10 De abril 2003
Definiciones de participación
1. Antes de hablar de nuestro tema considero importante que examinemos los diversos significados de la palabra participación. Se habla de participación cuando la gente: a) asiste a reuniones; b) cuando sale a la calle a manifestarse a favor o en contra de algo; c) cuando vota en los procesos electorales, d) cuando ejecuta determinadas tareas: campañas de alfabetización, de vacunación, etcétera; e) cuando hace sentir su voz en una reunión. Todas estas son, sin duda, formas de participación, pero, a mi entender, la principal forma es la participación en la toma de decisiones y en el control de la ejecución y mantenimiento en el tiempo de las medidas adoptadas.
2. Me han pedido que aborde el tema de la democracia y la participación popular, y he pensado que lo mejor era transmitirle a ustedes algunas ideas que surgieron de mis investigaciones acerca de varios gobiernos locales de participación popular de América Latina.[1]
3. Pero, ¿en qué se diferencian los gobiernos de participación popular de los gobiernos autoritarios y elitistas de derecha, que hasta ahora han sido y siguen siendo inmensamente mayoritarios en nuestro subcontinente, y de los gobiernos populistas de derecha o de izquierda?
4. Los gobiernos autoritarios de derecha ganan las elecciones apoyados, muchas veces, por los sectores más pobres de la población ¾que por su atraso cultural son más fácilmente manipulables por la propaganda electoral¾, usan el poder que les confiere el acceso a las alcaldías para beneficiar, con un estilo autoritario, verticalista, a los sectores sociales de mayor poder adquisitivo, y buscan, generalmente, perdurar en la memoria de la ciudad con grandes obras urbanísticas que marquen su historia. En este sentido, existe una diferencia nítida con los gobiernos de participación popular. Estos últimos se orientan por el lema artiguista: “los infelices deben ser los privilegiados” y tratan de buscar prioritariamente soluciones para los que siempre fueron humillados y estuvieron desamparados, sin que ello signifique que abandonen su preocupación por la ciudad como un todo. Se trata de invertir las prioridades, de pagar una deuda social acumulada con los sectores más desvalidos, sin por ello abandonar la atención de los sectores que siempre fueron atendidos.
5. Los gobiernos populistas del más diverso matiz se caracterizan, a diferencia de los autoritarios, por poner en práctica políticas de beneficio popular, y en esto tienen semejanzas con los gobiernos de participación popular, pero hay algo que los separa en forma abismal: ellos gobiernan para el pueblo, pero no gobiernan con el pueblo y, por eso, su estilo de administración es similar a los gobiernos autoritarios de derecha. Las grandes obras urbanísticas son reemplazadas por obras sociales: vasos de leche para suplir el déficit alimentario, policlínicas, escuelas; obras que son ejecutadas y administradas por personal de la alcaldía y que el pueblo recibe pasivamente como una dádiva; obras que suelen tener un carácter meramente clientelista dirigido a ganar el apoyo electoral de los ciudadanos.
6. Y como estamos hablando de populismo, y sé que se acusa al presidente Chávez de populista, yo quisiera decir aquí por qué considero que no lo es. No es fácil distinguir a un dirigente populista de un dirigente revolucionario. En su forma de aproximarse al pueblo, de hablarle, de escucharlo, las actitudes de ambos son muy similares. La diferencia radical está en que el dirigente populista usa al pueblo para sus objetivos personales, transformando al pueblo en un pueblo mendigo que se acostumbra a pedir y a esperar de ese líder la solución de sus problemas, y Chávez, un dirigente revolucionario, busca, por el contrario, que el pueblo crezca, se organice, y vaya prescindiendo cada vez más de su liderazgo y se vaya transformando en protagonista de la historia.
7. Nuestros pueblos son mucho más maduros que lo que piensa la derecha y sus estadísticas. Cuántas veces no han creído que Fidel iba a caer, porque el pueblo estaba descontento con la situación económica, pero cómo va a estar contento si su situación económica es mucho peor que hace 12 años atrás producto de la desaparición del comercio con el campo socialista, del bloqueo y de la situación de la economía mundial. Lo que no miden las estadísticas, ni aquellos que se mueven sólo en función de la obtención de bienes materiales, es que gobernantes como Fidel y Chávez han logrado devolver la dignidad a sus pueblos. Cuando el pueblo venezolano se movilizó para exigir el regreso de Chávez a la Presidencia de la República en abril del 2002, no lo hizo porque hubiese recibido cosas materiales de su gobierno, sino por amor al único presidente que lo ha escuchado, que le ha devuelto la dignidad, que lo convoca a transformarse en protagonista de un nuevo proyecto de país.
