El día de ayer, 5 de noviembre, uno de los actores fundamentales de la derrota del golpe de abril, el general retirado Raúl Isaías Baduel, se pronunció en contra de la reforma constitucional propuesta por el gobierno. Al hacerlo, realizó llamamientos a la Fuerza Armada Nacional, planteó que la aprobación en referendo de la reforma sería equivalente a un golpe de estado, aseguró desconocer el contenido del término “socialismo”, y se preguntó si para Venezuela aquella categoría tendría una connotación estalinista, o si se trataría de un “socialismo democrático” como el que conocen varios países capitalistas; el mismo falso dilema planteado por la cúpula eclesiástica: estalinismo o capitalismo. La crítica implícita también es falsa, por cuanto el régimen económico y político de Venezuela no se ha salido del marco de la democracia burguesa. El ejercicio de dibujar la socialdemocracia de los países desarrollados sobre el telón de fondo del totalitarismo estalinista demuestra la intención ideológica de los manipuladores, quienes deliberadamente excluyen de la discusión aquellos principios económicos que definen al socialismo: la socialización de la gran propiedad productiva, y una planificación democrática de la economía al servicio de la satisfacción de las necesidades de la sociedad.
La explicación oficial acerca del comportamiento político de aquellos que huyen por la derecha, como el general retirado Raúl Isaías Baduel o los tránsfugas del partido PODEMOS, reduce la complejidad de los hechos a dos supuestos, de precaria validez: primero, que el gobierno es de izquierda, y segundo, que estos actores políticos han saltado la talanquera, han traicionado a un proyecto político, o se han vendido. Lo cierto es que estamos frente a un gobierno constituido por actores contradictorios, en una gama que comprende tanto a la derecha como a la izquierda, y en el caso de Baduel, como Arias Cárdenas o Maniglia, se trata de militares que nunca se han asumido socialistas, más aún, todos ellos han esgrimido la fraseología socialdemócrata y procapitalista, sin que ello hiciera mella en su posición dentro del gobierno. Ni PODEMOS ni Baduel han traicionado a una izquierda revolucionaria en la que nunca han militado, han salido del chavismo de derecha hacia la derecha antichavista. Otra parte de la versión oficial que merece ser rebatida es aquella que reconoce que sí, se conocía de antemano el derechismo de estos actores hoy pasados a la oposición, pero que su permanencia en el gobierno obedecía a la amplia tolerancia y la benevolencia del gobierno. Precisamente el caso de Baduel demuestra lo contrario. A mediados de este año hubo un debate público de importancia, en el que el general y miembro del Estado Mayor Presidencial, Alberto Müller Rojas, entró en contradicción con la posición oficial del gobierno respecto de la calidad política de las Fuerzas Armadas, y acerca de la vigencia del modelo militar tradicional. En ambos puntos, Müller Rojas representaba una visión que estaba claramente a la izquierda de la posición oficial, representada por Baduel y Chávez; Müller reconocía la politización y partidización de la FAN, y planteaba la necesidad de superar el viejo modelo militar, apuntalado por la política de la “profesionalización” y sus importantes gastos en sofisticados armamentos convencionales; se manifestaba a favor de la democratización de la defensa nacional, y la disolución de las viejas castas que descansan sobre el modelo militar tradicional. La respuesta gubernamental fue contundente, al anunciar el pase inmediato a retiro de Müller, y descalificar sus declaraciones por “hacerle el juego al enemigo”. Müller explicó la posición presidencial por las presiones del alto mando militar, y sobre todo el ministro Baduel. Como se puede apreciar, la “amplitud y tolerancia” del gobierno tiene un signo ideológico, y se deriva de una concepción política fundada en la colaboración de clases: tolerancia hacia el derechismo leal, intolerancia hacia la crítica revolucionaria. De acuerdo con esta visión reformista, la función del gobierno es mediar entre las clases sociales, representando un falso equilibrio en las contradicciones entre explotadores y explotados; para un gobierno con un programa fundado en la colaboración de clases, resultan agentes naturales los militares nacionalistas y la socialdemocracia. Por lo tanto, el único salto de talanquera que han dado estos actores es del gobierno a la oposición, del chavismo al antichavismo, pero de ninguna manera, como pretende la prédica oficial, de la izquierda a la derecha, pues está claro que ellos nunca defendieron un programa socialista o revolucionario. Para quienes asimilan chavismo con socialismo, sí puede haber una gran sorpresa en la conducta de Ismael García, Ramón Martínez, o Baduel, pero lo cierto es que las divergencias de Baduel respecto de la perspectiva revolucionaria formaron parte de un debate público mientras él era ministro de la Defensa, y en ese debate varios voceros del gobierno, comenzando por el propio presidente Chávez, tomaron parte, y en todos los casos lo hicieron para suscribir la posición y el discurso de Baduel.
