Jugarse a Rosalinda, como en la copla llanera, es jugarse todo, echar el resto. Es la prueba definitiva de vencer o vencer. En la lucha contra un enemigo inconmensurable y muy arraigado, como lo es el capitalismo, a cada rato podemos estarnos jugando el todo por el todo hasta alcanzar la liberación completa de nuestros pueblos. Sin embargo, cuando se consiguen pequeñas victorias y pareciera cerca la derrota definitiva del enemigo, puede que nos encontremos ante un contrincante que se hace el muerto para luego levantarse y contraatacar, dejando a las fuerzas revolucionarias diezmadas.
En la Revolución Bolivariana, pareciera que ha llegado el momento de jugarse a Rosalinda. Nuestro comandante y líder indiscutible de esta revolución, Hugo Chávez, utilizó este año el símil de la copla aludida al reflexionar acerca de lo que nos queda —políticamente— para recuperarnos de la derrota que sufriéramos en las elecciones refrendarias con la propuesta de reforma constitucional.
Doce elecciones, desde diciembre de 1998, confirman la decisión de un pueblo por avanzar hacia cambios radicales y revolucionarios, bajo el liderazgo de quien ha sabido golpear y esperar, desarrollar estrategias muy bien pensadas y acudir al “por ahora” de quien no se siente derrotado en la guerra contra el capitalismo.
Al cumplirse la docena eleccionaria, un descalabro se convierte en clarinada. Algo debe haber fallado para que perdiéramos en el avance democrático de la Revolución Bolivariana hacia el socialismo. De allí el llamado inteligente y oportuno del comandante, quien nos pide revisar, rectificar y dar el necesario reimpulso a esta revolución.
Es probable que el reimpulso tenga que pasar por jugarse el todo por el todo. Yes que el enemigo no ha cesado ni un instante en su afán por frenar la revolución socialista que crece por toda nuestra América a partir de la experiencia bolivariana de Venezuela. El reimpulso tiene que contemplar los movimientos belicistas del enemigo que cuadra sus tropas bajo la plataforma militar que han desarrollado a gran escala, con anuencia del Gobierno títere imperial de nuestro vecino país, Colombia.
Pero el tema no es sólo de corte bélico y proinvasivo como se observa con lo que ocurre, especialmente en Colombia. El tema contempla una batalla mediática de largo alcance y profundidad, con la que se pretende minar la conciencia de nuestros pueblos. El tema contempla planes de magnicidio que apuntan hacia el comandante Chávez. El tema registra planes de desabastecimiento, de fomento de la crisis alimentaria y financiera.
El tema moviliza a los contingentes de apátridas que se encuentran en nuestro territorio, atentando contra la democracia revolucionaria y socialista. Son un ejército nada despreciable. Tienen un solo objetivo y están convencidos de que derrotando al líder se abrevian el camino para derrotar o hacer más lenta la Revolución Bolivariana.
Por eso, jugarse a Rosalinda significa acompañar al líder en el camino a su reelección indeclinable. Él mismo ha propuesto una vía legal para conseguirlo. Dos veces este mismo año lo ha mencionado en público y es importante seguir esta estrategia que debe tener éxito. A quienes ocupamos cargos de servidores públicos: ¡Basta de saboteo y a gobernar como revolucionarios! Patria, socialismo o muerte. ¡Venceremos!
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Publicado originalmente en la edición 198 del semanario Todos Adentro