8. Volviendo al tema, considero como gobiernos de participación popular a aquellos que han pretendido hacer un cambio radical frente a los gobiernos anteriores. “Pasar -como decía Aristóbulo Istúriz[2] ex alcalde de Caracas- de un gobierno profundamente antidemocrático, “cogollérico”, “cupulista”, con una enorme concentración de poder en pocas manos, que ignora a la gran mayoría de la población y decide por ella, a un gobierno en que la gente juegue un papel protagónico.”
9. Estudié 8 gobiernos con estas características, 5 del Partido de los Trabajadores de Brasil, 2 gobiernos de La Causa R en Venezuela (Caroní bajo el gobierno de Clemente Scotto, y Caracas, con Aristóbulo Istúriz) y la Intendecia de Montevideo del Frente Amplio de Uruguay. Todos ellos se plantearon como meta la construcción de un proyecto social en que la sociedad civil y, especialmente, los sectores populares, tuviesen un papel protagónico.
10. De este estudio pude extraer algunas reflexiones que quiero compartir con ustedes acerca de los requisitos que debe tener una participación democrática.
No hay democracia sin ámbitos adecuados para la participación y toma de decisiones
11. Una de las primeras tareas, para poder lograr la participación de la gente, ha sido la de crear los espacios apropiados para ello. Se han ideado así diferentes propuestas de descentralización de la actividad del gobierno, pero aquí es necesario precisar primero, de qué tipo de descentralización se trata.
12. Existe una concepción que propone desconcentrar administrativamente servicios que hasta entonces eran asumidos por el gobierno central o local, tales como el aseo urbano, acueductos y alcantarillados, transporte, salud, etcétera, lo que supone una paralela desconcentración presupuestaria, cosa que habitualmente no ocurre dada la crisis financiera que vive la mayor parte de nuestros estados. O propone desconcentrar una serie de trámites que suelen hacerse a nivel central como el pago de impuestos. En lugar de obligar al vecino a hacer sus gestiones en las oficinas municipales centrales, se procura que éste pueda hacerlas en una oficina más cercana al lugar donde habita. Pero si bien esto último facilita a la población el pago de los impuestos y otros trámites, y ayuda a disminuir la red burocrática, no cambia con ello la calidad del ciudadano. Este sigue siendo el del vecino que paga impuestos y que va a buscar el servicio, sólo que ahora desconcentradamente en su barrio.
13. Existe otra concepción que plantea, no sólo una desconcentración administrativa y presupuestaria, sino también una descentralización política, es decir, darle al vecino la posibilidad de poder gobernar: otorgarle poder de iniciativa, poder de decisión y poder controlador de la gestión municipal en su espacio de participación.
14. “Esta descentralización política -afirma Tabaré Vásquez, ex intendente de Montevideo- implica necesariamente una participación popular, porque de lo contrario no hay descentralización política. Las fuerzas de derecha sólo proponen desconcentrar administrativamente, pero los vecinos siguen en su calidad de contribuyentes y el gobierno sigue teniendo centralmente el poder. Nosotros proponemos desconcentrar administrativamente, pero además, que el vecino pase de ser un vecino contribuyente a ser un vecino gobernante. Esto es descentralización política y participación. Esta nueva calidad que asume el vecino de poder participar del acto de gobernar, gesta un vecino con un gran sentido comunitario, solidario, humano, participativo.”
15. Se da así, según Tabaré Vásquez, un doble aprendizaje: los militantes que participan en tareas administrativas van adquiriendo una “cultura de gobierno”, y los vecinos van adquiriendo una “cultura de participación”.
