En defensa del proceso revolucionario en Venezuela (XVIII)

Apuntes para la elaboración de una estrategia revolucionaria, bolivariana y socialista en tiempos de traición.

Lenin y Trotsky: alianzas proletarias

La controversia se desató en torno al grado de independencia de los campesinos, su capacidad de organizar la lucha de clases permanente, y el liderazgo y la composición de la vanguardia. Lenin sobreestimaba la capacidad de organización revolucionaria del campesinado. Para Trotsky y como explicado en su obra 'La Revolución Permanente', el hecho de que los campesinos, especialmente en Rusia, en el pasado hayan sido incapaces de establecer un partido 'antiburgués-revolucionario' fue un indicador de su titubeante actitud revolucionaria, que no auguraba nada bueno en el largo recorrido por organizarse en contra del orden feudal y capitalista. Esta advertencia de Trotsky es importante, ya que en la mayoría de las revoluciones del Tercer Mundo sus enfoques fueron verificados científicamente. Esto no tiene que ver con arrogancia política, ni con discriminación o degradación de ningún grupo social de los 'condenados de la Tierra'.

Especialmente en los países del Sur, devastados por siglos por el imperialismo, las clases sociales no están tan bien definidas a tal punto que una se sobrepone a la otra. Como en Europa, aquí en nuestros países del Sur, a lo largo de los siglos, las clases sociales no fueron producidas por medio de la acumulación originaria del capital, sino como resultado de la introducción forzada del capitalismo y como víctimas del imperialismo. Diversos factores determinan nuestras específicas formaciones de clases sociales, nuestra participación en las luchas de clases de los trabajadores en la época de la globalización. En la Sudáfrica del Apartheid, por ejemplo, las clases sociales se formaron por medio de la legislación racista; a lo largo de las últimas dos décadas una nueva clase dominante casi-burguesa negra, se formó a raíz de la necesidad del capital internacional de ampliar su mercado interno y fortalecer e! consumo en Sudáfrica para evitar una gigantesca explosión social que pudiera dar al traste con el orden capitalista mismo. La Revolución Bolivariana tiene que evitar a toda costa que algo similar pase aquí en Venezuela. Es extremadamente difícil hacer un análisis de clase fluyente preciso y científico para el caso de Venezuela y de todos los países latinoamericanos; sin embargo y si queremos ser exitosos, habrá que intentarlo, ya que es fundamental para nuestra praxis y teoría revolucionaria.

Aunque en algunos casos sí podemos estar de acuerdo con Trotsky en que generalmente los campesinos tienen poco éxito construyendo poderosos movimientos o partidos políticos a largo plazo, y que no son capaces de completar las revoluciones sociales, tenemos que considerar que en Cuba, Bolivia, México, China, Vietnam y en otras partes del mundo, el campesinado no puede descartarse como fuerza revolucionaria y socio central en las alianzas estratégicas de los pueblos oprimidos. De manera similar, no todos los sectores de la clase media-baja, no todos los estudiantes ni todos los académicos e intelectuales (a quienes se les suele acusar de ser sentados en la torre de marfil) son reaccionarios por definición; no se les puede descartar a priori como posibles aliados políticos. Sin embargo, según Lenin y Trotsky, en vísperas de la Revolución de Octubre, esto sólo es válido si ellos aceptan el liderazgo de los trabajadores y si ellos categóricamente identifican sus intereses de clase con las de la clase trabajadora, quiere decir, dirigidas contra la explotación capitalista. Igualmente, los intelectuales de otras clases sociales, por ejemplo, Frantz Fanón, el Che Guevara o Fidel Castro, ínter alia, por motivos morales y humanistas, pueden cometer suicidio de clase y decidir correr la misma suerte que todos los laboriosos trabajadores del mundo.

A este respecto, el hábito poco científico de adscribirle al campesinado de todos los países 'subdesarrollados' de una manera generalizadora, discriminatoria e irresponsable, una 'mentalidad pequeño-burguesa' tal como se le reprochó en su momento al campesinado de Rusia, es simplemente inadecuado. Hoy día, más que nunca, semejante método no-dialéctico falla en tomar en cuenta las condiciones concretas, las peculiaridades sociales, esto es, las formas específicas de explotación, la verdadera existencia de las clases y luchas sociales y el nivel de conciencia en un país dado, por ejemplo y en lo que concierne a Venezuela, el que nos encontremos en plena época de la globalización, en un país todavía 'monocultivo', productor de petróleo.

El marxismo vivo analiza la realidad revolucionaria de Venezuela libre de ideología, esto es, libre de cualquier tipo de revelaciones, mandamientos, catecismos, doctrinas, dogmas y directrices desde arriba. Ningún Mesías, ningún gran hombre, ninguna gran idea dirige la lucha de clases: la clase trabajadora tiene que hacer y pensar su revolución ella misma; la solidaridad es bienvenida, pero el deber de los revolucionarios latinoamericanos es hacer la revolución socialista contra la barbarie capitalista.

Todo esto debe ser aprehendido con una memoria histórica, es decir, aprendiendo de nuestras propias luchas anti-coloniales, de nuestras guerras de independencia y todos nuestros experimentos revolucionarios, sociales y socialistas del pasado y del presente. No somos salvadores, redentores, santos o profetas autoproclamados, podemos cometer errores teóricos; sin embargo, científicamente, la praxis revolucionaria al saber la verdad concreta, siempre corrige a la teoría, que una vez más genera niveles más altos de praxis revolucionaria.

De esta manera aun Trotsky, quien generalmente fue muy preciso en su análisis de las luchas revolucionarias concretas, tal vez debido a falta de información, también subestimó la importancia de la reforma agraria en China.

Lecciones de la Revolución China

Echemos un breve vistazo a la esencia del papel político del campesinado en la Revolución China, para demostrar que las formaciones y luchas de las clases bajas oprimidas hoy en día pueden tomar varias formas peculiares de apariencia. Aun así, todas ellas tienen un factor en común: el derrocamiento del capitalismo y del imperialismo de la clase dominante global.

Primero, en este momento, como resultado de profundas contradicciones y luchas de clases globales, en todas partes surgen nuevos tipos de clases sociales, otras simplemente desaparecen. Las inmensas clases medias, normalmente esenciales para el fascismo clásico, desaparecen en los países metropolitanos, como en Alemania o los Estados Unidos de Norteamérica. Países enteros, regiones y continentes están condenados a una existencia proletaria miserable; empresas multinacionales gigantescas como Exxon Mobil o Microsoft se convierten en entidades burguesas económicas globales, más ricas y poderosas que algunos de los mismos países metropolitanos.

La fortaleza cuantitativa y cualitativa del proletariado mundial varía a medida que las clases dominantes globales rápidamente disminuyen en número, pero cualitativamente se vuelven más y más ricas a cada segundo, más desesperadas, más poderosas, más brutales a cada milímetro apocalíptico y fascista.

A principios del siglo XX, aunque formalmente, existía en China la tenencia comunal de la tierra, sin embargo la mayoría de los campesinos estaba sujeta a una triple opresión -del tipo patriarcal, feudal y de capitalismo primitivo- que les impedía surgir por encima del mínimo de subsistencia. Esto influía en su acción política y conciencia de clase, pero mantenían una larga tradición rebelde de protestas populares.

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José Antonio Velásquez Montaño


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