En la etapa de transición entre el capitalismo como sistema económico mundial dominante, y sus expresiones políticas, sociales, religiosas, militares y culturales, y la lógica poscapitalista o socialista que debe instaurarse tras su derrumbe, es preciso que las múltiples necesidades padecidas por los sectores sociales más deprimidos en la actualidad tengan sus niveles de respuesta adecuada, trascendiendo lo meramente coyuntural. Ello permitiría adelantar, hasta cierto punto, dimensión sociopolítica y la dimensión cultural necesaria para la construcción de una sociedad poscapitalista o socialista, comenzando por deslegitimar los resortes que mueven al capitalismo y trazándose el propósito revolucionario de desterrarlo al darle cabida a esfuerzos e iniciativas populares que, en la práctica y la teoría, sustenten el socialismo que se proyecta en el presente, de manera generalizada, desde nuestra América.
Si entendemos el socialismo sobre la base de principios que, como mínimo, exaltan la democracia participativa y protagónica del pueblo, extendida a todas las relaciones sociales, políticas, económicas, culturales, y de género, así como el predominio del valor del uso sobre el valor de cambio, el uso sustentable de los recursos naturales y su apropiación social, además del respeto a la multiculturalidad, admitiendo a todas las culturas, saberes, filosofías y religiones en la ardua tarea de construir una nueva civilización; tendremos que admitir la necesidad de construir igualmente una dimensión sociopolítica y una dimensión cultural que vaya a la par de la prédica socialista y de su praxis. De nada vale que las instituciones públicas, lo mismo que las Constituciones de nuestras naciones, adopten al socialismo como nomenclatura, si continúan manejándose de la misma forma que bajo el capitalismo y el reformismo, aunque exista la buena intención de diferenciarse y de trabajar en beneficio de las amplias mayorías. Sería un contrasentido que, a la larga, conspiraría en contra del proyecto socialista por desarrollarse, cayendo en el gatopardismo, tan presente en la historia común de nuestros países.
Por ello, la crisis generalizada del modelo económico capitalista mundial -sin creer en la inmediatez de su crisis terminal, como algunos- obliga a exponer, desde ya, una lógica poscapitalista o socialista generada desde abajo por todos los sectores populares (campesinos, obreros, indígenas, afrodescendientes, mujeres, jóvenes, cultores y ecologistas) que se rebelan contra la globalización neoliberal. Algunas expresiones de esta lógica poscapitalista o socialista comienzan a hacerse visibles, aunque no de un modo simultáneo y único, en la unificación de algunas luchas sociales y políticas, además de la búsqueda de nuevas formas organizativas, nuevas aserciones de tipo cultural y nuevos horizontes económicos y de integración, lo cual representa mayores perspectivas, tanto prácticas como teóricas, para la consolidación de los ideales socialistas. En especial, cuando la humanidad entera ya experimenta los estragos del capitalismo, los cuales se evidencian con su política de guerra imperialista, crisis financiera, dominio y deformación de las conciencias individuales y colectivas mediante la manipulación informativa de los diversos medios de comunicación social y desequilibrio ecológico, todo lo cual afecta, por igual, a todo el planeta.
Todo esto nos sitúa frente a un modelo de sociedad, cuya crisis es estructural y no coyuntural. Por lo tanto, se requiere exacerbar todas esas resistencias anticapitalistas que se han generado en las últimas décadas, de modo que haya un replanteamiento serio sobre el modelo de sociedad socialista que se quiere, cuestión que exige, por tanto, una visión clara, autodeterminación y sinceridad a la hora de concretarlo.
mandingacaribe@yahoo.es