Se pueden destacar tres cosas mínimas esenciales que se deben hacer durante la presente campaña electoral presidencial, considerando que, luego de casi tres décadas enfrentando todo tipo de situaciones creadas adversas, ésta sería la etapa más peligrosa que atravesaría el chavismo; no sería, por tanto, nada más que la Presidencia de la República. Está en juego la unidad y la continuidad del proyecto revolucionario iniciado por Hugo Chávez. En este caso, del lado del Partido Socialista Unido de Venezuela y sus socios electorales, tendrá que asumir la tarea -con la seriedad que ello merece- de recordarle al pueblo chavista todo lo que hizo Chávez por dignificar su vida, las Misiones sociales, la nueva doctrina militar bolivariana, la nueva Constitución, los nuevos espacios organizativos populares y sociales; además de la necesidad histórica de llevar todo esto a un nivel más elevado, procurando alcanzar la hegemonía de la cual hablara el intelectual comunista italiano Antonio Gramsci. Lo segundo es saber comunicarse con las bases chavistas al explicarles lo que implica toda la estrategia desestabilizadora e injerencista de Estados Unidos y no quedarse en la simple repetición (vacua, por demás) de lo que diga Diosdado Cabello, Nicolás Maduro y todos los demás altos dirigentes nacionales, regionales y locales del Psuv; nuestras realidades personales y familiares son muy diferentes. Ver la pinta y la contextura física de éstos chocan con las de quienes oyen sus discursos. En tercer lugar, más que Maduro, la campaña deben asumirla los movimientos sociales revolucionarios en todos sus espacios, que serían los más interesados en frenar, definitivamente, las apetencias de poder y el servilismo pitiyanqui de la derecha, tanto la electoral como la fascistoide.
En la acera opuesta, es innegable que las aspiraciones presidenciales de María Corina Machado están identificadas y ampliamente respaldadas por los sectores dirigentes imperialistas de Estados Unidos. A esto se agrega el apoyo brindado por los medios de comunicación corporativos que han opacado con la cobertura de sus actos al resto de los dirigentes opositores, en especial a quienes se postularon como candidatos a la presidencia de la república; haciendo ver a la opinión pública que no existe otra opción que la representada por ella, incluso por encima del candidato que está aupando, en lo que es una incongruencia y algo desacostumbrado en el espectro político venezolano, si exceptuamos la tradición seguida por los autócratas del siglo XIX de designar a dedo a aquellos de sus acólitos que le sucederían en el mando. La intromisión descarada de los gobiernos estadounidenses en los asuntos internos de Venezuela es estimulada explícitamente por Machado, sin importarle en absoluto las graves consecuencias que ello ha tenido sobre la vida de la mayoría de los venezolanos, afectados económicamente, muchos de ellos viéndose obligados a migrar a otras naciones en búsqueda de mejores condiciones de vida. Su interés central es acabar de raíz con el proyecto político del chavismo y adherirse incondicionalmente a la ola derechista y la globalización neoliberal que ha tenido cierto auge a nivel continental y mundial; coincidiendo, como ha dejado ver en más de una ocasión, con los intereses encarnados por la Casa Blanca.
Contrariamente a la estrategia que supondría hablar en nombre de Edmundo González Urrutia, el candidato oficial de un sector de la derecha fascistoide, la campaña unipersonal de Machado apunta a su consolidación y visibilidad como la dirigente suprema del antichavismo, lo que trata de reforzar con sus alusiones de llegar "hasta el final", en lo que muchos anticipan un estado de conflictividad mayor al ocasionado por las güarimbas. Mediante esto, busca atraer a los grupos reaccionarios más radicalizados, dispuestos a secundar cualquier acción proveniente de Washington, incluso militar, si ésta sirve para derrocar a Nicolás Maduro; cuestión que anticipa el desconocimiento (como otras veces en el pasado) de los resultados que anuncie el Consejo Nacional Electoral a favor del presidente, dando pie a que su gobierno sea deslegitimado por Estados Unidos y compañía. Esto sería una repetición del esquema adoptado desde hace largo tiempo por los sectores antichavistas, por lo que no sorprende que lo hagan. Con ello refuerzan la percepción y la convicción de quienes apoyan a Maduro de ser víctimas a futuro de persecución y exclusiones en el caso hipotético que Machado y su combo alcanzaran el poder; lo que termina por favorecer al presidente.
Un "detalle" que se procura mantener al margen del discurso electoral de María Corina Machado es el referente al ajuste neoliberal implícito en su plan "Tierra de Gracia", en mucho parecido al enarbolado y aplicado por Javier Milei en Argentina, a pesar del masivo rechazo de los sectores populares que se han visto despojados de varios planes sociales gubernamentales con que paliaban sus limitaciones económicas, luego de culminado el periodo presidencial de Cristina Kirchner. No sería extraño ni exagerado suponer que tal plan contenga una serie de medidas que erradicarían bonos y programas sociales, aplicación a rajatabla del recetario neoliberal del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial a fin de obtener financiamiento externo, lo que se traduce en la hipoteca de la política financiera del país y, de forma preponderante, la privatización de PDVSA y demás empresas y activos públicos; beneficiando con ellas al sector privado de la economía interna y a las grandes corporaciones transnacionales, dando continuidad al saqueo y la explotación de los recursos estratégicos nacionales, de un modo más intenso al seguido durante el siglo anterior. Así que, con todos estos elementos en consideración, no cabe más que esperar los resultados del próximo 28 de julio para despejar la incógnita de los grupos de la derecha fascistoide. Entonces, ¡nos vemos el 28!