Bolìvar, “el loco de Casacoima”, se cansó de cometer errores pero los corregía. De mis tristezas por el desprecio a la crítica

Esto tiene algo, por lo menos los dolores, depresiones, de aquello de los "Delirios del Chimborazo", pues fue escrito en los pocos ratos que, durante cuatro días, las fiebres, generadas por una infección de orina, me dieron tregua. Y me costó escribirlo por estar por demás perturbado y torpe como al momento de agregar esta nota inicial, pues todavía debo encarar la crisis en medio de grandes dificultades y privaciones.

Hay muchas cosas que, de El libertador, me desilusionaron, hasta que estudiándole y estudiando los hechos comprendí se trataban de errores que él, con el talento y bondad que le guiaban, solía comprender; pues pese ese enorme talento del cual le dotó la naturaleza, no dejaba de ser terco o, más que eso, pertinaz en lo que iniciaba; siendo lo pertinaz algo distinto a lo terco, pues lo pertinaz y lo terco, pese lo diga el diccionario, no necesariamente son sinónimos; pues el terco es como inamovible; el pertinaz es firme hasta tanto en eso cree o los hechos y pruebas le convenzan ha estado equivocado.

Y hay quienes se saben equivocados pero no corrigen porque hay fuerzas que le empujan, le impiden hacerlo o se lo ganan, por una razón u otra, para que siga por el camino errado. Y finge estar convencido, anda por el camino correcto, para sentirse feliz y realizado o vender una falsa imagen para ganarse respaldo.

Hasta el año 1817, después de lo que se conoce como "la toma de la Casa Fuerte", de Barcelona, que más pareció un holocausto, Bolívar estaba anclado en la idea que el objetivo inmediato de la guerra era tomar Caracas, fortalecerse en esa plaza, declarar recuperada la República, para que las naciones con poder, como Inglaterra y hasta Estados Unidos, nos reconociesen como país independiente, quizás hasta nos prestasen ayuda y le impusiesen a España la obligación de dejarse de seguir jodiendo.

Por creer esto, actuó como actuó hasta ese año. Pasó por alto que, mientras la provincia de Caracas, sus vecinos y hasta todo el occidente del país, seguían para el año que hemos mencionado, en gran medida, en manos de las fuerzas españolas, desde el 1813, de cuando aquello que llamaron los historiadores caraqueños simplemente la "Invasión de Chacachacare", una como cosa sin importancia, los orientales tenían el control desde el extremo oriente casi hasta mitad del Guárico. Y, los españoles, optaron por decidirse a accionar sobre oriente con todo su poder, primero el año 1814, cuando aquello que se llamó la "emigración a oriente", en busca de refugio y más tarde por la llegada de Bolívar a la liberada Barcelona, donde depositó un cuantioso armamento, mientras intentaba convencer a los patriotas orientales le acompañasen de nuevo a la de toma de Caracas.

La expedición de Los cayos de 1816, termina en lo mismo; Bolívar dirigiéndose a Caracas, después de haber estado poco tiempo en Oriente, donde dirigiéndose a los pueblos de Carúpano y Río Caribe, por donde se hallaba, decreta la abolición de la esclavitud, una cosa que se quedó en eso, pues más tarde, en 1817, fusilarán a Piar en parte por reclamar lo mismo.

Habiendo terminado, como solemos decir, "en nada", la "Expedición de los Cayos", de Caracas, El Libertador regresa a oriente donde antes, deja al general Freites, encargado de cuidar un sustantivo armamento depositado allí por sus órdenes, bajo el mandato de "defienda eso con su vida"; esta plaza se pierde y también el parque. Aunque en "Venezuela Heroica", aquel holocausto, Eduardo Blanco, lo cante con sinfonía y todo.

Después de la derrota en la batalla de la Casa fuerte, Bolívar, por los lados de Aragua de Barcelona, se reúne con Piar e intenta convencerle le acompañe a Caracas, pues era muy poca la fuerza y armamento que para ese momento disponía. Piar se niega a acompañarle y le expone su plan, el de dirigirse a tomar a Guayana. Esta era una vieja y varias veces intentada meta de los orientales desde 1812-1813. Los hermanos Monagas estuvieron entre los primeros que intentaron aquello sin éxito. Por esa decisión Bolívar, opta con muy poca fuerza, dirigirse a Casacoima, por los lados de lo que es hoy Delta Amacuro. Donde comienza a elucubrar sobre el plan heroico que más tarde realizará, cuando pueda dirigirse al sur, después que Piar haya tomado Angostura, mientras él andaba casi solo, sumergido en selvas y pantanales, por sus costosos errores.

