A veces no entiendo qué es lo que estamos haciendo. Hay noticias y personajes que me dejan helada. Cada vez que veo en la televisión a funcionarios de gobierno que son exactamente eso: “funcionarios”, me dan ganas de llorar. Convencidos de que están inventando la pólvora, repiten casi con las mismas palabras planes y metas iguales a los que planteaban sus pares de la cuarta, sin entender que ocupar revolucionariamente una posición no implica desechar lo hecho, sin informarse de qué se trataba, porque se termina haciendo lo mismo.
A título de ejemplo, pues no es la única, en una entrevista con Ernesto Villegas, la responsable del ALBA, quien además representa al país en reuniones internacionales, habló exclusivamente del tema financiero y comercial, como si estuviera hablando del ALCA y dijo las mismas sandeces que se vienen repitiendo desde la fundación del Pacto Andino. Explicó que el ALBA tenía problemas operativos y dio la “buena noticia” de que ya no se les iba a exigir a las empresas de los países socios que presentarán la solvencia laboral, ni la del INCE ?????. Entre otras cosas, dijo que los venezolanos, tan antiimperialistas que somos, no nos damos cuenta de que China es imperialista, lo cual queda demostrado porque los productores de zapatos venezolanos no pueden competir con los precios de los zapatos chinos. Repitió varias veces que la revolución se lleva en el corazón y no en la cachucha roja y remató su “posición revolucionaria” criticando al embajador Jorge Valero y sugiriendo la transformación de la CAF en el Banco del Sur pues para ella, sólo se trata de cambiarle el nombre. El hecho de que la CAF responda a otro contexto y que sea una copia del Banco Mundial y el BID, supongo que no son sino detalles.
Por su parte, la Asamblea Nacional anunció recientemente que va a someter a consideración la ley del ejercicio de la profesión de los trabajadores sociales. Por qué no empiezan los asambleístas por preguntarse qué sentido tienen las leyes de ejercicio profesional, por qué deben ser leyes. Además y en este caso específico, por qué no empiezan por discutir qué es trabajo social y por qué los que han tenido la oportunidad de estudiarlo como disciplina en una universidad van a tener una ley y los que lo ejercen diariamente en la comunidad, no.
La construcción de un nuevo modelo de sociedad como mínimo implica cuestionar la validez de la institucionalidad, las relaciones, el hacer, los patrones culturales y las ideas imperantes en la sociedad que se pretende transformar.
La revolución bolivariana está inmersa en un proceso transformador que trascendió las fronteras nacionales. Venezuela está definiendo su identidad dentro de un contexto internacional muy complejo e inevitable. Se enfrenta a enemigos muy poderosos y debe aliarse a socios estratégicos que no necesariamente comparten nuestros puntos de vista e intereses.
Hacia lo interno, la situación no es menos compleja. Se está llevando a cabo una revolución en democracia y se está definiendo un sistema socialista nuevo y adecuado a la realidad de esta época, con un porcentaje significativo de la población en contra o totalmente indiferente ante el proceso. Proceso caracterizado por tener un solo líder: el Presidente de la República. Chávez además de gobernar para todos los venezolanos dentro de un marco institucional caduco e inoperante, se tiene que encargar de formar al pueblo en la valores básicos que hacen posible una nueva ideología, de aglutinar organizadamente a quienes apoyan la transformación de la sociedad, de promover las organizaciones populares de base y de facilitar las nuevas relaciones entre la comunidad y el poder.
Como he dicho en otras oportunidades, Venezuela y particularmente Chávez, enfrentan una tarea titánica imposible de realizar sin un apoyo real y efectivo de quienes nos decimos revolucionarios. Apoyo que pasa por entender que ya no somos oposición sino gobierno y que es mucho más fácil criticar y enfrentar que construir un país socialista concreto.
Desde mi punto de vista, la participación en este proceso, exige reconocer con humildad que estamos contaminados, de una manera u otra, por patrones y valores que debemos combatir y que si no empezamos por cuestionarnos a nosotros mismos no tendremos la solidez ideológica y moral necesaria para transitar un nuevo camino. Esto tiene particular importancia en el caso de quienes por ocupar posiciones de poder público, tienen una gran responsabilidad como ejemplo y formadores de opinión entre aquellos que tradicionalmente fueron excluidos.
La prisa no justifica la ignorancia y el no pensar. No hay instrucciones para hacer la revolución operativa en los distintos campos, por lo tanto, informarse para no caer en los mismos errores; cuestionar lo aprendido en una formación convencional o izquierdista que requieren ser revisadas; y ser creativo, consistente y práctico a la hora de proponer líneas de trabajo, es obligatorio para quienes asumen posiciones públicas en este proceso
Propongo que, mientras definimos el socialismo del siglo XXI y constituimos el partido unido, se dicten talleres de formación ideológica de asistencia obligatoria a quienes gobiernan al país y se les prohíba opinar en base a lo que se les “ocurre”, para que de buena o mala fe, no desbaraten con los pies lo que otros hacen con las manos.
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