El Derecho de Todos Con el Poder de Todos

En su “Venezuela: la Cuarta República (o la total transformación del Estado), publicada en 1991, Kléber Ramírez planteaba ya que “el nuevo Estado debe dirigir el desarrollo de la democracia de abajo a arriba, comenzando por hacer que todas las comunidades se hagan responsables de su propia gestión, eligiendo ellas mismas sus autoridades administrativas, elaborando y jerarquizando sus planes autogestionarios, en fin, desarrollando todo sus potencial de responsabilidad. Al lograrse en el plano anterior una mínima maduración social y política, pasaríamos a construir y desarrollar las bases del nuevo poder municipal y algunos poderes regionales. Luego vendrían los organismos colectivos nacionales, etc. Estas construcciones se harían utilizando completamente el sistema uninominal de elecciones, en la seguridad de que estas prácticas, a su vez, generarían las nuevas modalidades de desarrollo de la verdadera democracia, correspondiente a la nueva etapa social del país”.

Hoy en día, en Venezuela se están suscitando realidades que, aún sin acercarse plenamente escrito por el recordado combatiente revolucionario, permiten avizorar ciertas potencialidades que podrían caracterizar, en lo adelante, el devenir del país. Más aún si consideramos el alto nivel de conciencia hasta ahora alcanzado por las masas populares, lo cual les permitiera -incluso- abortar exitosamente, sin mayores armas que la Constitución en la mano, el golpe de Estado fascista-mediático del 11 de abril de 2002. No obstante, falta mucho trecho por andar en la práctica cotidiana de la democracia participativa y protagónica como antesala del nuevo socialismo que se busca como construir como paradigma del siglo XXI. En esta dirección ya hay algunos ensayos y experiencias de tipo organizativo en lo político, lo económico y lo cultural que hacen prever una situación revolucionaria creadora y dinámica como pocas veces se vio en la historia mundial.

Sin embargo, este fervor revolucionario de los sectores populares todavía debe derrotar las resistencias que le opone el viejo Estado burgués, más que las tentativas oposicionistas desestabilizadoras que se presentan de manera recurrente. Son sus estructuras, conformadas para legitimar el poder de una clase minoritaria, dueña de los medios de producción, los que obstaculizan la posibilidad de un cambio estructural de unas características y de unos contenidos realmente revolucionarios, populares y socialistas. En ello habría que insistir una y otra vez porque se tiende a confundir con la idea absolutista de copara todas las instancias estatales, creyendo que ésa es la meta y la mejor manera de hacer la revolución en Venezuela. No en balde, los sectores populares identificados con el proceso revolucionario bolivariano resienten el “liderazgo” de algunos de los dirigentes y gobernantes locales chavistas que nada más asumen la revolución , la integridad y el socialismo de la boca para afuera, pero no manifiestan un interés sincero por contribuir a concretarlos efectivamente. Esta situación contradictoria podría dirimirse en la misma medida que las fuerzas populares comprendan el rol histórico que les corresponde y comiencen a generar sus propios espacios políticos y pongan en ejecución sus propias propuestas, determinándose de esta forma un socialismo más cercano a la idiosincrasia de los venezolanos y, por consiguiente, la instauración de una sociedad auténticamente democrática y justa.

A pesar de los escollos presentados, entre los cuales cabe mencionar el burocratismo, el reformismo campante y la ausencia notoria de una teoría revolucionaria que sirva de base para propiciar los cambios revolucionarios necesarios, se está sedimentando en algunas capas de la población venezolana la convicción de trascender el limitado y paradójico marco en que se proyecta el actual proceso bolivariano; cuestión que vendría acelerándose mediante algunos debates ideológicos en torno a lo que es el socialismo y los mecanismos de participación que comienzan a activarse desde abajo, produciéndose, en consecuencia, una concienciación más radical y exigente, de ahí el cuestionamiento a los liderazgos con muletas de muchos dirigentes y gobernantes locales “revolucionarios” acabados de salir de las entrañas de los partidos políticos tradicionales, AD y COPEI, pero que son más revolucionarios que Carlos Marx, Emiliano Zapata, Sandino y el Che juntos.

Este panorama sin mayores detalles que los expuestos, enrarecido de vez en cuando por las acciones desestabilizadoras de la minoría reaccionaria (cosa que ayuda enormemente a los reformistas en cargos de gobierno) nos induce a creer que se aproximan batallas definitorias encabezadas por los sectores populares, quienes separarán las aguas sobre las cuales se desenvuelve el proceso revolucionario bolivariano. Para ello no hay fecha establecida, pero es lo que permitirá su vigencia, fortalecimiento y profundización, siendo el derecho de todos con el poder de todos, como lo sintetizara Eugenio María de Hostos.-

mandingacaribe@yahoo.es


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Homar Garcés


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