Al exponer
sobre responsabilidad, compromiso y sociedad, implica la interrelación
de varios aspectos. Por lo tanto, el tema además de interesante,
es bastante polémico ya que muchos conceptos, son interpretados
y vividos de manera diferente por cada uno de nosotros.
Antes de abordar
en profundidad el tema me permitiré conceptualizar algunos aspectos
importantes.
Moral:
Se entiende como un sistema de juicios de valor que hacen parte de la
cultura de una sociedad o comunidad humana, mediante el cual esa comunidad
califica como buenos o malos los actos de las personas que pertenecen
en ella.
Principios:
Son normas de conducta propias que la misma persona ha tomado y por
las cuales rige sus actos.
Valor:
En sentido moral es una cualidad especial que contiene un acto humano
y que lo hace bueno.
Ética:
es una reflexión filosófica, objetiva, racional que se hace sobre
la moral. Es proponer valores universalmente validos.
Es bien sabido
que los filósofos griegos como Sócrates y Aristóteles pensaron que
la ética es un asunto de aprender a vivir bien. Esta
se construye, es decir, que la vida ética no es un asunto que nos viene
dado sino que implica una tarea.
Pero dicha
construcción se da a partir de una moral social heredada. Así, tenemos
que preguntarnos: ¿cómo construir una vida ética dentro del contexto
de la moralidad social?
Se requiere
saber articular el sentido, las normas y las formas de vida de una sociedad,
establecer cambios continuos de enseñanza e
incorporar elementos para lograrlos. De ese modo, la vida ética
crea un campo de realidad social. Así, los discursos éticos no sólo
pueden pretender entender el estado moral, sino deben buscar el logro
de una vida satisfactoria e equilibrada del ser humano, su relación
con los otros y el ambiente.
Lo importante
es dejar claro, que al abordar el tema de nuestras responsabilidades
como ciudadanos (mujeres, hombres, madres, padres, dirigentes
políticos, religiosos, empresarios, comunicadores, universitarios,
etc), es fundamentar incidir en los cambios actuales de nuestra
sociedad. Siendo un compromiso de todos, los cambios deben comenzar
principalmente en nosotros mismos. Situación nada fácil pero posible
en seres dotados de inteligencia y capacidad de razonamiento, como somos.
Es importante
revalorar la ética, no como una palabra lejana, olvidada, poco practicada
y además hasta subestimada. Debemos reflexionar sobre los elementos
necesarios a tener en cuenta para responder ¿cómo debemos vivir? y
¿Cómo enmarcar nuestra autonomía dentro de contextos de pertenencia?.
Aristóteles
consideraba que en el campo de la ética no se trata de aprender
lo que es la virtud sino aprender a ser virtuosos. ¿Puede un ajedrecista
ser considerado como tal si sólo tiene conocimientos de cómo jugar
pero nunca ha jugado? Hace falta en este momento establecer grandes
cambios, aun mas de los que se están realizando, con el fin de
cambiar a ser un hombre nuevo
así una sociedad nueva y mas justa. no se trata de vivir
por vivir sino de vivir bien.
¿Y la moral?
Nos referimos a la moral o moralidad como el conjunto de elementos socialmente
heredados: normas, ideales, valores, sentimientos, creencias, juicios
morales, etc. La moralidad es lo socialmente constituido y que nos
precede históricamente.
Lo moralmente
heredado tiene que ser revalorado, especialmente en nuestro tiempo,
haciendo posibles nuevas formas de vida sociales. Nacemos dentro de
una cultura, ya estamos involucrados con su moral. Por lo tanto es bastante
difícil y muchas veces lo moralmente heredado no es lo mas apropiado
y dificulta las relaciones sociales. Es el momento de conocer e identificar
sobre estos aspectos para poder establecer nuestros compromisos sociales.
Hay que comenzar con saber un poco mas sobre nosotros mismos, nuestros
vicios inaceptables y nuestras fortalezas para establecer las prioridades.
Los pueblos transmiten normas, valores, acciones, principios, sanciones, conciencia, virtudes, etc. Generalmente, dentro de las morales tradicionales, estos elementos se organizaban en torno a tres elementos formales: fines, normas y virtudes.
