La vanguardia y la democracia

La vanguardia siempre va existir. No hay manera de que la masa exprese sus preferencias si no es a través de una vanguardia que la interprete o piensa por ella y la haga avanzar. El problema es la calidad humana o política de los líderes sociales; de las ideas que una vanguardia termina aplicando sobre la voluntad de muchos.

Por otra parte, no hay una democracia verdadera sin un pueblo verdadero, sin conciencia nacional en una sociedad que carece de sentido cósmico. Hay que leer al joven Hegel y sus maravillosos ensayos sobre el origen de la caída del imperio romano... Hegel nos dice que La república romana fue un concierto social, un concierto ciudadano perfecto donde cada individuo se sentía parte u dueño de ella. Estado y ciudadano significaba lo mismo para un ciudadano romano. En tal orden tiene sentido la democracia. Pero en una sociedad rota, escindida de sus instituciones y del poder, la democracia no funciona. Hegel describe de forma gráfica en su ensayo el momento justo donde esa unidad, esa conjunción se rompe, en tiempos del imperio, donde en los epitafios de los cementeros los romanos agradecen y pedían la muerte como un descanso de esa disociación, del infierno de los ciudadanos al sentirse desvinculado del destino de su ciudad. En tiempos del imperio había muerto la república y con ella la democracia y el ciudadano romano.

La democracia es un ejercicio de ciudadanos que comparten un destino común. Y en nuestra época debería ser el ejercicio de pueblos que teniendo una historia común y se unen para alcanzar un destino común, que en algún momento tuvimos en aquellos años de nuestra guerra de independencia, que perdimos, que ahora no tenemos porque somos una sociedad escindida, rota por tiranos oligarcas y por el capitalismo. Por un lado van los intereses privados y por el otro el desinterés de una sociedad rota, extraviada; por un lado el interés de los capitalistas y por el otro el interés de los trabajadores. La historia del joven Hegel es solo un ejemplo que explica el vínculo indisoluble entre el ejercicio democrático, verdaderamente participativo, con la noción espiritual de pueblo, de una comunidad, una sociedad humana que comparte intereses y valores comunes, el concepto que define a una nación, la noción de patria, que no se aplica a nuestra sociedad, a cualquier sociedad capitalista, porque el capitalismo que se sirve de ella no tiene fronteras ni patria (igual que el socialismo pero por motivos contrarios, porque su patria es la humanidad). Una sociedad dividida en clases antagónicas – donde ya no existen los esclavos que sostienen la base material de la ciudad de Roma –, cuenta con obreros esclavizados a la producción, esclavos modernos, que sostiene la vida privilegiada de sus nuevos amos; obligados como rebaños a votar por la forma en que son atados a sus necesidades, donde sus intereses de clase esclava coincide con los de sus esclavistas, ¡ahí no hay elección!, ¡ahí no hay democracia!, solo una tiranía disfrazada de libertad.

No hay manera de hacer una revolución socialista sin una vanguardia política que lleve adelante la idea de la revolución y del socialismo, la cual se hará cada vez más real y poderosa en comunicación con la gente, sumando y agrandando su tamaño dentro de la sociedad, reproduciéndose en ella, cambiando al mundo y la historia. Pero no esperemos que una multitud "esclavizada", atontada, que se conduce con los mismos valores de sus esclavistas, pueda pensar y actuar para cambios verdaderamente revolucionarios, sin una vanguardia, sin líderes que destaquen y den luz a la ignorancia; el caracazo es un ejemplo de eso.

El caracazo fue una reacción popular explosiva sin dirección política, puesto que sorprendió a toda clase de dirigencia política. Hubo falta la clarividencia de un líder como Lenin para que calculara una explosión social como esa, pero ese Lenin nunca apareció. O si lo hubo no pudo hacer nada.

La vanguardia está para prever esos hechos y sobre todo para construir y dirigir la revolución socialista. Son hombres y mujeres que ellos mismos se han seleccionado de forma natural por su calidad moral, su capacidad de estudio, constancia y perseverancia, capacidad crítica, autocrítica y de rectificación; porque no se mienten o se auto engañan.

Hoy día, lo que debería ocupar el puesto de "vanguardia" son líderes negativos, que niegan este concepto, la validez de la "vanguardia", la descalifican llamándola "súper liderazgos", "mesianismo", de forma demagógica, haciendo creer a una masa inculta, que su voz, la de estos falsos líderes, es la auténtica voz del pueblo, que está representada por la voluntad del gobierno que los lleva de las narices a votar cada tantos años. Como dirigencia solo saben manipular mediante una seudo democracia basada en reglas impuestas desde arriba y a capricho, dentro del partido y desde el gobierno. Y al resto del país lo manipulan con la norma y el sentido de las mismas elecciones burguesas de siempre. Dicen representar la voz del pueblo, después de haber manipulado la voluntad del pueblo.

Estos felones niegan la vanguardia porque no quieren educar a la masa, a la que manipulan con facilidad desde su ignorancia y chantajean con el miedo.

La vanguardia es el primer motor de la revolución socialista. Así lo fue en la guerra de independencia, la cual fue capitaneada por lo mejor del pensamiento de libertad, de independencia y humanista, parido en estas tierras. Lo fue en la revolución Rusa, China, cubana. Vanguardias humanas que pierden la guerra ideológica y moral frente a la reacción capitalista y sus armas, a la traición, al cansancio, a espíritus débiles, espíritus muy normales para esas faenas.

El poema de Bertolt Brecht resume mejor esta idea: "Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles". La vanguardia debe ser la de hombres y mujeres "imprescindibles", y si no, por lo menos "muy buenos".

Esta idea de vanguardia vence frente a una democracia demagógica, basada en un prejuicio, en una entelequia vaciada de historia. No se deben confundir las desviaciones y manipulaciones humanas con las ideas poderosas que rigen la conducta humana y la voluntad de hombres y mujeres igualmente poderosos, para sostenerse bajo su luz en el tiempo y a pesar de las adversidades, con la capacidad de resistir los embates de la maldad y sus manipulaciones.

En el origen de tales descalificaciones a la vanguardia se esconde un escepticismo sobre la capacidad humana de ser una especie de seres nobles y altamente espirituales, capaces de sublimar la maldad hasta convertirla en arte, venciéndola, expulsándola fuera de nuestros corazones, como uno de los instintos humanos más destructores, más disolventes de nuestra especie.

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Marcos Luna

Dibujante, ex militante de izquierda, ahora chavista

 marcosluna1818@gmail.com

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