Ellos, los patriotas orientales, sabían de la importancia estratégica de Guayana, la que se separaba del resto del país, por medio de aquel inmenso y caudaloso río y que los españoles utilizaban fácil y ventajosamente, como retaguardia para acumular pertrechos, alimentos y espacio para curar heridos, el descanso seguro de las tropas y para comunicarse con el mundo exterior a través del río Orinoco. Habían intentado varias veces tomarla. Años más tarde, en plena Guerra Federal, el gobernador de Angostura Juan Bautista Dalla Costa, antes de pasarse al bando de los federales se vale de esas mismas circunstancias para defenderse de los ataques del federalista Juan Antonio Sotillo.

Pero al final, EL libertador supo entender aquello y cuando Piar concreta su tarea, estarán con éste, hombres de aquél, como el general Anzoátegui y Bolívar puede llegar a Angostura como jefe de los patriotas. Había dejado atrás aquella anquilosada idea, según la cual, lo primordial era tomar Caracas. Y allí en Guayana instala la nueva República, reúne el Congreso de Angostura y hasta crea la Gran Colombia y puede, a través del llano, ir y venir a independizar el sur.

Pero me calienta cuando recuerdo como El Libertador, pudiendo buscar otra opción a las dificultades del momento, sometió a juicio a Piar y hasta le dio validez a la decisión del tribunal de condenarle a muerte. Y hasta los llaneros de Páez, que nunca estuvieron bajo el mando de Piar, por la "calentera", una vez casi atropellan a Sedeño o Cedeño - de las dos maneras lo escribieron cronistas e historiadores - por considerarle "el traidor" que montó una celada al héroe de San Félix, quien era su compañero de lucha, amigo y hasta compadre.

Aunque es necesario advertir que, más tarde Bolívar se autocriticará y admitirá fue un grave error el fusilamiento del héroe de San Félix y Angostura toda.

Y me daba también mucha "calentera", cuando en donde era habitual hablar de eso, no sé si por exaltar en demasía a El Libertador y restarle importancia a los guerreros orientales, no los "admirables" sino "la patota de Chacachacare", muchos tendían a desconocer lo errado de aquella estrategia de Bolívar. Aún más, casi nadie, para no decir nadie, habla de eso quizás porque nada saben, no se han dado cuenta o siguen creyendo en los dioses y ungidos por el Señor. Los únicos equivocados, que lo fueron en realidad bastante, parecen haber sido los generales orientales que discreparon de Bolívar.

Por ese constante rectificar uno lo descubre como más talentoso y deseoso de trascender.

"Venezolano, contad con la vida aun siendo culpables; españoles y canarios contad con la muerte aun siendo indiferentes". Así, de esa manera como cruel, injusta y xenofóbica, extremista, habló Bolívar en "El Decreto de Guerra a Muerte". Y uno, desde niño, cuando leyó aquello, lo juzgó muy mal. ¿Cómo entender siendo justo eso de perdonar a los venezolanos aun siendo culpables y condenar con la muerte a españoles y canarios que no tenían velo en aquel entierro? Y conste el lector, no se pierda de vista, que hablo de nosotros siendo niños. Tal decreto, en veces, exaltado por los maestros y cultura oficial, nos instaba fuésemos xenófobos y lo fuimos.

Pero años más tarde, cuando se llega a la firma del "Tratado de Regularización de la Guerra", una obra del Mariscal Sucre, Bolívar no duda en acogerla; lo que significa una drástica renuncia a lo que implicaba el Decreto de Guerra a Muerte.

Fui uno de los millones de muchachos que, en América Latina, se sintió emocionado y feliz, con la llegada de los guerrilleros barbudos a la Habana, habiendo bajado de las montañas, donde tanto tiempo estuvieron combatiendo. Y más sabiendo que la mayoría de esos jóvenes habían sido acosados y perseguidos en todas las ciudades de Cuba por oponerse a la dictadura de Batista. Poco tiempo después, sin haberme distanciado de todo lo que para mí entonces envolvía la "Revolución Cubana", me sentí triste y bastante desilusionado cuando supe cómo se fusilaban en las calles o plazas de la Habana a ciudadanos acusados de ser agentes de la dictadura de Batista, sin cómo suele decirse, "el debido proceso", sino más bien a la "chimberra" y señalamiento del dedo. Siempre he pensado y lo pensaré hasta que muera que, aunque creo en la eutanasia, radicalmente contrario a la pena de muerte y más cuando ésta se aplica de manera irresponsable y ligera, sin agotar todas las instancias ni pesadas con sensatez las razones; pues se corre el riesgo que, los acusadores y hasta quienes aquella pena apliquen, simplemente pongan por delante sus bajas pasiones o cobren deudas miserables.