Las actividades humanas tienen fines o “bienes internos” (MacIntyre) que muchas veces tiene que ver con el bien común de la comunidad. Abarcando los fines o roles sociales, cada hombre tiene el deber de buscar su excelencia, su realización personal, lo que Aristóteles denominaba felicidad y lo que nuestro libertador consideraba que debía proporcionar un buen gobernante.
La felicidad
no tiene el sentido hedonista de pesarla bien, gozar del mundo, sino
está referida a ver al hombre como totalidad.
Aunque la sociedad moderna tiende a fragmentar la vida humana, necesitamos seguir luchando por ver nuestra existencia como totalidad, de lo contrario seguiremos construyendo un mundo injusto.
Las normas
morales obligan, más aún cuando están interiorizadas. La modernidad
nos ha presentado la necesidad de pensar en normas morales universales,
las cuales son dictadas de sociedades que no las cumplen. Así que,
las normas universales no deben borrar nuestras normas comunitarias,
propias de nuestro pueblo y cultura, lo que si es que debemos modificar
algunas de ellas.
Sin querer
juzgar, es importante resaltar que dentro de familias y medios laborales
inmorales se crea un ambiente donde ya no existe la necesidad de forzar
a las personas a actuar de esa manera. Dicho en términos aristotélicos,
los vicios son también obra del hábito.
Por ello, se requiere de la sabiduría práctica para dotarlos de contenidos
capaces de constituirnos como seres éticos.
Las normas
siguen existiendo, pero las formas de vida no son coherentes con
ellas. Eso es lo que nos ha tocado y es ahí que tenemos que construir
nuestra vida ética.
Una de las creaciones modernas que ha resultado contraproducente incluso para el mismo sistema, es que ha hecho posible la existencia de individuos descontextualizados de todos los ámbitos de la vida humana (económico, ético, jurídico, etc.). Existen sociedades así, y se debe evitar que los individuos no sientan ningún lazo ni ontológico ni antropológico con el otro, ya que en su proyecto de vida el otro no seria importante. Esa forma de ser ha sido cuestionada por buena parte de la filosofía contemporánea (Husserl, Heidegger, el segundo Wittgenstein, hermenéutica, comunitarismo, etc.). Sin embargo, la filosofía y la práctica del sistema social todavía se sostienen sobre una sobrevalorización del sujeto sin contexto. La autonomía moderna se quiere sostener en la idea de individuo, sin ningún horizonte de sentido comunitario.
Nos preguntamos,
observamos nuestro mundo ¿con indiferencia o responsabilidad?
No podríamos responder a la pregunta, sin estar atentos al contexto que nos constituye y que constituimos, ya que es por si mismo, el concepto de responsabilidad: dar respuesta hábil a los retos y problemas que se nos presentan.
La moralidad
socialmente constituida es heterónoma porque siempre nos viene de generaciones
pasadas y se funda en criterios últimos o no personales. Pero que
esa moral no impide la autonomía de las personas, sino que es condición
de su propio dinamismo, de lo contrario, habría iniciado su
decadencia. Y aun en ese estado de decadencia, en el que parece
encontrarse la cultura occidental en la que estamos envueltos, es esa
autonomía contextualizada la condición de una vida ética comunitaria
la que puede generar nuevas formas de vida.
Responsabilidad social se define:
“Es ser capaz de responder ante las necesidades de la humanidad”
Acción que
se orienta a responder o a rendir cuentas al entorno, ya sea inmediato
o a un horizonte moral de mayor alcance
Capacidad y obligación de responder a la sociedad como un todo, por acciones u omisiones. Se ejerce, cuando corresponde, desde alguno de nosotros hacia todos los otros. Capacidad dada por recursos con que contamos obligación dada por pactos contratos, principios o convicciones
Sáez O, 2002
Es el compromiso personal con el bienestar de los otros y del planeta.
(Berman, 1997)
Existen tres niveles: humanidad, comunidad e institución
¿Qué necesidades tiene la humanidad?
