Un mensaje para el semanario Debate Socialista

El peligro de equivocar a nuestros enemigos

Introducción.

Necesitamos con urgencia promover un debate intenso sobre temas estratégicos que atañen a nuestro proceso revolucionario, entre ellos el de definir cuáles son nuestros enemigos. Es imprescindible que los militantes revolucionarios investiguen, lean, se dediquen a conocer de manera radiográfica nuestra realidad. Hacerlo nos pudiera permitir actuar sobre ella para transformarla radicalmente. No hacerlo, pudiera significar tener en nuestras manos una carta de navegación que nos pudiera llevar al puerto equivocado. Sabemos de muchos esfuerzos que se hacen día a día para promover la discusión sobre toda una diversidad de temas que atañen al proceso revolucionario. Una de esas experiencias se plasma en el semanario Debate Socialista- el cual se edita con un tiraje inmenso-, y donde se hace un esfuerzo importante para la discusión, aunque a nuestro entender muchas veces en forma equivocada. En tal sentido, dentro de su línea editorial se insiste en presentar a las micro, pequeñas y medianas empresas como los enemigos de nuestro proceso revolucionario. Al respecto, discrepamos totalmente de tal pretensión y trataremos en las próximas líneas de argumentar nuestra posición, la que por cierto esperamos contribuya a alimentar la discusión sobre el tema.

El verdadero peso de las pequeñas y medianas empresas.

En el último número de Debate Socialista, distribuido a través de diversos periódicos este último fin de semana, se dedican el editorial y un artículo de la camarada Rosa Tristán, a tratar de demostrar que las micro, pequeñas y medianas empresas son los enemigos del proceso revolucionario. Que cada empresa, por pequeña que sea, es un foco generador de “conciencia capitalista egoísta, anti-socialista….Sus intereses particulares se opondrán a los intereses de toda la sociedad y tendrán la necesidad de un gobierno que proteja lo que han acumulado. Estamos creando cuervos.”(ver editorial). Más adelante, en sus páginas interiores, nos encontramos con un artículo de la columnista Rosa Tristán, quien este sábado nos “regala” esta joya de reflexión: “Las micro, pequeñas y medianas empresas…se definen como empresas con fines de lucro, cuyas dimensiones varían entre un par de empleados hasta un poco más de 100, y pueden manejar ventas de hasta 10 MM$.” (Sic). Esta afirmación, a nuestro entender, pudiera explicarse en dos escenarios. El primero, que la amiga Tristán esté hablando de un país diferente al nuestro, tal vez Chile de donde creemos es ella; o el segundo escenario- que de paso es nuestro peor pensamiento-, que se está tratando de caricaturizar a la pequeña y mediana empresa, para después atacar la caricatura. Si esto último se corroborara, sería gravísimo porque las señales que se estarían enviando a toda nuestra militancia, serían desorientadoras.

