Con un vasto y diversificado movimiento de masas a nivel continental y mundial favorable al socialismo, se hace importante y necesario orientar el debate sobre su definición y su puesta en práctica, de modo que el mismo sirva de marco y de sustento ideológico a las diferentes luchas populares por una sociedad y un mundo mejores. Esto implicaría adoptar criterios de amplitud, a fin de evitar el dogmatismo izquierdista del pasado que, de paso, impidió que se caracterizara correctamente la revolución socialista que, en algún momento, tendría lugar en los países de Nuestra América. Con ello, se haría del socialismo una verdadera alternativa revolucionaria no solo vigente o actualizada sino también válida y factible en un mundo dominado por la globalización económica capitalista.
Sin embargo, es preciso “delimitar ideológicamente el campo revolucionario de diversos reformismos, algunos antiguos y otros de reciente formulación”, como lo indica Norberto Bacher, “en tanto se unifique la unidad política de las fuerzas revolucionarias para que el rumbo hacia el socialismo planteado como horizonte cercano de nuestra revolución no se quede en una simple retórica ni se transforme en factor de confusión, desmovilización y, en última instancia, de división para las grandes masas”. Tal delimitación se hace imperativa por cuanto se ha erigido cierta tendencia generalizada –tanto en Venezuela como en otras naciones de nuestro continente- que niega y soslaya las experiencias y los aportes teóricos del socialismo revolucionario en el pasado, alegando que el socialismo debe resultar nuevo y, por lo tanto, se permite obviar algunos aspectos medulares del mismo, como la lucha de clases, planteándose en consecuencia una posición revisionista un tanto ingenua que pretende convivir con el capitalismo, tratando de darle un rostro más humano. Como lo refiriera Rosa Luxemburgo en Reforma o revolución, “quien se pronuncia por el camino reformista en lugar de y en oposición a la conquista del poder político y a la revolución social no elige en realidad un camino más tranquilo, seguro y lento hacia el mismo objetivo, sino un objetivo diferente: en lugar de la implantación de una nueva sociedad, elige unas modificaciones insustanciales de la antigua. De este modo, siguiendo las concepciones políticas del revisionismo se llega a la misma conclusión que estudiando sus teorías económicas: no busca la realización del socialismo, sino la reforma del capitalismo, no busca la supresión del sistema de trabajo asalariado, sino la disminución de la explotación. En resumen, no busca la supresión del capitalismo, sino la atenuación de sus abusos. ¿Cabe pensar que lo dicho anteriormente sobre la función de la reforma o de la revolución sólo sea aplicable a la lucha de clases del pasado? ¿Es posible que de ahora en adelante, gracias al perfeccionamiento del sistema jurídico burgués, las reformas legislativas sean la vía para que la sociedad pase de una fase histórica a otra y que, por tanto, la conquista del poder del Estado por parte del proletariado se haya convertido en "una frase sin sentido”…? De este modo, las vías económicas, políticas, sociales y culturales que podrían determinar la construcción socialista de la nueva sociedad acaban secuestradas y distorsionadas al interpretarse que solo basta con intentar reducir la brecha existente entre ricos y pobres, impulsando el desarrollo capitalista de cada país.
El debate, por consiguiente, tiene que orientarse hacia formulaciones vinculadas con la historia, las luchas y la idiosincrasia de nuestros pueblos, sin negar su carácter universal e histórico. Esta es una cuestión fundamental para que el socialismo revolucionario pueda tener esa vigencia que los nuevos tiempos le han renovado al calor de las luchas políticas y sociales emprendidas por nuestros pueblos en contra de los abusos, la explotación y la depredación continua del capitalismo a escala mundial. De esta forma, el socialismo será definitivamente una realidad y no simple ilusión.-