16. Este tipo de relación con el poder local no los distrae de los grandes problemas nacionales -como es el propósito de los estrategas de la reforma neoliberal del Estado-, muy por el contrario, al sentirse responsable de los problemas locales y percibir que éstos muchas veces no pueden ser resueltos por los límites que le impone el estado central y el sistema económico imperante, los politiza y les hace comprender que si se desean resolver los problemas locales, la mira debe estar puesta en el poder central.
17. Ahora bien, cuando se plantea hacer un esfuerzo de descentralización política, se plantea la necesidad de crear espacios más apropiados para la participación política de los vecinos. Cuando los gobiernos municipales que estudiamos se propusieron, por ejemplo, discutir con la población el destino de los recursos de la alcaldía, surgió de los propios vecinos la demanda de crear espacios más pequeños de discusión. Se dividieron las alcaldías en regiones[3] y luego, en muchos casos, en microregiones; en otras se utilizaron las subdivisiones ya existentes por parroquias. Se combinaron, por otra parte, distintas formas de participación de acuerdo a las etapas del proceso de discusión: asambleas por regiones o parroquias, con asambleas de barrios. La experiencia indica que, en muchos casos, es el barrio, donde los vecinos se conocen y pueden reunirse con mayor facilidad, el espacio ideal, para que éstos asuman las tareas de cogobernar con la alcaldía.
18. En algunos casos, de mutuo acuerdo con la población, se establecieron criterios de regionalización, donde se buscó no sólo una división geográfica, sino también una división político social, para que las personas puedan integrarse más unas con las otras: las poblaciones con las poblaciones, algunas poblaciones con determinados barrios.
19. En el caso concreto de Porto Alegre, gracias a esa experiencia, la alcaldía ha diseñado, de acuerdo con la población, un cambio en el proyecto de regionalización de la ciudad que ya existía.
20. Para que exista un ejercicio democrático es necesario crear ámbitos adecuados para la participación de los ciudadanos.
No hay democracia si no se toma en cuenta la cultura organizativa del pueblo
21. No basta crear los adecuados espacios de participación, es necesario buscar formas organizativas para ponerla en práctica.
22. Algunas alcaldías pecaron de espontaneístas. Se convocaba a la gente a que discutiera y participara sin ninguna dirección, sin ninguna preparación previa de dichas reuniones. En otros casos se crearon estructuras de participación nuevas, diseñadas por la alcaldía de acuerdo con un criterio de racionalidad que no respetaba la cultura organizativa de la gente. Ambos intentos fracasaron. No se puede prescindir de la organización, pero tampoco se puede pretender organizar la participación sin tener en cuenta la forma tradicional en que la población se ha organizado y sus hábitos culturales.
23. En muchos casos son las asociaciones de pobladores, las asociaciones de barrio, las comisiones de fomento, las instancias donde la gente está habituada a participar; en otros pueden ser las comunidades indígenas. Los dirigentes de estas instancias conocen los hábitos de la gente, saben cuando se dan condiciones más favorables para que la gente asista a las reuniones y suelen contar con un calendario de actividades de acuerdo a estas consideraciones.
24. Una gestión democrática exige el respeto de la tradición organizativa y cultural de la gente.
Los problemas más sentidos por la población: el punto de partida de la participación democrática
25. Ante esta situación de débil organización, de desmovilización y escepticismo en que se encuentra la población, es interesante constatar que, en todos los lugares que hemos estudiado, la vía más apta para promover inicialmente la participación ha sido la de convocar a la población a discutir y decidir acerca del destino de los recursos, generalmente escasos, con que cuentan estas alcaldías.[4]
26. Y ¿por qué esto? Porque aquí se cumple, como en todo esfuerzo por motivar a las personas a participar, el principio de que es fundamental partir de los intereses inmediatos de la gente y, aunque parezca innecesario, es necesario subrayar que se trata de los intereses que esa gente percibe como inmediatos, y no de lo que muchas veces las administraciones locales creen que son sus intereses inmediatos.
27. De ahí la importancia de la consulta popular para determinar cómo debe usarse el presupuesto disponible.
28. Por ejemplo, Gumercindo Milhomen, jefe de gabinete de Luisa Erundina, ex-alcaldesa de Sao Paulo, con una larga trayectoria como dirigente del gremio de los maestros, estaba convencido del carácter prioritario de las tareas educativas y culturales, pero ese no fue el criterio de la población. Al consultarla se comprobó que ésta sentía como algo más urgente que el acceso a la cultura, la necesidad de que el camión de la basura llegue hasta la puerta de su casa, que consiga agua potable, que el alcantarillado pase por su calle, que la ambulancia pueda llegar con facilidad hasta allí.