Veamos que nos dice el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) al respecto (www.ine.gob.ve). A nivel industrial se define como pequeña industria aquel establecimiento que contrata mano de obra entre 05-20 trabajadores. En contrapartida, la gran industria la define el INE como aquella que concentra en una instalación más de 100 trabajadores. Ya en este punto, la amiga Tristán está enviando información equivocada para nuestros lectores. Por otro lado, para el año 2004 las ventas promedio de la pequeña industria, según la misma fuente, se situaron en el equivalente a 280 mil dólares, cifra que cinco años después pudiera ubicarse – por efectos inflacionarios y al anclaje cambiario- en el doble, es decir, 560 mil dólares, cifra bien distante a los 10 millones de dólares que desliza la columnista de Debate Socialista. ¿Cuánto creen ustedes representa el valor de las ventas de la pequeña industria? Apenas el 3,14% del total de la industria manufacturera, porcentaje que sumado al de la “mediana industria inferior” (entre 21 y 50 trabajadores), daría un total de sólo 7,17%. Asimismo, al analizar el total de inversiones de la manufactura, la pequeña y mediana industria inferior concentra apenas el 5% del total, mientras la gran industria lo hace en un 90%. Y al continuar por el recorrido del informe INE, nos tropezamos con el capital fijo y descubrimos que los pequeños y medianos industriales (nivel inferior) apenas concentran el 8,18% frente al 87% de los sectores monopólicos y oligopólicos. Esta realidad se repite y se replica a nivel de empresas de servicios y del sector comercial, y en cierta forma también a nivel agrícola ¿De qué se trata entonces toda esta campaña contra el sector más débil de la producción nacional? Se distrae tiempo, tinta y papel para atacar sin misericordia al sector más delgado de la cuerda dentro del empresariado, sin darse cuenta que ellos no son nuestros enemigos. Incentivar y consolidar la matriz de opinión de que las micro, pequeñas y medianas empresas son los enemigos de la revolución, pudiera crear condiciones para que nuestra militancia enfile sus baterías contra la panadería de la esquina, la pequeña/mediana fábrica de confección, la fábrica de dulces, la carpintería, el taller mecánico, la pequeña o mediana propiedad agrícola, o la herrería del barrio, e ignore que sus esfuerzos hay que enfilarlos contra los monopolios y oligopolios que explotan a la mayor parte de nuestra fuerza de trabajo, y que de manera constante y sistemática hacen valer su posición de dominio contra las micro, pequeñas y medianas empresas, imponiéndoles lazos de dependencia, subordinación y hasta de explotación. Sin duda, tenemos profundas sospechas de que un sector de la revolución, a nuestro entender de forma equivocada, hace inmensos esfuerzos por identificar a las micro, pequeñas y medianas empresas como los enemigos del proceso, para así provocar una confrontación con ellas en el luchar diario de nuestra militancia, cuando eso sería un profundo error estratégico. Todavía está en nuestros recuerdos las tomas indiscriminadas en el Chile de Allende, de pequeñas fábricas y talleres por parte de sus trabajadores. La mayoría de las veces eran talleres muy pequeñitos donde se pedía su pase al área de propiedad social, cuando lo importante en ese momento era poner a producir eficientemente empresas estratégicas de gran magnitud, que estaban en ese momento bajo el control del estado. La desbandada no se hizo esperar, y un sector de pequeños propietarios que muy bien pudo haber estado al lado de la revolución chilena, terminó en los brazos de la sedición y activó su solidaridad con la derecha más rancia que chileno alguno pueda recordar.


¿Por qué se ignoran a los monopolios y oligopolios?

Los monopolios y oligopolios son, a nuestro entender, los verdaderos enemigos del proceso. Y de paso, es una de las tantas tareas pendiente – después de 10 años de gobierno revolucionario-, que tenemos que enfrentar. Fíjense que al analizar la Industria manufacturera, según el INE, la Gran Industria (mayores a 100 trabajadores), son apenas 591 establecimientos (el 9,37% del total de la industria manufacturera), pero concentra el 64% de toda la mano de obra del sector. Esos 591 establecimientos producen el 90% del valor agregado de toda la industria, agrupan el 90% de todas las inversiones del sector, casi el 87% de todo el capital fijo y también el 87% del valor de todas las ventas de la industria manufacturera. Y si queremos ser más precisos, todos esos números de la gran empresa industrial provienen de fusiones de perfecta sincronía entre el capital transnacional con el criollo. Se fugan capitales venezolanos hacia los centros mundiales hegemónicos, bajo la figura legal (admitida por Cadivi), de “remisión de utilidades a la casa matriz”, o la de “contratos de asistencia técnica”. ¿Saben ustedes el daño que esto ocasiona para nuestro proyecto socialista? Por eso decimos que no es del todo cierto lo que dice la camarada Tristán cuando nos señala: “ La Revolución Pacífica venezolana tiene en su seno una lucha económica entre factores socialistas y factores capitalistas. Los socialistas atrincherados en empresas de Propiedad Social, y los capitalistas en sectores tradicionalmente privados y un amplio (sic) sector denominado de pequeños empresarios socialistas.” ¿Cuál es ese amplio sector de pequeños empresarios socialistas? ¿Qué peso tienen dentro de nuestra economía? ¿Qué peso tienen las empresas de propiedad social? ¿Qué peso tienen las que conforman el área de propiedad del capitalismo de estado? ¿Por qué se reduce la descripción de los sectores monopólicos y oligopólicos a la simple frase, “sectores tradicionalmente privados”? Pareciera traslucirse la intención de minimizar la acción de los monopolios y oligopolios, y exaltar al presunto enemigo de la revolución bolivariana, las micro, pequeñas y medianas empresas.

