El "otro" contexto de la Cumnbre de las Américas

Con la Cumbre de las Américas, Washington pretende (una vez más) convencer a sus vecinos del continente que existe entre todos una comunidad de intereses y de valores en lo que se ha denominado el sistema interamericano. Lo cual no es nada nuevo, por cierto. De ello da cuenta, desde su fundación, la Organización de Estados Americanos. En realidad, el objetivo central es que sus vecinos, especialmente los situados al sur del río Bravo, mantengan y ratifiquen las relaciones estrechas a que se deben con la Casa Blanca, en una especie de protectorado, al modo como lo hicieron el imperio romano y sus similares en el pasado.

En el contexto de la confrontación entre Estados Unidos y la Unión Soviética por la hegemonía mundial fue cosa común que los gobiernos de nuestra América se alinearan incondicionalmente con los dictados imperialistas gringos. Cuando ello no ocurría así se alentaban golpes de Estado contra los gobiernos disidentes, sin que ningún organismo multilateral condenara el hecho. El mayor ejemplo de esta intolerancia imperial lo representa Cuba, bloqueada económicamente durante décadas por el régimen estadounidense y, a la vez, expulsada del seno de la OEA. Ahora se le une Venezuela con un conjunto de sanciones unilaterales con que se pretendió acabar con la economía del país y, eventualmente, con la presidencia de Nicolás Maduro como fórmula alternativa a un nuevo golpe de Estado o una invasión militar.

Para Estados Unidos es fundamental en estos momentos demostrarle al mundo que todavía posee la voluntad, la capacidad y la oportunidad de reconfigurar de modo decisivo el sistema internacional, a pesar de los contrapoderes representados por China y Rusia con quienes mantiene un duelo en las áreas económicas, tecnológicas y militares que, de modo indirecto, prefiguran una beligerancia más abierta. Con ello procura mantener el rol de defensor y propagador de la economía de mercado como garante del pluralismo político, con lo cual - con el Consenso de Washington de 1989 de por medio - diera impulso a las políticas de liberalización y desregulación económica, por un lado, y de reducción del Estado, por el otro, que se aplicaran en las últimas décadas del siglo XX en diferentes naciones latinoamericanas bajo el neoliberalismo capitalista. Ya algo de eso se había adelantado durante la I Cumbre de las Américas al proyectarse un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) para 2005, tutelado (obviamente) por Estados Unidos; lo cual, en la práctica, habría sometido aún más nuestras soberanías nacionales a Washington. Pero la asunción al poder de distintos tipos de gobiernos progresistas e izquierdistas entre finales del siglo pasado y los primeros años del presente siglo hicieron inviable la concreción del ALCA, teniendo en el presidente Hugo Chávez a uno de sus detractores principales.

El telón de fondo de esta cumbre está compuesto, innegablemente, por una serie de elementos que es preciso tomar en cuenta: la creciente competencia entre Estados Unidos y China por la preponderancia económica, la incursión militar de Rusia en Ucrania, la ampliación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, cercando a su antiguo rival, Rusia; el futuro de los recursos energéticos y, simultáneamente, la agudización de la crisis climática, entre otros no menos importantes. Ésto en lo que respecta a Estados Unidos. En referencia a nuestra América, persisten - aparentemente sin solución y con tendencia a incrementarse - las desigualdades sociales y económicas derivadas del sistema capitalista, el declive del crecimiento económico y los estallidos populares en demanda de mayores ajustes sociales, políticos y económicos en beneficio de las grandes mayorías. Esto - desde la perspectiva de la clase dirigente yanqui - representaría un choque de intereses, en vista que, para conservar su estatus de potencia debe subsistir a costa del nivel de subdesarrollo existente en nuestras naciones. Ahora ya no existe la «amenaza comunista» del modo como se propagara, a sangre y fuego, con una adoctrinación de siglos, luego de concluida la Segunda Guerra Mundial. Ahora hay lazos establecidos por naciones de la región con Rusia y China, en especial con el coloso asiático, que dificultan las aspiraciones estadounidenses de mantener a Latinoamérica y al Caribe bajo su égida imperial, lo que haría de esta Cumbre de las Américas un mero asunto protocolar con grandes pretenciones.



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Homar Garcés


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