La peor infamia cometida contra Chávez ha sido usar su nombre para demoler la revolución y devolver el país a un capitalismo prehistórico; que su pupilo Maduro ahora coincida con María Corina Machado, enemiga mortal de Chávez y de la revolución socialista. Designar a Maduro como sucesor fue una calamidad, una pifia, uno de esos episodios pasmosos de la historia, pero esa falta no iguala a Chávez con Maduro.
Chávez fue un hombre que se inventó a sí mismo copiando lo mejor de Bolívar, Simón Rodríguez, de Zamora, de Cristo y de los primeros cristianos apiadados de sus hermanos, todos "majaderos" como él. Quiso ser un ejemplo moral para su pueblo llenándose de esos valores históricos, de ellos sus enseñanzas, la dramática vida y obra de esos héroes y de su propia vida irreverente y piadosa. Como persona y como político Chávez se inventó a sí mismo bajo esa égida moral. Para nosotros no cabe duda que su comportamiento fue sincero.
Maduro, en cambio, es demasiado real, reproduce los mismos vicios de un pueblo huérfano, al que ha debido educar y debería estar educando ahora. Su ejemplo no es el mejor, disimula y miente sin pudor como todo pícaro de la calle, ostenta de su poder y regala lo que no es suyo, es malhablado, y sin méritos propios se mandó hacer un ridículo muñeco de plástico, un súper héroe de mentira que lucha por él, como lo ha hecho todos estos años, la "imagen" –solo la imagen – de Chávez.
Ser como "el pueblo" no es tarea de un dirigente honesto. Un pueblo huérfano no es sabio (como lo pretende hacer ver Diosdado Cabello): sabias son las personas, los individuos. "El pueblo" es un concepto difuso, donde al mismo Lorenzo Mendoza se lo incluye al lado de una humilde maestra. "Del pueblo" es hoy una persona gregaria, sin sentido de pertenencia, mucho menos con conciencia de clase. Hoy el pueblo huérfano es una masa manipulable, informe, sin carácter, que debería ser educada y estructurada por sus líderes.
Un pueblo puede ser tan digno, como crapuloso: todo depende de sus líderes. El pueblo puede ser sabio cuando sus líderes son honestos, es decir, son sabios. Los pueblos son dignos de sus líderes. Si éstos saben escuchar y leer bien sus apetencias y necesidades las pueden traducir en educación y mejoras a sus condiciones de vida social, espiritual y anímica; al tiempo habrá un pueblo preparado, y un semillero de grandes personas. Sin embargo, si conociendo sus apetencias y necesidades el líder las manipula en provecho de intereses particulares y mezquinos, criarán una raza de manipuladores, pícaros y bobos. Con la excusa de que "el pueblo es sabio" hoy se adula y se amenaza a la masa, y en su nombre se cometen actos irracionales y criminales.
Los líderes honestos están para escuchar y educar, los líderes negativos manipulan, atemorizan a la masa.
Nosotros defendemos a Chávez de la calumnia madurista porque Chávez representó para nosotros una esperanza, voluntad de cambio, vimos cómo fue creciendo, cómo se hizo un gran hombre y un gran líder, un símbolo, Chávez fue una buena persona y quiso enseñar a los demás a ser buenas personas, que se preocuparan por los otros, que nos solidarizáramos con nuestros hermanos en desgracia. Chávez jamás hubiera abandonado a los más necesitados para desarrollar "las fuerzas productivas" del capitalismo. Nosotros creemos en eso. El Chávez valiente y solidario, es el Chávez que recuerdo. Ese es el Chávez que quiero recordar.
De nada sirve la petulancia de considerarnos mejores y más sabios que Chávez, menos cuando ha muerto el hombre, de nada sirve desmeritar su ejemplo de luchador por la causa del socialismo, por simple vanidad intelectual. Al contrario, a Chávez hay que reivindicarlo siempre, como el modelo de un hombre original, terco y sincero, hay que recuperarlo de la calumnia madurista, que lo iguala a la indiferencia, al desprecio por la vida humana y de la naturaleza, al escepticismo madurista por las capacidades humanas.
Las personas como Chávez valen de forma positiva por cómo inclinaron sus vidas hacia lo positivo; valen por lo mejor de ellos, no sumando sus debilidades; valen por cómo superaron sus debilidades. Mucha gente se consuela con descubrir las flaquezas de Chávez (una de ellas, nombrar a maduro su sucesor) o las debilidades de los demás, a muchos les resulta más fácil nivelarse con el otro por lo más bajo y no en lo mejor que tienen las personas, es un consuelo para los miserables.
Chávez es el original, el hombre trágico. Maduro es el comediante que intenta robarle el alma y no lo consigue, que solo alcanza a ridiculizarlo, a calumniarlo.
Si hay que nos hemos inventado un Chávez superior, lo prefiero mil veces a que no exista ninguno, a conformarnos con la realidad del comediante. La realidad está ahí para cambiarla, para sublimarla, elevarla, darle alguna forma, y preferiblemente que esta sea amable para todos los seres humanos, gratificante para la vida. Nosotros no vamos a permitir que la realidad se imponga a nuestros ideales, que gobierne nuestro espíritu y nos haga seres fatalistas, inermes, conformes. La realidad, el pueblo y sus vicios están ahí para cambiarlos, darles alguna forma amable; la realidad hay que cambiarla, conformarla a nuestros ideales, eso es el socialismo, no al revés…, o sea, hacer de la realidad lo ideal, que es lo pretende el capitalismo, los capitalistas y sus teóricos.
Maduro es capitalismo, Chávez es socialismo. Maduro es inercia, Chávez es voluntad y cambio, Maduro es conformismo, Chávez es rebeldía y lucha. Si no es por un "imposible", ¿qué sentido tiene luchar por lo posible?, lo posible ya existe y está acabando con la vida, humana y no humana.
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¡Recuperemos la revolución perdida con Rafael Ramírez, con su experiencia y su compromiso con la revolución socialista! Apoyamos cualquier iniciativa en favor de su candidatura y en favor del Plan de la Patria. Hay que sustituir a Maduro y al madurismo en la presidencia y conducción del país.
¡VOLVER A Chávez!, ¡VOLVAMOS AL PLAN DE LA PATRIA ORIGINAL!