Las Revoluciones son procesos a cuatro bandas: el cuerpo social, el proyecto político, el cuerpo armado de la Revolución y las ideas de progreso histórico-sociales. La definición de Revolución sería según la define el Diccionario Ideológico de la Lengua Española: “…Cambio violento en las instituciones políticas de una nación…” El Concise Oxford Dictionary la define: “…Complete change…”; mientras que el Diccionario Español de la Lengua China, el vocablo “revolución” está compuesto por dos caracteres: “ke” y “ming”, significando el carácter “ke”: “…cambiar, renovar, mudar…” y el carácter “ming” significa: “voluntad del cielo…” lo que nos llevaría a definir “Revolución”, en el idioma chino, como “…cambiar [por] voluntad del cielo…”
Al regresar a la Historia, nos paseamos por circunstancias que hemos definido como “Revoluciones”. Podríamos calificar las acciones de Alejandro Magno como una revolución por el contenido de su expansión-propuesta; podríamos calificar las acciones de Jesús de Nazareth como revolucionarias cuando manda a sus Apóstoles a “amarse los unos a los otros”, es decir, “amar al prójimo como a ti mismo” en contraposición al mandato del Antiguo Testamento: “ojo por ojo…” En ese mismo contexto, las Cruzadas en sus estamentos militares: Templarios, Hospitalarios, Teutones, trataron de cambiar y sustituir, radicalmente, con la bendición del Papado de Avignon, el esquema político-religioso-militar de los musulmanes por el cristiano-europeo. Podríamos ser objetivos al calificar la instalación de la Edad Moderna como un proceso revolucionario de radicales consecuencias. Quizás podríamos aceptar que la “evolución y la perfectibilidad” son dos variables innatas en toda Revolución; es, probablemente, un “destino manifiesto” de la sociedad global post-contemporánea ir, en continuos cambios, hacia la “horizontalidad” de los beneficios, implícitos y connotados, de la transformación de la Naturaleza por el sujeto social.
¿Por qué nos hemos circunscritos a definir como “Revolución” a la “Revolución Francesa”? Y a partir de ese “hecho histórico”, manoseado por tirios y troyanos, según se sea de “derechas” o “revolucionarios”, hemos calificado como “Revolución” cualquier acción de cambio político-estructural obviando las circunstancias históricas, las razones y los objetivos a lograr. Si el análisis viene desde las “derechas” anquilosadas en las Historias Moderna y Contemporánea, harán de la calificación de Revolución como el proceso que lleva a la “violación de los derechos humanos”, a la castración de la “libre empresa” y la negación del “libre pensar”. Si el análisis es de los “revolucionarios”, éstos calificarán a las “derechas”, sencillamente, como “contrarrevolucionarias” sin alcanzar las razones dialécticas de los procesos sociales-históricos que obligan a las sociedades a “evolucionar y buscar la perfectibilidad”. En ambos casos, el “subconsciente colectivo” juega a lo histórico: en retroceso o en progreso además de calificar sus propias acciones como revolucionarias.
La Revolución Bolivariana ha sido el proceso que ha conjugado los “momentos históricos” de la Patria y allende sus propias fronteras con la particularidad de haberse compenetrado con las realidades de las sociedades, en continuo progreso, desde la Revolución Francesa: libertad, fraternidad e igualdad. Las particularidades implícitas en los “derechos sociales y civiles” de la Democracia han sido practicados, hasta la saciedad y continuará en esa praxis, por la “alta dirigencia” de la Revolución Bolivariana. Así lo debemos asumir.
Cuando la Revolución Bolivariana alcanzó la Presidencia de la 4ta. República se visualizaron dos caminos: la restructuración profunda del Estado a través de la propuesta de una nueva y moderna Constitución adaptada, en su primera fase, a la “post-modernidad” buscando las normas legales que permitieran ir dándole solución a los problemas socio-estructurales al mismo tiempo que poniendo las bases de la juricidad revolucionaria para evitar una “vuelta atrás”; y el segundo camino posible del novel gobierno era ponerle la atención obligada y directa a las necesidades perentorias de la sociedad en su conjunto sin buscar y tratar cambiar el marco legal que permitiera ir consolidando los logros sociales que se había propuesto alcanzar la Revolución Bolivariana en su programa de Gobierno.
La praxis de la implementación jurídica de la nueva Constitución debía, necesariamente, alcanzar un “techo político” por el carácter de la dialéctica revolucionaria y las contradicciones innata en dicha praxis. Esa realidad nos llevó, repetimos, necesariamente, a la objetividad de las acciones de las “derechas venezolanas y extranjeras” con las fechas “contrarrevolucionarias” del Golpe de Estado y el Paro Petrolero, dos hechos históricos del proceso revolucionario socialista con características venezolanas. A diferencia de la “Revolución Francesa” y de la “Comuna de Cantón” (China, 14 diciembre, 1927), el pueblo venezolano: “El Soberano”, pacíficamente, reaccionó contra las acciones de las derechas demostrando su capacidad combativa y su conciencia revolucionaria para mantener los “logros limitados” de la Revolución Socialista Bolivariana.