Es imposible saberlo realmente si no sé, qué necesidades tengo yo y qué necesidades tiene mi hermano, mi compañero, mi profesor, mis padres, mis vecinos. Es decir, qué necesidades tenemos las personas.
¿Qué tengo yo para responder a las necesidades de la sociedad ?
Capacidad para responder y obligación de responder. La capacidad de responder está dada por los recursos con los que cuento, ya sean de índole personal, recibidos por la herencia, adquiridos por la educación, por mi propio esfuerzo o puestos a mi disposición por terceros.
Es necesario desarrollar el trabajo comunitario como un proceso educativo donde el acto de aprender-conocer, el respeto al punto de partida del conocimiento del Otro, el respeto a los límites del contexto cultural, político, a la cultura del otro. En el proceso educativo – que transcurre en ese trabajo comunitario - el conocimiento, no es algo dado a un objeto que lo realiza, todos somos sujetos; entonces no se trata de dar sino de construir juntos, porque un proyecto de trabajo comunitario debe ser una propuesta de vida, que considere la construcción del conocimiento como propuesta histórica concreta donde estamos todos construyendo, todos a la vez, en la cual cada uno pueda escuchar su voz, y a la vez compartirla con alguien diferente, pero que es su igual, ofreces tú subjetividad y compartes otra.
Es importante promover al ser humano para que sea constructor de conocimientos sobre la realidad, así como un permanente intérprete de realidades complejas y dinámicas. Por tanto, deben promoverse, la conformación de equipos, círculos de estudios, jornadas sociales, interacción con instituciones etc.
La creación de una comunidad supone diversas estrategias que transforman un mero grupo de personas en un conjunto consciente de su interconexión, sus responsabilidades compartidas, sus diferencias y propósitos comunes. En primer lugar, el grupo debe desarrollar reglas, valores y metas compartidas que funden su razón de ser. Es preciso también, que todos participen en lo posible en la toma de decisiones sobre asuntos colectivos, sobre todo en los casos de conflicto o en eventos importantes.
No existe comunidad
sin conflictos, y la manera más saludable de reafirmarla es a través
de la negociación y resolución colectiva de los mismos.
El desafío
de edificar una nueva sociedad, con una mujer, un hombre que asumen
la solidaridad como un acto reflejo. En dicha sociedad ha
de existir igualdad material y cultural entre las personas,
es decir, se concreta el desarrollo integral de todos, la vida digna
y la plena realización humana.
Transformar al ser humano significa volcarlo hacia el bien. Se trata de un proceso de permanente educación hacia el salto cultural, a la par de la instauración de procesos sociales de fluida y transparente articulación y cohesión social. Significa insistir en la idea de hacer de la solidaridad un acto reflejo en todos, y a la par hacerle un acto consciente. Por su parte, la conciencia se apoya sobre dos pilares: comprender el mundo y convertir la práctica rutinaria en praxis transformadora. El hombre nuevo no dice ser de un modo, sino que se comporta y actúa como tal.
Sólo cuando
el discurso transformador se hace acción cotidiana, cuando los sujetos
hacen lo que postulan y actúan solidariamente, se logra instaurar el
sistema de las nuevas relaciones sociales de la renovada sociedad, la
plena exaltación humana. Así como para incidir
en la transformación de la sociedad es imperativo moldear seres humanos
reproductores de amor y proclives a la convivencia fraterna, también
es necesario forjar la nueva actitud ciudadana.
Actualmente,
convergen las políticas del estado implementadas por el gobierno nacional,
representadas en las Misiones Sociales Bolivarianas basadas en los
ideales bolivarianos. Basadas en la
democracia protagónica y participativa, corresponsabilidad estado-sociedad,
participación y protagonismo popular, cooperativismo, protagonismo
de la mujer, etc. Las cuales benefician altamente a nuestro país y
que deseamos que continúen perfeccionándose para esta transformación.
Necesario es vencer!
Bibliografía
CASTORIADIS, Cornelius. “Fragmentos de un seminario sobre la virtud y la
autonomía”,
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Madrid: Libros MC. 2001.
VILLORO, Luis. “Ética y política”, en Villoro, Luis (Coordinador).
Los linderos de la ética. México: Siglo XXI, 2000.