El cambio estructural y la ruptura con el viejo modelo de Estado

Bajo la aparente uniformidad que presenta el proceso revolucionario bolivariano, no son escasas las situaciones que hacen aflorar diferencias y contradicciones en su seno que pudieran repercutir negativamente en su desarrollo y profundización; especialmente cuando se toma en cuenta el acecho de los sectores reaccionarios, internos y externos, quienes no descansan en su afán por acabar, de una vez por todas, con este ensayo inédito de revolución popular en Venezuela. Una de esas situaciones es la generada por el llamado hecho por Hugo Chávez para disolver las distintas organizaciones partidistas revolucionarias y constituir, en su lugar, una que agrupe a toda la militancia revolucionaria del país. Algo que delató la incompatibilidad ideológica de muchos de los seguidores de Chávez respecto al socialismo del siglo XXI que viene enarbolando desde hace algún tiempo como pieza medular de lo que será el proceso revolucionario venezolano, asunto que no parece escandalizar ni preocupar, contrariamente, a las masas populares. Sin embargo, esta no es la única situación detectada. Otra es la que se presenta al considerar que -a pesar de la retórica revolucionaria y el cambio de nomenclatura de algunas instituciones públicas, forjadas en parte por la Constitución y, otras, por la audacia del Presidente- sigue vigente el viejo Estado burgués, lo cual limita grandemente el accionar de las masas organizadas.

Este último aspecto ha sido atacado reiteradamente por el mismo Chávez, exigiendo lo mismo de sus ministros y de los gobernantes regionales. No obstante, todo queda en buenos deseos que, en la mayoría de los casos, son forzados a cumplirse por los sectores populares al interpretar correctamente los lineamientos presidenciales, originándose una confrontación de intereses que culmina, algunas veces, en resentimiento y frustración. De ahí que la identificación de la mayoría del pueblo venezolano sea con el Presidente y no con la dirigencia política que lo secunda, estableciéndose un abismo profundo que sólo es salvado por la intervención directa de Chávez, como sucediera durante los comicios de alcaldes y gobernadores. Pese a ello, el pueblo venezolano se muestra entusiasta con las herramientas organizativas de las cuales dispone, tal como acontece con la activación de los Consejos Comunales y la disposición existente -desde el Ejecutivo Nacional- de avanzar resueltamente hacia la conformación del Poder Comunal, con una democracia participativa y protagónica directamente ejercida desde abajo, apuntalada por un nuevo ideario socialista que responda a las peculiaridades del país.

Siendo así, la ruptura con el viejo modelo de Estado, ajustado a la idiosincrasia del sistema capitalista y a la democracia representativa, se presenta inminente aunque presagia, al mismo tiempo, la agudización de las contradicciones existentes en la sociedad venezolana. Esta ruptura debe ser radical, de otro modo, el socialismo del siglo XXI no serviría de plataforma para la transformación económica, social, política, cultural y, hasta, militar de Venezuela. Si estas estructuras de dominación y de alienación se mantienen intactas, sin ir a sus raíces para extirparlas definitivamente, se corre el riesgo de reproducir los elementos característicos del reformismo en lugar de abrirle paso a la revolución y al socialismo. Se impone, por tanto, una cruzada revolucionaria sostenida en contra de aquellos mecanismos que, aún estando en manos de gente revolucionaria, harán dificultoso, no imposible, el tránsito de la vieja sociedad a la sociedad de nuevo tipo que se desea construir en Venezuela. Además, es imprescindible que ello sobrevenga, puesto que ya se están delineando variadas formas organizativas -incluso, más allá del marco constitucional vigente- que prefiguran ese nuevo Estado revolucionario por instituirse, sin que ello sea algo permanente en el tiempo y en el espacio, dado el dinamismo y la re-creación (“O inventamos o erramos”) que pudieran caracterizar al proceso revolucionario de la mano de las masas populares. En todo caso, este proceso revolucionario inédito tiene una multiplicidad de opciones posibles, pero es ineludible que éstas tengan un cuadro adecuado en el cual desarrollarse a plenitud.

Por ello, el cambio estructural que supone el nuevo Estado y, con él, de las relaciones sociales y económicas, amén de las culturales, reviste una trascendencia inigualable. El mismo hará de la revolución bolivariana y socialista en Venezuela una realidad cotidiana y constante, no simple aspiración utópica.

mandingacaribe@yahoo.es


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Homar Garcés


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