Postmodernismo: ¿Realmente una superación del positivismo?

Las bedettes del postmodernismo, enemigos de las grandes teoría pero amigos de los grandes medios de comunicación, enfilan sus baterías en contra de una versión simplista de la ciencia, más bien una caricatura de la ciencia. Pero, por otro lado, se apoyan de manera inescrupulosa en la terminología científica, alegando que la usan metafóricamente. Allí encuentro precisamente los puntos más débiles de la actitud postmoderna. Primero, los postmodernistas aceptan como única concepción de la ciencia la concepción positivista. De lo contrario, sus ataques contra las ciencias serían simplemente un fastidio. Ellos asumen como única filosofía de la ciencia al positivismo. Segundo, su coqueteo con el caos, la incertidumbre y otras ideas científicas le lleva a aceptar solapadamente el positivismo y adentrare en el bosque del discurso vacío aunque cautivador de ingenuos. El postmodernista se parece a un vendedor ambulante, a un engañador de oficio que busca preservar aquello que tanto aparentemente desprecia. Busca reclutar incautos ocultando sus verdaderas intenciones en un discurso incomprensible, lleno de disparates.


Una muestra del uso del discurso científico para engañar a desprevenidos la encontramos en Lacan. Para el connotado postmoderno los números irracionales y los complejos son lo mismo. No contento con ese disparate, iguala el pene erecto con la raíz cuadrada de menos uno, la unidad imaginaria. Tal vez para muchos la erección sea imaginaria, lo cual no tiene nada que ver con los números complejos, aunque sea motivo para sentirse acomplejado.

Los postmodernistas erróneamente creen que recurriendo al azar, a la incertidumbre, que asumiendo una visión probabilística del mundo superan al positivismo. Mera ilusión. Asumir una visión probabilística no garantiza abandonar el positivismo. Kosko explica de manera muy sencilla este asunto y sugiere más bien una visión borrosa o difusa (fuzzy) del mundo. Pero creo que los postmodernistas, dado su nivel de comprensión actual de las ciencias, no logren ver la diferencia entre la probabilidad y la borrosidad.

A mi manera de ver, el postmodernismo no nos ofrece alternativa alguna al positivismo. Por el contrario, con sus disparatados ataques a las ciencias fortalece al positivismo. El discurso vacío del postmodernismo, expresado en jerga científica, sólo sirve para impresionar ingenuos e ignorantes. Los postmodernos realmente no nos enseñan nada, pero nos divierten. No en vano, los estudiantes de Fayerabend llamaban a sus clases “Fayerabend circus”, donde no se aprendía nada pero uno se divertía.

Mucho daño ha hecho en nuestras universidades ese circo, donde estudiar a fondo una disciplina es ridiculizado y, por el contrario, es ensalzado quien nada sabe; y donde se enarbola la bandera de la inter-disciplinariedad en contra de las disciplinas. Esto último es algo así como organizar unos juegos inter-colegiales sin colegios.

Como señala Bunge, el postmodernismo es un caballo de Troya introducido en la academia con el fin de destruirla. Estamos llamados a detener el circo a tiempo, a contribuir a que las ciencias sigan su curso, llegará un momento en que no nos acordaremos del postmodernismo y cuando al ver un libro de Lyotard en una librería sonriamos como quien le sonríe a un bebé.


julio_mosquera@hotmail.com



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Julio Mosquera


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