sólo de pan vive el hombre" y no es tampoco una verdad completa que, "lo primero es el comer, la moral viene después", el salario, la salud, educación y servicios todos, como el agua, transporte, diversión, son vitales y es difícil que el común de la gente los sublimice, olvide, deje de reclamar y añorar, tentados por discursos sacados del heroísmo y de la épica.
Es decir, también es muy probable que frente a gobiernos, llamados o tenidos como "progresistas", por enfrentarse a EEUU o porque este país les acosa por razones bastantes conocidas, que los electores decidan contra él. Porque el discurso, las buenas intenciones, de poco valen ante la realidad que dice y muestra lo contrario. Este último caso es propio para recordar al Uruguay y el gobierno del frente Amplio".
La lucha contra el imperialismo y el capital pasa, en primer término por la defensa del salario y los derechos todos de los trabajadores.
Volvamos a la fuente NYT, según la cual ""izquierda ha prometido una distribución más equitativa de la riqueza, mejores servicios públicos y redes de seguridad social ampliadas."
Pudiera ser impropio y sacado de contexto decir que las políticas neoliberales, como aquellas que atentan contra el salario y el derecho de la gente a recibir servicios gratuitos y eficientes son negativas si las aplica un gobierno o gobernante, tenido en la cultura o jerga habitual como de derecha, pero no si esto mismo hace uno llamado o tenido como progresista. ¿Qué es una cosa, qué es la otra?