29. “Cuando la administración empezaba a plantear que tenía un proyecto de democratización del Estado -narra Iria Charon, la principal promotora de la discusión popular del presupuesto en Porto Alegre-, en medio de la plenaria se levantaba una mano que preguntaba cuándo se iba a resolver el problema del alcantarillado. Para esa persona el problema más serio era el de su niño jugando en la calle en esa situación, o tener que salir con los zapatos en una bolsa para colocárselos al subir al ómnibus. Y eso era lo que ocurría en gran parte de la periferia de la ciudad.”
30. Si no se parte de los problemas más sentidos por la gente, las personas carecen de incentivos para participar en la gestión de gobierno.
No hay democracia si los dirigentes no están dispuestos a tomar en cuenta las opiniones de la gente
31. Pero si la administración local puede equivocarse en la interpretación de las prioridades de la gente, como hemos visto anteriormente, también puede tener datos inexactos o simplemente no tener datos de determinadas realidades, que pueden y deben ser corregidos con la participación de la propia gente. Por ello es fundamental que los dirigentes administrativos, y todos aquellos que impulsan la organización de las comunidades, para que éstas participen activamente en la gestión de gobierno, sepan escuchar y sean flexibles para aceptar los criterios de la gente, aunque no sean inicialmente sus propios criterios.
32. No hay gestión democrática si los dirigentes no están dispuestos a tomar en cuenta los criterios de la gente.
No hay democracia sin autonomía de la sociedad civil
33. Cuando triunfa un gobierno popular, además de que se acrecientan las expectativas en la población, surge una tendencia de las organizaciones populares a “descansar” en las alcaldías, a esperar que las soluciones a sus problemas caigan del cielo, a pensar de que ya no es necesario luchar por sus reivindicaciones. Esta tendencia ha sido combatida por los gobiernos que hemos estudiado. El estilo paternalista de las alcaldías populistas sólo conduce a debilitar al movimiento popular, no lo politiza ni lo prepara para enfrentar las dificultades que necesariamente se presentan en el camino de los gobiernos que buscan una transformación social profunda.
34. El pueblo debe estar organizado en forma independiente de la administración, por muy popular que ésta sea, porque ésta tiene que actuar dentro de un aparato institucional heredado, con una serie de limitaciones; desde una correlación de fuerzas en la cámara municipal, desfavorable en muchos casos, hasta la legislación y la justicia vigentes, que no favorecen una gestión en beneficio del pueblo, situación que sólo puede ser superada con una gran presión popular. Ahora bien, esta autonomía no sólo es necesaria para presionar contra la institucionalidad que se hereda, sino también para corregir errores que ese gobierno puede cometer, porque es absorbido por ese aparato que fue creado para servir a otros intereses. La desviación administrativista y legalista es algo que acecha a todo gobierno, y de la cual no son ajenas las alcaldías de participación popular.
35. Afirmar esto no significa desconocer el papel fundamental que pueden desempeñar los gobiernos locales en la creación “desde arriba” de espacios para la participación popular. La experiencia del presupuesto participativo en Porto Alegre y otras alcaldías del Partido de los Trabajadores de Brasil es un ejemplo de ello. Gracias a estas iniciativas “desde arriba” se logró avanzar en el proceso de participación de la gente en la gestión de gobierno, pero que, al ser iniciativas organizadas por la alcaldía, si no se logra ir construyendo, al mismo tiempo, movimientos sociales autónomos, corren el riesgo de desaparecer si el alcalde no logra reelegirse o no se elige un nuevo alcalde con el mismo proyecto que el saliente.
36. No existe, por lo tanto, democracia sin autonomía de las expresiones del movimiento social frente al Estado.
No hay democracia sin información ni transparencia administrativa
37. Ahora bien, no hay autonomía si la población no tiene la suficiente información para poder pronunciarse y adoptar decisiones autónomas. Si no entiende el problema, si no maneja los datos al detalle, su participación en las reuniones puede ser meramente formal o pasiva.