El Colectivo Libre Aquiles Nazoa planteaba la situación en los siguientes términos, un mes antes de la declaración en la que Baduel se sitúa sin ambigüedades en la derecha tradicional:
"En vísperas del nacimiento efectivo del PSUV ocurren dos hechos notorios: el alejamiento público del Presidente respecto del general Alberto Müller Rojas, debido a diferencias en torno a manifestaciones sintomáticas de la vigencia del viejo modelo militar, y el poder de la casta que lo representa; y el anuncio presidencial de que el PSUV no tendrá una perspectiva de clases marxista, por tratarse de una tesis "obsoleta", según el presidente. El teórico detrás de esta supuesta caducidad del marxismo es el intelectual Heinz Dieterich. La defensa presidencial de la "profesionalización" de la Fuerza Armada, y los gastos militares en equipos y armamento sofisticados, va en sentido contrario a las tesis de la guerra asimétrica y la democratización de las tareas de defensa nacional, y apuntala el viejo modelo, defendido por el alto mando militar. La democratización del uso de la fuerza es una condición necesaria para la democratización real del país, y por esta razón reviste una especial significación que se desechen los aspectos más avanzados de la discusión de la nueva doctrina militar, aquellos que precisamente abordan la necesidad de redefinir el sujeto militar superando la función pretoriana de la FAN como instrumento de control social."
(http://my.opera.com/CLAN/blog/el-filo-de-la-encrucijada)
Sobre la posición asumida por el presidente Chávez, y su salida del Ejército, Müller Rojas planteó en Julio:
"El presidente Chávez tengo la seguridad que obró bajo presión... del alto mando, ese que tenía él al lado, de los que yo llamo los alacranes… Yo soy un hombre honesto, y los hombres honestos le molestamos a los deshonestos, porque... ellos buscan su bienestar personal. Son capitalistas, son conservadores… Él (Chávez) tiene una fama de moler hombres, pero a mi no me muele". (http://www.aporrea.org/actualidad/n97870.html)
Baduel tuvo aún una ocasión importante para aclarar cualquier posible duda sobre su posición política al dar su discurso como Ministro de la Defensa saliente, el 18 de Julio. (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=54201). A propósito de este discurso, Jorge Martín, de la Corriente Marxista Internacional, hace el siguiente análisis:
"Aunque disfrazó su discurso con una fraseología socialista, lo que dijo fue muy claro. Por ejemplo, declaró que "un sistema socialista debe poder realizar un reparto más equitativo y justo de la riqueza que uno capitalista (...). Pero no debemos olvidar algo (...). Antes de repartir la riqueza hay que generarla. No se puede repartir algo que no existe", el cual es un argumento típico en todas partes de los reformistas contra el socialismo y las nacionalizaciones. También manifestó que "un régimen de producción socialista no es incompatible con un sistema político profundamente democrático, con contrapesos y división de poderes", añadió que "deberíamos apartarnos de la ortodoxia marxista que considera que la democracia con división de poderes es solamente un instrumento de dominación burguesa"... Y usando una extraña analogía con la Nueva Política Económica (NEP) de Lenin, dijo que "No podemos permitir que nuestro sistema se transforme en un capitalismo de estado, donde sea el Estado el único dueño de los grandes medios de producción", a lo cual agregó que "El comunismo de guerra dejó la enseñanza de que no se pueden implantar cambios bruscos en el sistema económico, es decir abolición a rajatabla de la propiedad privada y la socialización brutal de los medios de producción sin que esto repercuta negativamente en la producción de bienes y servicios y sin que concomitantemente se genere un descontento generalizado en la población." Queda bastante claro lo que quiere decir con estas palabras. Usando ejemplos del comunismo de guerra y de la NEP en Rusia, lo que realmente quiere decir es que "no debemos ir hacia la nacionalización de la economía".
