En ocasión de la reciente visita a Cuba y de su entrevista de más de cuatro horas con Fidel, Chávez regaló al líder cubano una copia de una obra plástica dibujada por él, quién manifestó que tenía vocación y sueños de ser pintor. En el cuadro reflejó su visión del mundo circundante a través de una ventana con rejas de la prisión en que se encontraba por su rebelión revolucionaria en Venezuela. En el mismo se observan las rejas en la ventana, y en el exterior, una vegetación inmediata, una calle, una garita de vigilancia y, presidiendo el paisaje nocturno, la luna. Esto fue narrado por Chávez en la conversación con Fidel.
La luna resplandeciente en una noche oscura quizás expresan simbólicamente su situación presente y futura. En primer lugar, la oscuridad de las circunstancias que rodea y atrapa su existencia prisionera y, luego, la visión remota o distante de la luz, reflejada en la luna, que simbólicamente puede expresar el futuro y la victoria.
Por lo tanto, Chávez atrapó aquel momento en prisión en forma plástica, y ahora lo hace público, le da aliento y resonancia en este encuentro cálido con Fidel en que el regalo es un motivo más para evocar el pasado y los hechos íntimos e históricos que mutuamente compartían en esta oportunidad.
Tal vez no surgiera en este intercambio, la visión que también Fidel hiciera desde su celda de prisión en Isla de Pinos, por la condena que se le impuso al ser juzgado por el Ataque al Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953. La visión de Fidel se reflejó en forma epistolar y describe circunstancias, hechos, paisajes, estados anímicos, convicciones y sentido filosófico. En la narración de Fidel se dibuja la visión de la naturaleza, al igual que en la pintura de Chávez.
Desde su celda de prisión, Fidel escribió en dos cartas, con la vocación de escritor, los fragmentos siguientes:
“Hace cuatro meses y una semana que me tienen encerrado en esta celda solitaria. Sólo tengo compañía cuando en la pequeña funeraria que está delante de mi celda tienden algún preso muerto que en ocasiones son ahorcados misteriosos, asesinatos extraños en hombres cuya salud fue aniquilada a fuerza de golpes y torturas.
Pero no puedo verlos porque hay perennemente una mampara de seis pie de alto frente a la única entrada de mi celda para que no pueda ver ningún ser humano, ni vivo ni muerto. Sería demasiada magnanimidad permitirme la compañía de un cadáver.”
“Anoche no fue solamente la oscuridad y la soledad, sino también la lluvia. Apenas oscureció comenzó a tronar con insistencia, después un relampaguear incesante cortaba cada segundo la negrura de la noche, iluminaba la celda por los altos ventanales y dibujando sobre los rincones la sombra de los barrotes.
Al poco rato inició un furioso aguacero. El agua arrastrada por el viento, penetraba los ventanales sin más protección que las rejas, mojándolo todo impunemente.
Hice cuanto pude por proteger los libros dentro de las maletas colocándoles una frazada arriba.
La cama, entretanto, se empapó, el piso se llenó de agua y un aire frío cargado de una lluvia fina lo invadía todo.
En un rincón, calados los huesos de humedad y frío, esperé con infinita paciencia el fin del vendaval.”
Estos fragmentos constituyen una magnifica narración de un hombre que contempla la naturaleza y su entorno a través del prisma del encierro en una prisión que no pudo dominar su espíritu rebelde y su visión revolucionaria, que aún conserva con la misma lozanía de los primeros tiempos de la lucha.
En conclusión, son dos visiones trascendentes de dos líderes que pasaron por la experiencia dura de la cárcel por defender una causa en los días iniciales de la rebeldía contra un sistema político que en el futuro harían estallar para construir uno mejor para sus pueblos.
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