En medio de una enorme crisis del sistema capitalista, con un proceso electoral vital en puertas, la Revolución Bolivariana debe prepararse con todas sus fuerzas a resistir. La resistencia frente a los embates de la bestia herida sólo podrá librarse con éxito si los valores y principios más auténticos de la propuesta revolucionaria y socialista animan y dan cuerpo al proyecto. Cuadros, misioneros o la vanguardia –que al fin es lo mismo- deben estar profundamente preparados ideológicamente y comprometidos con los valores de vida del humanismo socialista para contagiar esos valores y principios que inexorablemente se comunican desde la praxis.
Al tiempo que se deben colocar los ladrillos –sin concesiones- para la construcción del edificio de la economía socialista [COMA] debe irse trabajando sin descanso en la formación de ese hombre nuevo que encarne sin desvíos ni retrocesos el cambio a la sociedad nueva. La pobreza de espíritu es la mayor revolución interior que debe operar en el corazón del hombre viejo en su tránsito hacia el nuevo. Es ese ir encontrando la felicidad en ser generosos, desprendidos, solidarios y buenos. Es la renunciación feliz a la tentación de dominio sobre las personas o las propiedades tan naturales a la vieja sociedad capitalista. Es encontrar en el cumplimiento del deber social el gozo de ser libre. Libre y señor especialmente de uno mismo, del interés propio, de la vanidad, de la soberbia, de los proyectos que no beneficien al colectivo. Libre de acumular tesoros que esclavicen.
A esta transformación interior usualmente se responde pasándole por encima con prisa, con displicencia, postergándola para "cuando sea necesario". Craso error, se posterga la decisión porque se sigue teniendo el corazón lleno de egoísmo, de soberbia, de protagonismo, de vanidad, de figuración, de "torquemadismo" y narcisismo. Se posterga el combate interior entre ese hombre viejo y la nacencia del nuevo porque los vicios continúan dominando lo esencial. Acaso no se sepa, no se le dé importancia, pero de esta forma se está fatalmente inhabilitado para abrir espacio a las condiciones espirituales y concretas que alumbrarán al socialismo. Sin saberlo, quizás, se es radicalmente contrarrevolucionario.
Ser socialista significa estar comprometido –felizmente comprometido- en cuerpo y alma con un mundo igualitario y justo. Significa trabajar con humildad en la transformación –en primer lugar- del hombre egoísta y viejo que se lleva dentro. Significa tener repugnancia por las "mieles" y privilegios propios del capitalismo. Significa irse muriendo al hombre viejo y parirse de nuevo. Significa utilizar todos los medios al alcance para transformar la caridad en justicia. Significa ensanchar el corazón y abrirlo de par en par al amor profundo por lo humano, por la naturaleza… por la vida. Significa, en fin, que la indignación se torne camino, hasta desterrar la miseria, la injusticia y el terror de la faz de la tierra. Significa no descansar mientras haya una sola injusticia, un obrero explotado, un campesino sin esperanza y hacer de esa misión personalísima Misión de Vida.
No hay otra forma de experimentar el socialismo verdadero que siendo humildes y sencillos. Hay que expulsar del corazón los prejuicios, los resentimientos viejos, los patrones de conducta egoístas para ir colocando, corazón adentro, los valores nuevos. El hombre nuevo es tarea personalísima, interna, profunda, desgarradora, dolorosa como todo parto pero luminosa y llena de vida como el parto mismo. Se nutre con lo que llega de fuera pero la esencia está en el interior del hombre mismo. La doctrina, la lectura, la experiencia viva y la ortopraxis en fin, nutren como el abono lo hace con la planta, pero el cambio siempre será interior, tiene que ser internalizado, profundo, sustantivo y esencial.
Ser de corazón socialista significa abandonar el apego a los criterios y patrones arraigados por años de manipulación ideológica capitalista, significa asumirse desnudo para emprender el camino sin retorno, generoso y desprendido en pos del hombre nuevo. Significa sumergirse en ese mar del mundo nuevo sin equipaje, sin cálculos, dejándolo todo, comenzando por dejarse uno mismo. Significa valorar en cada acto el bien que éste causará al colectivo sin calcular el aplauso, la lisonja o el bien que este proporcione en lo personal porque detrás de ello estaría el peor de los envilecimientos. Cuanto éxito se coseche y no sea útil a los demás, a los que más necesitan, terminará siendo una insufrible pantomima.
Ha llegado la hora de la revisión profunda, acaso dolorosa pero necesaria, de revisar lo que se está haciendo, cómo se está haciendo, porqué se está haciendo, para qué se está haciendo, sin anestesia ni sucedáneos. ¿Se construye socialismo?, ¿se va dando al pueblo lo que es del pueblo?, ¿se está construyendo en uno mismo el hombre nuevo?, ¿qué dicen las acciones propias, las palabras, los gestos y el modo propio de vida? La boca habla de lo que en el corazón abunda. Si la palabra, el gesto y la conducta son excluyentes así está el corazón. Sólo quien anida en su corazón amor, paz, resolución y firmeza puede ser libre de sí mismo y contagiar libertad. El hombre bueno y sencillo estará conforme con satisfacciones simples, tendrá unas manos siempre abiertas para darlo todo y darse a sí mismo. El noble de corazón buscará siempre el bien común sin que le cueste esfuerzo, de modo tan natural como su aliento. Sólo el hombre nuevo de corazón podrá contagiar –como la gripe- la esencia del socialismo.
¡CONCIENCIA Y COHERENCIA RADICAL!
Nuestras primeras necesidades.
¡VENCEREMOS!
Esta nota ha sido leída aproximadamente 5091 veces.