Sed de revolución

Hoy estoy cerrando un ciclo de mi vida, celebro mis 56 años y haciendo una retrospectiva vienen a mi memoria situaciones interesantes.

Mis recuerdos son pocos, empezaré con el año 1958, estoy con mi madre y hermana, nosotras tenemos alrededor de siete y ocho años cada una, caminando de rodillas, no crean que estamos buscando algo que se nos halla caído, no, estamos esquivando las balas de fusiles que atraviesan nuestra sala y cuartos. En ese momento, golpean la puerta a punto de derrumbarla. Mi madre como puede, se abre paso entre colchones y muebles hasta llegar a la puerta. Cuando la logra, abre y entran empujando y vociferando, buscando los hombres que habitan en ese apartamento. Revuelcan, rompen, roban, sintiéndose guapos y apoyados en ese momento de vulnerabilidad de una mujer con dos niñas. Al ver que no hay hombres, salen de la misma forma como entraron, sin un disculpe o lo siento, nada de eso.

Llegan mis años de liceo, quise entrar a la escuela militar, pero en esos años no aceptaban a las mujeres, que retrógradas. Mi liceo quedaba al lado de una Técnica. Sus estudiantes nos sacaban para ir a marchar, a lanzar panfletos contra el régimen.

Tan pequeña me uní a una célula, como le decían en esos tiempos. Me sentía orgullosa de poder unir mi lucha a la de los estudiantes que reclamaban mejoras estudiantiles, por la opresión del gobierno, por esas cosas era que peleaban en ese entonces. Para esos días, ya rondaban ideas en mi mente, de cómo luchar a favor del pueblo, se había sembrado en mí una semillita que quedaría dormida hasta que me mandaron a vivir con una tía que estaba casada con un hombre de ideas revolucionarias. Por medio de él, supe de la existencia de una Isla llamada Cuba, ya que todas las tardes, se retiraba a un estudio que tenía con una jarra de jugo de tomate convertida en helado y en ese retiro, escuchaba Radio Habana Cuba. Escondida oía los discursos de Fidel y aprendí algunos Himnos de lucha como “Una mañana de sol radiante, abelachao, abelachao chao chao, una mañana de sol radiante salí a buscar al opresor” y como ése algunos otros mas. Me pusieron a estudiar piano y lo que tocaba, eran esos himnos.

Era un hombre que se preocupaba de sus congéneres, ayudaba a los más necesitados. Como era médico, les llevaba medicinas y alimentos. El campesinado lo adoraba y lo mentaban “El doctorcito”.

Este hombre decidió irse a las montañas, ya que la lucha se tenía que hacer enfrentando al opresor y no en las ciudades. Cuando logra bajar, por situaciones de salud, es traicionado y la Digepol allana la casa donde estaba, llevándose hasta el panadero. Yo sentí una profunda impotencia al ver como lo desnudaban delante de nosotras, ya que éramos puras mujeres las que lo acompañábamos, le quitaron la faja que le protegía su columna, por la que había bajado. Sin tratar de llegar a comparar, ya que las comparaciones son malas, en estos momentos me acuerdo de la escena de los militares de EEUU, cuando “atraparon” a Sadann Husein, el ensañamiento que tenían contra este hombre indefenso, fue la misma aptitud para con mi tío. En un momento, o en un segundo, nuestras miradas se cruzaron y vi en ella la fortaleza e hidalguía de un hombre que no se doblegaría ante nada ni ante nadie, esa mirada bastó para darme fuerzas y verlo partir con los esbirros del gobierno.

Después de esos años, mi anhelo por un mundo mejor, permanecía inquebrantable, esperando ver en el horizonte un vestigio de esperanza. Y ocurrió, aquel día cuando oí a nuestro Comandante decir “Por ahora” y asumir la responsabilidad de los hechos, entendí que el momento había llegado, para permitirle a nuestro corazón el desahogo de ese grito que permanecía encerrado y callado, a la espera de la luz que iluminaría el sendero de este pueblo.

Hoy 19 de julio de 2007, con mis 56 años y después de haber vivido el comienzo de este proceso revolucionario, lanzo un grito a todo pulmón “Venezuela por fin tiene esperanzas, somos nosotros los encargados de elevar a nuestra patria al sitio que se merece”. Sigamos adelante, somos los elegidos para indicarle al mundo, que si se puede vivir en socialismo democrático, no desmayemos.

¡PATRIA SOCIALISMO O MUERTE!

¡¡VENCEREMOS!!

carbeatriz@hotmail.com


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Carmen Pacheco


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