38. Al no tener en cuenta este elemento, la mayor parte de las alcaldías estudiadas cometieron los mismos errores.
39. Convocaron a la población a que expresase sus necesidades. Las demandas que surgieron de aquellas reuniones fueron colosales, porque, como es lógico un gobierno popular suele crear grandes expectativas en la gente, especialmente en la más humilde, en el sentido de que ahora sí se van a resolver sus problemas.
40. Esas expectativas eran el producto de un gran desconocimiento de las limitaciones presupuestarias de las alcaldías. Muy pocas personas conocían, por ejemplo, cuál era la parte de los ingresos que podía ser invertida en obras. Fue necesario explicarle de dónde provenían los recursos de la alcaldía, cuáles eran de jurisdicción del municipio y cuáles del gobierno regional o central. Luego de tales explicaciones la población empezó a comprender que ella sólo podía intervenir y opinar sobre aquella parte de los ingresos del municipio que quedaba disponible para obras.
41. Aristóbulo Istúriz sostiene que la experiencia condujo a los que trabajaban en la alcaldía a concluir que “no toda asamblea es sinónimo de democracia; que las asambleas no son productivas si la gente que no tiene formación política, si no está politizada.” Y la “politización se convirtió, así, en el problema fundamental. Para profundizar la democracia era necesario politizar. El problema fue entonces cómo bajar a la gente, cómo acercar hasta el más humilde de los ciudadanos la facilidad para que se politice, para que esté en capacidad de tomar decisiones.”
42. Se dieron cuenta, entonces,que para lograr eso era fundamental darle información a la gente. Aristóbulo y su equipo son de los que insisten incansablemente que “sólo existe democracia con gente igualmente informada.”
43. Ahora, todo esto supone que la alcaldía aplique en su gestión una política de transparencia administrativa; que se eliminen los llamados “secretos de Estado”.
44. Pero en esta cuestión de la información hay que evitar que se piense que toda la información necesariamente debe venir de arriba. En muchas ocasiones la propia población puede aportar mucho para enriquecer la información acerca de la realidad en que vive.
45. Todos saben que el tema del agua es uno de los más problemáticos de Caracas, pues hay sectores de los barrios donde las redes son muy desordenadas, muy mal instaladas y donde no hay información alguna que permita comenzar un proyecto de reparación. En estos casos, es la propia gente que allí vive quien conoce mejor que nadie cómo se distribuye el agua, por dónde va la tubería en su barrio, y no los ingenieros de Hidrocapital, porque fue la propia gente la que construyó esas redes. Esa información, dificilísima de levantar si sólo trabaja en ella una institución del Estado, fue preciosa para resolver el problema.
46. En Porto Alegre, cuando al hacerse el diagnóstico de una determinada área, la alcaldía tenía una información no coincidente con los pobladores de dicha área, se pidió a los habitantes de esos lugares que ellos hicieran su propio diagnóstico, y con los nuevos datos obtenidos por la población se corrigió la información de la alcaldía.
47. Se comprobó que con este tipo de medidas las personas se sentían participando, sentían que su palabra también tenía peso, y eso aumentaba su motivación para colaborar activamente en la gestión de gobierno.
48. Sólo hay democracia con ciudadanos igualmente informados.
No hay democracia si la población no tiene capacidad de elegir y controlar a quienes la representan
49. Un elemento clave de la participación de la población en la gestión de gobierno es la capacidad que ésta tenga de hacerse representar en forma adecuada.
50. En Porto Alegre, por ejemplo, existen dos instancias para discutir el presupuesto: un consejo de representantes, formado por las personas que representan a las 16 microregiones en que se dividió la ciudad para este objetivo, elegidas por los representantes de las organizaciones de sus microregiones y un foro de delegados, escogidos directamente por las personas presentes en las plenarias que se realizan en las diferentes comunidades, pertenezcan éstas a un organismo o no, en la proporción de 1 por cada 10 de los presentes. Si hay 100 personas presentes, se eligen 10 delegados; si se logra reunir mil, se eligen 100. Lo que se busca con esta proporcionalidad es estimular la participación; mientras más asistencia tenga una asamblea, mayor cantidad de delegados elige. Los delegados no votan, pero asisten a las reuniones, discuten, reciben información, se dan cuentan de cómo ha sido estructurado el presupuesto, y luego transmiten todas estas informaciones a sus respectivas comunidades.
