El dinero no paga una vida digna. El dinero es ahora y siempre será una herramienta de intercambio, que en sí mismo no significa nada. Midas, ese rey tonto, por su ambición, le pidió mucho oro al viejo compañero de Dionisio, Sileno, y él hizo que todo lo que tocara se convirtiera en oro. Es decir, el viejo fauno hizo que el oro se convirtiera en una maldición para Midas que, para él, por su ambición irracional, perdiera sentido útil todo lo que tocara (el valor de uso de las cosas), incluyendo el oro. Una metáfora valiosa para entender la futilidad de la sociedad actual cuando todo lo que toca se convierte en mercancía.
El "día a día" de la sociedad capitalista no nos deja ver su verdad más allá de realidades, de nuestras necesidades, necesidades básicas como alimentarse, tener sexo, preocuparse de la salud. O sean necesidades creadas por el mercado capitalista y la espiritualidad pequeñoburguesa, relacionadas a la ostentación, a la moda, a los excesos con drogas y el alcohol, a cosas superfluas. Pero más allá hay necesidades espirituales y existenciales que hoy cobran el carácter de necesidades urgentes.
Cambiar la mentalidad pragmática que obliga a la conciencia limitada de la gente a sólo resolver el "día a día" y a llenar el abismo de las insatisfacciones personales, es la tarea de una verdadera revolución, hacer de una conciencia corta otra más amplia y de más alcance, ¡una conciencia social, humanista! Sin ese cambio de "comprensión" existencial todo lo demás es inútil. El capitalismo tiene la capacidad de recuperar a su provecho casi que cualquier cosa, por más contraria a sus intereses que parezca. Una organización que lucha por el cambio climático puede convertirse dentro del mercado capitalista en una corporación capitalista. Las buenas intenciones de construir motores eléctricos desaparecen cuando en la producción de la electricidad necesaria aumenta el consumo de combustibles fósiles y la inevitable emisión de dióxido de carbono. Salvar al capitalismo y al planeta al mismo tiempo es imposible, alguno de los dos, o ambos, tienen que perecer. Se trata de reeducar a la humanidad para convivir con valores generosos, convicciones de carácter social, humanistas y más firmes, verdaderamente trascendentes para la humanidad.
En el corazón de este problema está la cultura del egoísmo mezquino, la cultura de un individualismo gregario, una inclinación a destacar socialmente pero de forma uniforme, algo realmente contradictorio. Todo el mundo dentro de una competencia por sobresalir, y hacerlo sobre el fracaso del otro. Ese esfuerzo innecesario consume mucha energía, en cualquier sentido.
El mercado del lujo ha sido por mucho tiempo el único que no deja de crecer. El lujo es la ruina de los más pobres, del espíritu, del planeta, de la humanidad. Hoy está tipificado por el consumo "de carros de lujo", aviones, resorts, relojes, cochecitos de bebés, vinos y licores, zapatos, ropa de marca" (arte, drogas, tetas de silicona, etc.). De ahí, muchos objetos que aparentemente no influyen en la conciencia, que no tendrían por qué impulsar al individuo a la carrera por el éxito social, como los cochecitos de bebe, resulta que sí influyen mucho en la sociedad de consumo, son un signo de estatus, y como tal, se hacen necesarios. Sobre esas pequeñas distinciones crecen las más grandes ambiciones, generadoras de distintas formas de descomposición social, fragmentan a la sociedad y obligan a la ruptura del concierto social, o sea, violar la norma. Donde hay lujo hay mucha demanda y mafias que trafican con él, corrupción espiritual, violencia, delincuencia, excesos de todo tipo. Donde hay oro hay muerte.
El capitalismo impulsa estos valores fatuos, valores que no valen, antivalores para la humanidad. Desde el punto de vista individual todo el mundo es libre de desear y de vivir la vida que quiera, pero desde el punto de vista de la sociedad, para el colectivo esto resulta un contra valor, en la medida que la acción individual dañe al colectivo social, que es el caso de las aspiraciones personales estimuladas por el capitalismo, por el egoísmo distintivo de la sociedad burguesa, el cual termina convirtiéndose en el modelo de vida para toda la humanidad como un fatalismo universal, desde Los Picapiedra hasta Supersónico, descartando y satanizando cualquier otro modelo de vida (todo aquel que no consuma y que no se emplee al capitalismo, que se desarrolle de forma individual auténtica, los artistas y creadores verdaderos, poetas, científicos, maestros, religiosos, ¡socialistas!, deben ser eliminados, encarcelados, expulsados de la sociedad capitalista, como hijos de Satán).
Un cambio de conciencia para atender valores fundamentales para la vida, de nuestra especie y la vida que le da su sustento. Con la desaparición de la humanidad no desaparece la vida, al contrario, desaparece el capitalismo y la humanidad que lo nutre, pero el resto de la vida florece, quedó demostrado con las "contenciones humanas" de la pandemia. Un cambio de conciencia que haga a la sociedad más solidaria, capaz de apiadarse de las desgracias de cada individuo, de su hermano, donde nadie tenga que luchar por tener buena salud, educación, alimentación y tiempo de ocio necesario para crear, crecer, para ser persona; acabar con la fatuidad burguesa, con los privilegios, con el monopolio del conocimiento, (con los prejuicios, la condena a la diferencia, la mentira de la información, la esclavitud moderna, las guerras y la paz boba de los que no pueden ni saben pensar). … Un cambio de conciencia es urgente.
VOLVAMOS A CHÁVEZ, AL PLAN DE LA PATRIA ORIGINAL, VOLVAMOS A LA RUTA DEL SOCIALISMO.