La psicología de la publicidad descubrió hace tiempo que se podría vender lo que fuera transfiriendo cualidades a un producto que éste no tiene, un jabón –que curte la ropa – como "blanqueador", un lava platos que protege tus uñas, brandy Martel que te da prestigio y elegancia, como los trajes Monte Cristo, una cerveza que hacen con bagazo de Maíz como la mejor del mundo, que la malta alimenta, que los jóvenes necesitan más azúcar para "constante energía" y así aumentar su consumo para acelerar la lentitud del mercado…, detrás de la publicidad siempre hay una razón comercial que obliga…, que obliga a mentir. Más o menos es lo que pasa con nuestro Nicolás Maduro, que detrás de sus "eslóganes publicitarios" hay una razón política y personal, una carencia que se oculta.
Un tipo inteligente llamado Joseph Goebbels constató que si se quería convencer a una inmensa masa gregaria de una mentira, ésta debía ser una gran mentira, tan contraria a la realidad que nadie pudiera pensar que hubiese alguien capaz de mentir de tal manera. Creo que esa "fe de consumidor" es la que mantiene atado a muchos chavistas a la "publicidad gubernamental", que vende descaradamente un capitalismo de tercera clase, un "capitalismo colonial", como socialismo. Nunca se había visto tal concentración de mentirosos en este país, de un lado y del otro, del mundo capitalista nacional.
Pero volvamos al santo, Nicolás de Mira. Se hizo obispo y luego santo por sus actos y más allá por sus milagros, es decir, por lo que yo llamo ahora el efecto "Juan Topocho". A falta de recursos lingüísticos recurro a una metáfora que saco de una película de César Bolívar, del personaje que interpretó maravillosamente en su momento Virgilio Galíndez, basada en un cuento de Rafael Zárraga, un yaracuyano francamente desconocido por mí. El caso es que Nicolás de Mira se hace santo (como todos los santos) haciendo milagros, pero cumpliendo requisitos ineludibles en eso de llevar una vida "santa", piadosa, generosa, sirviendo a la causa a favor de los desvalidos, y esa parece ser que fue su vida, dedicada a los niños pobres ya los pobres. Pero de certificar la materialidad de milagros se ocuparon otros; otras razones, otros miedos, otros deseos… Ya sabemos cómo, por el cuento de Juan Topocho.
Sin embargo, siendo un santo relativamente nuevo, nacido en el siglo trece, y habiendo vivido medioevo tardío del siglo 14, ha sido uno de los santos más exitosos y más ocupado en la corte celestial del catolicismo, romano y ortodoxo, griego y ruso, con tempranos templos dedicados a su persona, patrono de muchos gremios, de los niños, de los marineros, de los rusos y griegos, de los ladrones, etc… Un verdadero santo, como debe ser uno en tiempos como el que vivimos hoy.
Uno de sus legados más conocidos y de un éxito universal ha sido haber dedicado, como obispo, la fecha de la natividad de Jesús para ofrendar al niño, regalando a los niños pobres juguetes o golosinas. Y hoy, de servir como un poderoso estímulo a la economía y al comercio capitalista, donde, como diría García Márquez, en lo menos que se piensa en estas fechas es en el nacimiento del niño Dios, más que en la fiesta báquica, en comer y beber hasta reventar, y en comprar y comprar vainas, en una eufórica competencia capaz de arrasar con las existencias de los almacenes tal y como la marabunta se come la carne (basta con ver el bulevar de Sabana Grande un 25 de diciembre en la mañana para constatarlo). En fin, Nicolás de Mira, hecho santo, si se quiere ha tenido el mismo éxito que nuestro Nicolás de Caracas, el de aquí, con el mercado capitalista. Tanto uno como el otro, ya hecho santo, el nuestro ya sirven a la misma causa de los más ricos. Sin embargo, después de muerto el piadoso Nicolás de Mira convertido en Nicola di Bari (nada que ver con el cantante), el éxito terminó corrompiendo el sentido piadoso de la natividad, y su representación del santo Nicolás, San Nicolás, degradado a un mundano "Santa" una mentira publicitaria, que administra el mercado de los juguetes en las tiendas Macy's en Nueva York, y en el resto del mundo… ¡Una Guará!... Un santo asimilado a la lógica del capital.
En eso se parece Maduro (nuestro Nicolás) a "Santa", al santo degradado a mercachifle. Allá, bien lejos quedó el recuerdo del nacimiento de Jesús, pero mucho más lejos la vida piadosa del heredero que entregó sus riquezas en ayudar a los niños pobres y a los pobres, que luego se hizo sacerdote y obispo ¡cristianísimo!
Pero, más significativa que esa historia de "Santa", es la tradición de nuestro "niño Jesús" que se ocupa personalmente en entregar los juguetes a los niños él mismo, sin la mediación de ningún santo, ¡por supuesto, a través de nuestros padres amorosos! Esa tradición nos resulta más amorosa e importante, porque lo que vale en ella es la magia, el milagro de recibir una sorpresa infalible debajo de la cama, sin importa el tamaño o el costo, haya sido ésta una moneda en el nuestro zapato o un puñado de soldaditos de plástico, no importaba ni siquiera si se cumplían o no nuestros deseo o peticiones, lo valioso de tal tradición estaba en la magia del milagro amoroso del niño Jesús. Había que esperar un tiempo prudente para que nuestros padres nos desengañaran de esa magia que nos hacía rezar y creer, del milagro de navidad.
Luego del desengaño, la navidad cobra un sabor acre, a licor, a pólvora, a excesos, nos hacemos adultos y tontos como nuestros padres, ya más viejos y más cínicos, todo se vuelve real, demasiado real – por lo menos para el niño que fui y de repente en una sola delación me hice adolescente y serio.
NO hay nada que celebrar. Con el tiempo me hice cínico, como mis padre, ateo, racional, marxista, dejé de creer en milagros, pero mucho más en la voluntad humana, en las capacidades humanas, en la vida terrenal, en el gran arte, en la tradición y la herencia de esas capacidades cosechadas por los grandes hombres, artistas, los grandes capitanes, los grandes pueblos… me hice un perfecto idiota idealista…, Ahora, gracias al niño Jesús, no creo en otra magia que no sea la voluntad y capacidad humanas de hacernos grandes de espíritu e inmortales.
Recordemos qué se celebra esta fecha...