51. Es importante que la elección de estos representantes sea directa y secreta para evitar presiones, amiguismos, clientelismo, etcétera.
52. En otras alcaldías, las asambleas de discusión del presupuesto se hacen fundamentalmente con dirigentes de las juntas de vecinos, y de los movimientos populares. Y muchas veces se ha requerido, como paso previo, un proceso de elección democrática de aquellas directivas que no eran representativas, sino que habían sido impuestas por los partidos que hasta entonces habían dominado el aparato institucional.
53. En la Intendencia de Montevideo es donde más se ha avanzado en lo que se refiere a la representatividad de los vecinos.
54. Pero no sólo es importante buscar fórmulas democráticas de elegir, es también clave la cuestión de quién nomina al candidato. Muchas veces son los partidos políticos los que señalan los nombres, en otros casos los nombres surgen de la asamblea de vecinos. En el primer caso, la opinión de quienes no son afiliados al partido no se toma en cuenta, y muchas veces tampoco la de los militantes de base de dichos partidos. En el caso de la nominación en asamblea, esta suele ser por mano alzada a propuesta de algún vecino. Este método, aparentemente más democrático, no lo es tanto si se toma en cuenta que en una comunidad pequeña existen lazos familiares, de amistad o de trabajo con los vecinos, que muchas veces les inhiben a vetar un nombre propuesto en la asamblea porque eso puede crear susceptibilidades.
55. Por otra parte, los vecinos elegidos como representantes tienen que aprender a subordinar los intereses de su barrio a los intereses de su microregión. Su tarea es también velar, junto con la población, porque las obras se ejecuten y esto se realice con eficiencia. Si no cumplen con el mandato que ésta le ha otorgado pueden ser revocados.
56. La actual Constitución venezolana, una de las más avanzadas en el tema de la participación popular en el mundo, plantea el mecanismo del “referéndum revocatorio” para suspender de sus cargos a aquellas personas que no han cumplido con su mandato.
57. No hay democracia si la población no tiene posibilidad de elegir y controlar a quienes la representan.
No hay democracia sin politización
58. Una de las dificultades mayores en este ejercicio democrático es que la población sea capaz de subordinar sus intereses sectoriales a los intereses de la ciudad como un todo, y los intereses de la ciudad a los de la sociedad en su conjunto.
59. Existe una tendencia natural a que cada representante trate de conseguir las mayores inversiones para la región que él representa.
60. En Porto Alegre se hizo una interesante experiencia para que la gente trabajara con la perspectiva de la ciudad como un todo.
61. Se consiguió un ómnibus y se invitó a todos los representantes a hacer un recorrido. Muchos de ellos no conocían la ciudad. Sólo se movilizaban de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. “Eso conllevaba -expresa Iria Charon- que su actuación dentro de las plenarias estuviese desprovista de una visión macro de la ciudad. Luego de haberla recorrido y haber constatado las necesidades de cada zona algunos llegaron a la conclusión de que había otros que necesitaban mucho más y comenzaron a ser solidarios con ellos. No es la regla general, pero se dieron casos de este tipo.”
62. Junto a este esfuerzo, la Secretaría de Planificación, hizo un mapa con todo lo que había en cada lugar: número de habitantes, saneamiento básico, escuelas, puestos de salud. Y dio un puntaje a cada uno de estos aspectos. Esos puntajes eran sometidos a discusión y votados por los delegados en reuniones semanales. Aquellas áreas que obtenían menos puntos eran consideradas áreas de carencia máxima. La alcaldía buscaba de esa manera motivar a la población para que, al definir sus prioridades, tomase en cuenta las áreas más carenciadas.
63. Todas estas iniciativas van dirigidas a lograr que la gente perciba que sus problemas concretos estaban ubicados dentro de un contexto más amplio y que, por lo tanto, la resolución de fondo de ellos implica un cambio del régimen existente. Son todos esfuerzos de politización de la gente -politización que, por supuesto, nada tiene que ver con partidización-, porque sólo una persona politizada es capaz de sobrepasar los estrechos límites de su localidad o sector (sea este su barrio, su sindicato, su escuela, su ciudad) y asumir los intereses globales de la sociedad.
