Motores y combustibles de la Revolución

No hay duda que la democracia venezolana constituye hoy en día una referencia importante para los pueblos latinoamericanos y un ejemplo para los movimientos revolucionarios en el mundo. Efectivamente, los cambios radicales y la transformación de lo político, social, económico, militar, territorio, internacional y ético, dan cuenta que estamos inmersos en un proceso revolucionario que promueve no sólo la modificación de las estructuras de poder, sino también el nacimiento de la patria socialista.

Es un gran reto. Aspirar la construcción socialista en Venezuela implica, necesariamente, desmontar el estado capitalista que todavía tenemos; sin embargo, no bastan ni las buenas intenciones, ni los gestos románticos, necesario es actuar. Precisamente, nuestro país viene dando pasos importantes que apuntan en esa dirección y donde el gobierno nacional, junto con el pueblo viene impulsando una nueva visión de lo que es y constituye la democracia.

La democracia como sistema de gobierno debe estar al servicio de todos, particularmente de los pobres, los más necesitados y excluidos. Puede decirse entonces que enmarcado en esa visión paradigmática y con el propósito firme de lograr el desarrollo político, económico y social, el gobierno venezolano viene ejecutando un conjunto de proyectos y desarrollando una serie de acciones que responden a una clara intención de transformar el estado y la sociedad venezolana.

Nadie puede negar que a partir de 1998 Venezuela logra renovar su democracia y con ello devolverle la esperanza a un pueblo que aspiraba a un modelo participativo. Esa es la democracia que se viene impulsando, de carácter solidario, que rompe con los esquemas del puntofijismo y marca pauta en una nueva práctica de gobierno. Tampoco nadie puede negar que después de ocho años, todavía estamos inmersos en ese proceso de ruptura, de transformación del sistema político que pretende crear las bases del nuevo estado socialista para avanzar hacia la nueva Venezuela. De allí que el desafío más apremiante sea acelerar el proceso para consolidar la democracia revolucionaria y el gobierno socialista.

Para alcanzar esos niveles de desarrollo revolucionario, es necesario acelerar los motores. Es importante que cada venezolano y venezolana conozca sobre los “motores” de la revolución bolivariana, que son verdaderos instrumentos democráticos mediante los cuales se van a construir las bases de la nueva sociedad venezolana, guiada por los valores del socialismo del siglo veintiuno. El primer motor referido a Ley Habilitante, va a permitir la reforma tanto de las viejas y las nuevas leyes, así como la sustitución de las leyes desfasadas del tiempo revolucionario que vivimos. De igual manera impulsada por este primer motor y en el marco de la Constitución, se van a promulgar nuevas leyes “para desarrollar aún más los mandatos constitucionales”.

El segundo motor, apunta hacia la reforma constitucional, y en ese sentido señala el Presidente de la República “vamos rumbo a la República Socialista de Venezuela y para eso se requiere una profunda reforma de la Constitución Nacional”. La actual Carta Magna “nos presenta un primer piso para la construcción del socialismo, pero para avanzar en mayor amplitud y dimensión, se requiere de un conjunto de reformas”.

Moral y luces y la educación con valores socialistas, constituye el tercer motor, que busca impulsar una revolución ética y moral para tener una mejor sociedad. Y de allí la importancia de la educación y la moral, para que haya ciudadanos solidarios, conscientes y defensores de la República. Y para avanzar hasta allí, es necesario un ciudadano preparado. No hay tiempo para las excusas, “siempre hay que buscar tiempo para escribir y mucho para leer, reflexionar y estudiar. Un luchador un revolucionario, tiene que estudiar todos los días de si vida, todas las noches de su vida, tiene que estudiar la teoría y la praxis; navegar en las aguas de la dialéctica”.

El cuarto motor está centrado en la nueva geometría del poder, que apunta hacia el reordenamiento socialista de la geopolítica de la nación. Así, “es necesario una nueva manera de distribuir el poder político, económico, social y militar sobre el espacio”. Es vital mirar el territorio y determinar cómo están distribuidos esos poderes y como deberían estarlo.


El quinto motor del proyecto socialista revolucionario comprende la explosión del poder popular, para profundizar la democracia protagónica, revolucionaria y socialista. Siguiendo al presidente Chávez Frías, este motor es el que tiene mayor fuerza, “pero esta explosión, creadora del poder comunal va a depender para su desarrollo y éxito del resto de los otros cuatro motores”. Encender este motor es una tarea urgente porque “el poder popular es alma, nervio, hueso, carne y esencia de la democracia bolivariana, de la democracia revolucionaria, de la democracia verdadera”.
Ahora bien, en palabras de Hugo Moyer, “sin combustible no funcionan los motores”; de allí su propuesta de “Los cinco combustibles de la revolución”, recogidos en un denso libro, próximo a publicar por el Fondo Editorial Simón Rodríguez. El primer combustible, se refiere a la necesidad de decir la verdad y ser leal al líder. Dice Moyer: “estamos obligados, a pensar, decir y actuar con la verdad por delante, si en realidad creemos y nos sentimos revolucionarios, como Cristo, el Che, Gandhi y la Madre Teresa de Calcuta”. En Ronald Blanco La Cruz, gobernador del estado Táchira, encontramos esa lealtad, cuando señala: “…en nuestro corazón no hay sino tiempo para la victoria, para la lealtad, para el compromiso revolucionario”.

El segundo combustible, plantea la necesidad de pulverizar la burocracia y la corrupción, que según Moyer, son como un “veneno mortal que corre por el torrente sanguíneo, de la sociedad y el Estado”. La salud de la democracia revolucionaria siempre estará amenazada si no se combaten con firmeza estas dos células cancerígenas.

El tercer combustible, apunta a elevar la capacidad de gobierno del gobierno, es decir, el esfuerzo y la práctica gubernamental deben estar orientados hacia la eficiencia, un gobierno con capacidad de respuesta inmediata a las demandas de los diferentes sectores, particularmente de los más pobres.

Si la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, entonces hay que gobernar con, por y para el pueblo. Esa es la premisa fundamental del régimen democrático y el cuarto combustible refinado por Hugo Moyer para avivar la llama de la revolución. Para lograr ese gobierno del pueblo, es fundamental darle poder a las comunidades y abrir los espacios de la participación. Es de esa manera como se construye el verdadero poder popular.

El quinto y último combustible de la revolución propuesto por Moyer, de “disminuir la pobreza y aumentar la felicidad de la sociedad", no sólo acelera los motores, sino que refresca, oxigena y fortalece el sistema democrático. Parafraseando a Thomas Kuhn, la naturaleza de las revoluciones lleva implícita transformar las sociedades y conducirles hacia las llanuras de la felicidad.

De acuerdo con Moyer, los cinco combustibles que se esbozan en el libro, “se explican y desarrollan, mediante una selección de artículos escritos y/o publicados, desde el 6 de diciembre de 1998, fecha en la que ganó Chávez la presidencia, para llenarnos de esperanza por el futuro de Venezuela, hasta el más reciente articulo, publicado en enero del 2007”.

Esa es la enseñanza que nos deja Hugo Moyer en su obra, ya próxima salir, y que recomendamos para el estudio y comprensión de esta nueva etapa de la revolución bolivariana, ahora en dirección al socialismo del siglo veintiuno.

*Politólogo.

eduardojm51@yahoo.es



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Eduardo Marapacuto*


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