Y ese proceder es usual en individuos de la más baja estirpe, entre simples delincuentes y quienes fungen de políticos. En los pueblos africanos y hasta entre los "cultos europeos", como en los tiempos de Hitler, en las frecuentes invasiones que Estados Unidos lleva a cabo en cualquier parte del mundo y los israelitas sobre Palestina, esas horrendas prácticas son por demás frecuentes.

Nunca he escuchado a quienes aquellos errores cometieron reconocerlos públicamente de manera que los pueblos y generaciones futuras comprendan por lo menos lo que no es bueno hacer. No obstante, cuando se estudia el rumbo de la guerra de independencia a partir de 1817, la toma de Guayana por Piar, comprende el enorme bulto de errores cometidos, pero corregidos. Y lo mismo, cuando Bolívar autoriza a Sucre proponga a los españoles la firma del documento redactado por el general cumanés, que implicaba una renuncia a todo lo anterior y al cual puede considerarse el primer antecedente a la Declaración de los Derechos Humanos en ONU.

La lucha armada iniciada en Venezuela en la década del sesenta que terminó casi 20 años después, no sólo me afectó personalmente, pese nunca estuve involucrado en ella directamente y afectó a unos cuantos. Todavía en 1992, cuando Chávez se alza, abundaba mucha gente que seguía creyendo en aquello y en función de eso actuaban. Chávez quien no fue guerrillero, pero se alzó militarmente contra el gobierno, hubo de hacer un gran esfuerzo, después de salir de Yare, hasta amenazar con dejarlos solos y buscarse otros aliados, a muchos de quienes le seguían, si no entendían que la lucha ya no era armada, había espacios y oportunidades para tomar otro camino que aquellos no veían.

Y eso que Chávez prontamente comprendió y asumió, yo lo había entendido y asumido muchos años antes y no entender aquello y ver gente de izquierda, llena de buena fe, quemando carros de humildes trabajadores del volante, en las puerta de la Universidad de Oriente, me daba demasiada arrechera. Y más me dio cuando de esos, apoyaron el proyecto Miquilena de disolver el Congreso, habiéndo instalado la Asamblea Nacional Constituyente, los mismos que terminaron siendo quienes asumieron el gobierno cuando Chávez y luego quedaron entre los herederos de éste. Y molestó demasiado, porque era aparte de algo inoficioso, como que la ANC, de hecho ya dejaba al Congreso en el aire, sin funciones en la práctica y eliminarlo, aparte de una provocación que podía generar fuerte reacción y rechazo, veía aquello como una manera de revivir la guerrilla.

La lucha armada, en la década del 60 se solía justificar diciendo que no había otra opción, dado que el gobierno cerraba toda posibilidad de lucha legal. Sin hacer mención que nuestra práctica y reacción, justificaban el proceder o respuesta del gobierno. Porque la lucha armada no se asumió como forma primordial de lucha por lo que Betancourt hacía o cómo respondía, sino porque en la izquierda, buena parte en ella, partiendo de lo ecuménico que, por lo de las experiencias China y cubana particularmente, se creía, era esa la única manera de hacer revolución o por lo menos un gobierno decente y progresista. Además, muchos de ellos parecían sentir mucha emoción y placer en la velocidad, donde ésta es el ingrediente principal y poco importa como queden los turrones y hasta se quemen los cauchos en medio de un camino desértico. Y además, todos o casi todos, se dejaron entusiasmar por el ideal, la poesía, de bajar de las montañas al poder, vestidos de verde y con barbas y melenas largas.

Prevaleció la idea, aunque no lo reconozcan, que la "Revolución" o el cambio de sociedad tiene que ser un movimiento a la carrera, antes que el panorama cambie y para poder imprimirle esa velocidad, la que es indispensable, tiene que hacerla una vanguardia que se apodere del Estado y desde allí comience a disparar con una aceitada ametralladora. Pese en el discurso escrito y oral, hablen de las masas, de la democracia, libertad, derecho de la gente, lo participativo y protagónico. Y por encima de todo, el cambio debe obedecer a un guión, escrito o no, pero que perecieran conservar en la memoria como una herencia genética.

Claro los tiempos cambian y los procederes también, tanto como que lo de las guerrillas ya no se cante ni cuente, pero en lo sustancial siguen en lo mismo, que sea el Estado, un grupo heroico, en él enguerrillado, quien todo decida y construya la obra para la felicidad, recreo o desgracia de la multitud que mira pese, sea en definitiva, el universo de los dolientes.

Por esto último me da calentura, desilusiona y entristece que lo participativo y protagónico en lo que creo, que en Chávez pudo ser sólo un discurso, tengo mis razones para esto tenerlo aunque sea como una sospecha o un "pálpito", como decimos los orientales, sea asumido en este tiempo de la misma manera; sólo como discurso.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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