La dirigencia político-militar con el apoyo del pueblo revolucionario de la Revolución Bolivariana asumió sus errores y comenzó a desarrollar la segunda y necesaria etapa de la Revolución Bolivariana. Los cambios socio-económicos desarrollados durante esta segunda etapa volvieron a enseñar las contradicciones de los contenidos jurídicos. Pero el Líder asumió su completa responsabilidad y la dirigencia política representante del Soberano ante la instancia legislativa objetivó los “tiempos legislativos” y otorgó las cualidades legales constitucionales al Líder obligándolo, constitucionalmente, sobre las realidades históricas del Proceso Revolucionario, a preparar, consultar y presentar las propuestas legales y legalizadas para la consolidación de la “segunda etapa” de la Revolución Bolivariana.
Permítasenos exponer las realidades que todo líder revolucionario con ideas revolucionarias debe tener y mantener durante su gestión ejecutiva. Cuando se presentó la invitación formal del alto gobierno chino al Comandante Fidel Castro para visitar China y poder conocer, de primera mano, los cambios de la “apertura” que había implementado la política diseñada por Deng Xiaoping para el populoso país oriental, en el GRULAC, en Beijing, se conversó sobre la importancia que tendría dicha visita oficial frente a las realidades de las consecuencias de la “caída de la URSS” y los efectos lógicos sobre Cuba en su realidad cotidiana. Un líder es aquel que, objetivamente, va en continuo proceso de “cambios ideológico-político personales” por su responsabilidad frente a las realidades objetivas de la Revolución. Fue evidente que la visita oficial del Comandante Fidel Castro a la China de los años 90 ha tenido un impacto importante dentro del proceso revolucionario cubano en el marco de las realidades objetivas que se mantuvieron y aun se mantienen con el “bloqueo total” y el “bloqueo parcial” que sufrió y sigue sufriendo la sociedad cubana no solo por su oposición a la praxis de las variables del capitalismo dependiente que afectan, directamente a Cuba, en sus relaciones internacionales, y que son aplicadas por y desde Washington. Pero lo que deseamos resaltar es la objetividad de los “tiempos históricos” que todo proceso revolucionario contiene en su “perfectibilidad”.
En ese marco de ideas, la Revolución Bolivariana y Socialista ha entrado en una nueva etapa de su proceso revolucionario. El conjunto de leyes de la Habilitante conforman las diferentes variables necesarias, en el proceso revolucionario, para su ejecución, dentro del marco de las realidades bolivarianas, revolucionarias, humanistas, socialistas y geoestratégicas. Los contenidos de las mencionadas leyes buscan la solución de las necesidades fundamentales de toda la sociedad venezolana, inclusive, para la Fuerza Armada Bolivariana.
Si aceptamos que el Gobierno de la Revolución Bolivariana y Socialista está implementando las políticas objetivas y necesarias para la transformación profunda de Venezuela en el marco de las realidades geoestratégicas y geopolíticas del siglo XXI para poder lograr su revolución con características venezolanas, uno de sus pilares fundamentales, es la “modernización” de la Fuerza Armada Bolivariana, en función de las realidades y consecuencias de la geoestratégica regional y global en un mundo globalizado.
Aunque ya lo hemos mencionado hasta la saciedad tanto durante la 4ta República como en los actuales procesos revolucionarios bolivarianos, nos atrevemos a señalarlo de nuevo. Venezuela, geográficamente, es la “puerta de entrada y salida” de Suramérica. Su frente costero caribeño nos señala y enseña que tenemos una responsabilidad geopolítica y geoestratégica con nuestros hermanos del Caribe tanto del Caribe Oriental como la región occidental de ese importante mar interno. La población que convive en, con y alrededor de Venezuela, alcanza una cifra muy importante tanto para el sector servicios como para su interrelación objetiva. Las realidades de las riquezas naturales que existen en el suelo patrio venezolano son conocidas: agua, tierra fértil, petróleo, gas, bauxita, hierro, diamantes, oro, carbón, fosfatos, uranio, metales estratégicos, además de los parabienes que contienen nuestras aguas territoriales, por mencionar.
La realidad arriba descrita nos obliga, por razones nacionales, tener presente la continua y necesaria transformación y equipamiento de nuestra Fuerza Armada Bolivariana por la sencilla razón que estamos en un proceso revolucionario bolivariano y socialista con características venezolanas algo que el capitalismo (coloque usted el adjetivo de su bien saber y entender) no está dispuesto a sentirse derrotado. Decíamos más arriba que el “cuerpo social” formaba parte de la Revolución; por tanto, está en la obligación y en el compromiso de asumir las realidades globales que significa tanto la Revolución como las continuas presiones que los enemigos de la Revolución, cada día, ejercen sobre Venezuela. En ese marco, ese “cuerpo social” también está en la obligación de defender la Revolución junto a la Fuerza Armada Bolivariana que son pueblo y conformada por el pueblo.
En el marco de lo expuesto, debemos asumir que en el “campo de las ideas” estamos en deficiencia. Ser “reactivo” es un defecto no una cualidad. Nos comentaba un revolucionario que los venezolanos reaccionábamos como el teléfono: “por impulso”. Todo lo dejamos para “la semana que viene”. La Eficiencia y la eficacia son necesidades revolucionarias que, conscientemente, debemos asumir. Dar el ejemplo con el trabajo es más que una realidad, es una necesidad revolucionaria. Es común el comentario sobre la capacidad de trabajo del Comandante pero casi todos “arrugan la cara” cuando se trata de seguirle el trote. Nos falta aun conciencia revolucionaria.
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