De los garrafales errores de la izquierda. Chávez “el golpe de timón” y socialismo del siglo XXI. (Parte XI)

Pese parezca innecesario, debo reiterar que, mis opiniones, dada mi vieja militancia en la izquierda e internalizada condición de docente, ajeno a cualquier interés personal o político, lo que probé a lo largo de mi vida y de lo que mi avanzada edad, limitada capacidad de movilización, son pruebas contundentes, están destinadas a contribuir al debate pertinente al que está obligado el espacio en el cual me ubico, sin duda alguna. No me anima otra cosa que no sea eso, despertar un gran debate y ayudar a la búsqueda de los necesarios encuentros, dado creo, espacios y aristas sobran.

No es sano inventar la dicotomía entre democracia y cambio social. Cuando Chávez habló del socialismo del siglo XXI lo hizo de eso mismo. Se trata de una democracia distinta a la formal, a la inherente a las clases dominantes; se trata de una donde el pueblo ejerza su derecho a participar y protagonizar. Pues no es que las clases dominantes tradicionales sigan apoderadas del Estado y a este lo hagan mantener la conducta que les conviene por intermedio de gente ajena a ellas, pero tampoco que una vanguardia, por muy revolucionaria que se crea, de él se apropie para hacer lo que a ella convenga, lo que empieza por apoderarse de los recursos y bienes de la sociedad toda, como el capital privado. Aunque hay que tener muy claro que, para que se produzca el parto, debe haber antes un proceso como aquel mediante el cual los árboles dan frutos.

El capitalismo no nació de manera abrupta, como no lo ha hecho ningún modelo, del mismo modo que los frutos no nacen de repente guindando de ramas inexistentes. Tampoco existen magos armados, capaces de transformar las cosas, como bajo la conducción de un ejército preparado para la guerra, combatir y matar contrarios y el mismo tiempo ir sustituyendo las relaciones de producción en el exacto sentido que eso significa. Eso no parece sino el mismo cuento según el cual el proceso de cambio de la sociedad le corresponde al Estado con la fuerza de sus armas y la voluntad de su dirigencia.

Esa estereotipada idea, según la cual las masas, desparramadas, como cuando el Caracazo es una manera de hacer el socialismo, es también una falsedad. Ese fenómeno, como tantas veces se ha dado en el mundo, pudiera significar un cambio de gobierno mejor que el anterior, por culpa del cual aquellas se levantaron. Pero el nuevo gobierno, hasta su propio nacimiento llevaría a la calma y a la continuación en determinante medida de lo existente. La inconformidad popular, expresada de manera explosiva, no es suficiente para el nacimiento de un nuevo modelo de relaciones, sólo es un grito desesperado contra lo existente.

No parece muy marxista y menos humanista eso de tanto uso entre los belicistas, la máxima romana de, "Si quieres la paz prepárate para la guerra", mal que nos pese, es una verdad que prevalece mientras persistan las condiciones para ello. Entonces: ¿se puede ser de izquierda, es decir, se puede buscar el cambio del actual sistema capitalista, sin apelar a un radical golpe de timón? La realidad lo demuestra: no. ¿Pero en qué consistiría ese golpe de timón, hacia donde girar, con cuánta intensidad?

Como tampoco es lo mismo hablar "del golpe de timón", vieja frase, casualmente repetida por Chávez, para demandar un cambio en lo que venía sucediendo, que no necesariamente tiene que ser apelando a la violencia, sino simplemente de rumbo, hacer las cosas distintas a como se estaban haciendo. Como que no estaba llamando a una guerra o expropiación alocada, lo que ya había hecho sin los mejores resultados. De manera que sí, el hombre de izquierda, para serlo, está obligado a buscar y sobre todo encontrar como hacer para impulsar al ritmo que sea necesario y posible el cambio, pero sin romper los embalses y desparramar el agua.

Como también es falsa la idea que, para ser de izquierda es ser partidario de la violencia y la fuerza, Si ese razonamiento fuese cierto, entonces sería válido decir que los gobiernos de EEUU han sido, de hecho, todos de izquierda y no hay más revolucionario que un terrorista. Entonces sería como admitir que el fascismo y el Estado de Israel, en sádica manía contra el pueblo palestino, han sido revolucionarios y hasta de izquierda. Y, en efecto, hay quienes a determinados terroristas, por operar en favor de un bando, les tienen como héroes, gente llena de buenas intenciones y también revolucionarios.

¿Qué es lo que demuestra la realidad?

Los cubanos llegaron al poder por la violencia y crearon un Estado y un orden legal, impulsados por esa violencia. En buena medida, los nicaragüenses transitaron el mismo camino y hasta hubo un intermedio de procederes electorales que luego se han consolidado con Noriega. Los soviéticos, chinos y vietnamitas, para no seguir con la lista, bajo la dirigencia e inspiración de Lenin y Stalin, los primeros, Mao y Ho Chi Min, los segundos, se prepararon para la guerra y a ella fueron y no obstante, a menos que nos "caigamos a coba", en esos países tampoco se impuso el socialismo. Pese en un tiempo el Estado, hubiera podido satisfacer ciertas necesidades y anhelos de los trabajadores, lo que llegó al fin por la inoperancia del modelo capitalista de Estado, donde la productividad y el deterioro parecen ser la constante.