No ha sido un accidente que Baduel escribiera el prólogo y presentara públicamente la nueva edición del libro de Heinz Dieterich: Socialismo del Siglo XXI. Las ideas de Dieterich, que en resumen dicen que la cuestión de la propiedad de los medios de producción no tiene importancia bajo el socialismo, se han vuelto muy populares entre los reformistas en Venezuela, debido a que les permite seguir hablando de "socialismo", mientras se distancian de lo que el socialismo significa realmente: la nacionalización y planificación de la economía bajo el control democrático de los trabajadores."
(http://www.elmilitante.org/content/view/4178/74/)
En efecto, Dieterich exaltó inmediatamente el discurso de Baduel en un artículo titulado “Hugo Chávez, Raúl Baduel, Raúl Castro y el Bloque Regional de Poder Popular avanzan el Socialismo del futuro”.
Müller Rojas apreció que el “discurso tiene un contenido reformista dirigido a intentar mitigar los abusos que existen en la sociedad capitalista pero no los usos de esa sociedad, por lo tanto esa actitud reformista deja sin modificación las estructuras sociales existentes, lo cual no es el contenido del mensaje que manda el Presidente”.
Sin embargo, hay que subrayar que en la mayor parte del gobierno y los medios de comunicación del Estado no se reflejó la menor contradicción con el discurso de Baduel, al contrario, fueron muchos los altos voceros que aplaudieron su reformismo. Francisco Ameliach, diputado y expresidente de la Asamblea Nacional sintetizó esa voz oficial, casi unánime: "Desde mi punto de vista Baduel no dijo nada que el Presidente no haya dicho y repetido continuamente, yo no veo ninguna contradicción, pienso que las propuestas de Baduel están en perfecta consonancia con el socialismo que ha planteado el Presidente, un mecanismo que garantice la eficiencia de los medios de producción pero no para acumular riquezas, sino para hacer frente a las necesidades del pueblo". (http://eltiempo.com.ve/noticias/default.asp?id=121355)
En su columna en El Nuevo País, el 23 de Julio, Müller Rojas hizo el siguiente análisis, referido al mismo discurso:
“Lógicamente, este discurso refleja tanto un pensamiento como una acción política… Lo que genera incertidumbre de esa acción y de su contenido ideológico es su propósito. No es previsible que este oficial, ahora en retiro, con su edad y antecedentes políticos se dedique sólo a la reflexión o a actividades productivas. Así es probable que se ocupe de la política en un escenario que no sería propiamente el que está proporcionando el PSUV” (http://doc.noticias24.com/0707/muller25.html)
Una vez consumado el reposicionamiento de Baduel en las filas de la oposición, consideramos que lo verdaderamente inquietante es que no se modifique aquella política que ha dado cabida a sectores derechistas en el gobierno, y que se utilicen explicaciones al caso de Baduel que tiendan a encubrir la raíz del problema. Mientras la doctrina oficial sea la de la colaboración de clases, el gobierno engendrará periódicamente nuevos líderes para la derecha opositora, y abonará las condiciones para que el fascismo tome el poder.
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