64. La superación del localismo, por lo tanto, es un requisito indispensable para el ejercicio democrático, y la profundidad de un proceso democrático se mide por el grado de politización alcanzado por sus ciudadanos.
No hay democracia sin control de la gestión por la población organizada
65. Por último, algo que se ha comprobado en todas las alcaldías que hemos estudiado es que el buen funcionamiento de éstas, la cantidad y calidad de obras que se realicen, la simpatía que estas gestiones despiertan en la población, están directamente relacionados con la capacidad que tienen las administraciones municipales de corresponsabilizar a la población de la gestión de gobierno, para que la gente se sienta realmente dueña de su ciudad, se apropie de ella, la sienta y la cuide como a su propia casa. Pasar, como dice Aristóbulo Istúriz, de un gobierno para la gente a un gobierno de la gente.
66. Pero para que esto se logre, es fundamental no sólo delegar poder de decisión y de ejecución, sino también de control, en las agrupaciones organizadas del pueblo.
67. El problema del control es quizás uno de los elementos más olvidados, pero a la vez, quizás uno de los más fundamentales para que exista una gestión democrática, porque nada se saca con decidir determinadas prioridades, ni conseguir recursos para determinadas obras, si la gente no se organiza para dar seguimiento a estas iniciativas, para vigilar que los recursos se empleen en las obras a las que estaban destinados y que éstas se ejecuten con la calidad requerida.
68. La falta de control organizado por parte de la gente es lo que facilita no sólo la corrupción y el desvío de recursos, sino el que los propios vecinos no hagan las cosas como deben hacerlas para favorecer los intereses colectivos.
69. En algunas alcaldías se ha hablado de la consolidación democrática de las obras. Una cancha deportiva, no sólo se ejecuta con la partición de los vecinos que van a usufructuar de ella, sino que éstos se organizan para darle mantenimiento, para cuidarla, para hacer que se respeten las normas que ellos mismos ponen para evitar su deterioro.
70. No hay, entonces, democracia, sin control por parte de la gente organizada.
71. Aplicar todas las medidas señaladas significa tener una gran confianza en la iniciativa creadora del pueblo y aceptar que éste puede llegar a elaborar soluciones que quizá no han sido pensadas por la administración.
72. Me parece que la siguiente anécdota ilustra muy bien este planteamiento: durante la segunda guerra mundial un barco norteamericano quedó a la deriva, y estaba rodeado de barcos nazis. De repente aparece una mina que se acerca peligrosamente al barco. El capitán no sabe cómo moverlo para evitar el choque y la explosión que de ella derivaría. Decide reunir a la tripulación para buscar junto con ella alguna solución. Un marinero, el más inculto de todos, dice que se le ha ocurrido la idea que si todos se ponen a soplar se puede crear una corriente que aleje la mina. ¡Qué idea más absurda parecía aquella! Sin embargo, gracias a ella, otro miembro de ese colectivo, siguiendo la línea de razonamiento planteada por el humilde marinero, concibe la idea de hacer trabajar las mangueras del barco. Lanzando chorros de agua se logra finalmente alejar la mina.
73. ¡Qué gran lección! ¡Cuántas iniciativas populares no se habrán perdido en la historia porque quienes dirigen los procesos no confían realmente en el pueblo!
74. Pienso entonces, para terminar esta intervención, y dejando muchas cosas en el tintero, que de todo lo dicho anteriormente se deduce que el grado de profundidad alcanzado por un sistema democrático se mide por el grado de participación y de control ejercido por la población en la gestión de gobierno y que, por lo tanto, la participación democrática de la gente es la fuerza fundamental de toda obra de transformación social.
[1]. Estas ideas no son nuevas, ya expuse la mayor parte de ellas en varios eventos anteriores.
[2] Actual Ministro de Educación.
[3]. Este término se usó en Porto Alegre. En la alcaldía de Montevideo se denominan Consejos Zonales, en las alcaldías venezolanas se usó la subdivisión administrativa existente: las parroquias.
[4]. En Brasil este proceso se llama “orçamento participativo”; en Venezuela, discusión del “situado parroquial”.