Lo mismo que en donde eso se ha intentado por la vía legal y electoral como Chile, cuando Allende y Venezuela con Chávez, porque pese eso, lo electoral y legal, los procederes para el cambio, como expropiaciones, legalizadas o no y el control del Estado de toda propiedad, de obligatoria aceptación por la comunidad, que esta lo asuma y se someta, lo practique, son actos violentos y ajenos al interés y aceptación colectiva; sobre todo no habiendo el colectivo trabajado en función del engranaje o modelo que emergería en función del cambio y manera pacífica. Si alguna violencia habría en ello, estaría en la acción coercitiva del Estado al darle forma legal a lo nuevo. Por supuesto, también es causa determinante haber subestimado el poder del capital externo para sabotear y bloquear aquel cambio subversivo no sólo en un determinado espacio, sino en el ámbito universal, lo que lleva a otro planteamiento o nivel, la posibilidad de instaurar el socialismo en un sólo país y más, estando rodeado de formas productivas, políticas bajo la hegemonía del capital.

Quienes le asignan a la violencia un valor inusitado casi en su sentido más limitado, el de fuerza, poder, imposición, la capacidad de cambiar la sociedad, ni siquiera con la fuerza exquisita y poética del escultor que cincela y va creando sus figuras salidas de su imaginario de manera calmada, un toque tras de otro, asumen la idea que debe existir un órgano, cuerpo, que en definitiva se llama Estado que asume el rol de dirigente y escultor, apoyado por una fuerza militar organizada que impone el orden que requiere, pues no puede ser bajo el impulso de hordas desorganizadas. Esa fuerza cuida tener todo bajo el control y este de acuerdo a como conciben los cambios por hacer. Algo así como por atavismo, ese que viene del fondo de la historia de la cultura humana, este Estado no está dispuesto a entregar la base material de su poder a quienes no estén bajo su estricto control, pues perdería el sentido de la fuerza. Por eso, cuando se ha hablado de Chile y la experiencia de Allende, se explican los resultados en la fuerza militar de aquel país, una de las más identificadas con las clases dominantes en todo el continente.

Socializar todo el aparato productivo implica para ese Estado muchas dificultades. La primera de ellas es tener que entregar el sustento, la base material a las multitudes para que la manejen, administren, aún en un invento de socialización. Otra, sería hallar la manera de, hecha esa distribución, lograr que en esas circunstancias mantenga su poder y capacidad de dirigir. Una tercera, ¿cómo hacer, para que una multitud que viene de la cultura del individualismo, de la propiedad privada, de la imposición de lo coercitivo, de un día para otro, sin que se hayan dado esas condiciones previstas por Marx, cuando hablo del más alto desarrollo de las fuerzas productivas", aquella, la multitud, funcione como una sociedad socialista en todo los sentidos?

Por esas dificultades, por no existir la cultura favorable a la socialización dado que esta, la cultura emana de la base material que la sustenta, en las experiencias llamadas "socialistas", el Estado no sólo asume el control del aparato coercitivo, la fuerza de las armas, sino también del aparato productivo, como nuevo y único propietario y termina convirtiéndose en el gran propietario, sin el verdadero control, manejo en los frentes requeridos y con el único interés de conservar el poder. Y como el amo de antes, se apropia de la razón, las ideas y las opiniones. Formula sus normas culturales y usa los tradicionales medios, empezando por la escuela, para imponerlas y siendo un Estado socialista, según su propia definición, en una sociedad socialista, sólo habrá una forma de pensar y concebir la vida.

Sólo se requiere reunir un congreso o una constituyente, bajo el control que ya tiene el Estado "popular y revolucionario" y promulgar una constitución que diga esta "es una sociedad socialista" y dicho eso y estando todo bajo el control estatal, ya el socialismo está hecho casi en un abrir y cerrar los ojos. Por eso, quienes así sueñan, aseguran es condición primordial la fuerza, la violencia, para construir el socialismo. Pues eso se puede hacer en el momento que la vanguardia tome el poder y como decía un jefe guerrillero, muy nombrado con la categoría de héroe, en los pasillos de la UCV, antes de subir a las montañas, de donde lo bajaron muerto, "aquí para hacer el socialismo, lo único que falta son bolas". O dicho de otra manera Marx que se vaya mucho al carajo, pese digamos estamos inspirados u orientados por él. Por cierto, esa expresión, era de mucho uso en los tiempos de los viejos caudillos y era esa hasta una manera de exaltar a estos.

Es más, es bueno tomar en cuenta que en Cuba, donde sus dirigentes y mucha gente en el exterior ha sostenido que hay socialismo y no capitalismo de Estado, existe abundante inversión privada extranjera, sobre todo en el sector turístico y en su reformada constitución se intenta volver a formas de propiedad privada para estimular la producción; eso que ellos, de manera simulada llaman "cuentrapropismo".

Es verdad que, a lo largo del proceso histórico, como dijo Marx, "cuando las fuerzas productivas hayan alcanzado su máximo desarrollo", será posible la igualdad y eso implica socialismo. Pero es obvio que esa meta no saldría de un acto de magia, de un sombrero de mago, de la noche a la mañana siguiente y menos por la fuerza de las armas. Si de armas se tratase la historia de la humanidad fuese otra y quizás los gringos, que de eso tienen bastante, ya se hubiesen apoderado del mundo y no confrontasen los problemas que hoy confrontan en muchos frentes.

Parte I: https://www.aporrea.org/ideologia/a313897.html

Parte II: https://www.aporrea.org/ideologia/a314127.html

Parte III: https://www.aporrea.org/trabajadores/a314385.html

Parte IV: https://www.aporrea.org/ideologia/a314876.html

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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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