Fíjense lo importante que es radiografiar nuestra realidad. Las cifras que describen a la industria manufacturera venezolana, pudieran servir para poner en acción nuestra imaginación. En un hipotético escenario nuestra revolución pudiera afectar- vía nacionalización o expropiación- a este sector de la gran industria, y en un santiamén el 87 % de lo producido por nuestra manufactura provendría del área de propiedad social de nuestra economía. Además, en un escenario como ese, el 87% del capital fijo de la industria ya no estaría en manos de grupos poderosos, sino en manos de toda la sociedad. ¿Por qué entonces desgastarnos en un enfrentamiento equivocado con las micro, pequeñas y medianas empresas?

Los monopolios y oligopolios no son sólo poderosos por las conclusiones estadísticas a las que podamos llegar. Estas formas de propiedad abusan en forma recurrente de su posición de dominio en contra de la micro, pequeña y mediana empresa, además del consumidor final. Cartelizan sus precios y fijan cupos para el suministro de materia prima y productos intermedios a las pequeñas y medianas empresas industriales. Cuando es a la inversa (los grandes son los que compran), fijan los precios unilateralmente y limitan las cantidades a comprar, con el objeto de condicionar el posible crecimiento de la empresa más pequeña. Cuando esta última pudiera poner en peligro la operatividad de la gran empresa, por diferencias de criterios que pudieran surgir en cuanto a precios o cantidades a vender o comprar, surge entonces la guerra económica donde los grupos monopólicos y oligopólicos implementan todo tipo de medidas económicas y financieras contra los más pequeños, a objeto de crear las condiciones para absorberlos y así concentrar más capital para su grupo económico. En tal sentido, y como quiera que la mayoría de las grandes empresas también participan en el capital accionario de la Banca, es común observar la implementación de “castigos” para la empresa más pequeña a través del bloqueo de créditos bancarios, todo ello inducido por los mismos grupos monopólicos y oligopólicos con los que ella trabaja a nivel industrial, y con el objetivo final de condicionar la operatividad de la empresa más pequeña y, si es necesario, asfixiarla y absorberla.

Abusar de su posición de dominio ha sido lo permanente en la política de los monopolios y oligopolios. Con regularidad – por lo menos en la industria de alimentos-, las grandes empresas industriales muchas veces condicionan a las grandes cadenas de distribución, cantidades y precios preferenciales a cambio de que otras marcas de la competencia no ingresen a esa cadena de distribución. La idea es asfixiar a la empresa más pequeña, aplastar la “sana competencia capitalista”, y reordenar la propiedad del capital en la cadena productiva.

Como conclusión a este punto, quisiéramos señalar que nuestras baterías revolucionarias deberían estar dirigidas a abordar el problema de los monopolios y oligopolios, así como la creación de un área de propiedad social de la economía. Si lográsemos este objetivo, con toda seguridad nuestra estructura económica pudiera comenzar a cambiar, tarea que se hace imperativa porque después de 10 años de proceso revolucionario, continuamos siendo una formación social capitalista que desarrolla en su interior a un sector monopólico y oligopólico que cada día es más poderoso, dado que la dinámica del proceso de acumulación de capital en nuestro país, no se ha detenido, lamentablemente, ni por un segundo.

¿Por qué se ignora, como enemigo, al sector financiero?

Tenemos la percepción –ojalá estemos equivocados-, que los compañeros de Debate Socialista dedican demasiado tiempo, tinta y papel para atacar a la micro, pequeña y mediana empresa, pero se olvidan del sector financiero Como dijimos anteriormente, es nuestra obligación como militante revolucionario conocer nuestra realidad socio-económica mejor que si la hubiésemos fotografiado con un tomógrafo, y más cuando uno se encuentra al frente de un medio de comunicación de tanto poder de circulación como Debate Socialista. En tal sentido, nos permitimos recordar que el sistema financiero capitalista es el encargado de canalizar los ahorros del público y de las empresas, así como los depósitos de las instituciones del estado, hacia aquel torrente que convierte el simple dinero (medio de pago) en “capital-dinero”. En este proceso ya no se trata de comprar mercancías para nuestro consumo, se trata de comprar materias primas, mano de obra, bienes intermedios, bienes de capital, que permitan reproducir y ampliar de manera constante la acumulación capitalista. Ahí reside la importancia del sector financiero en las sociedades capitalistas, porque es el encargado de garantizar que la acumulación de capital no se detenga ni por un breve instante. Es el que le presta dinero a las grandes empresas para que éstas adquieran nuevas propiedades, nuevo capital fijo, cantidades adicionales de materia prima, o amplíen la contratación de mano de obra. En nuestro país, el 92% del patrimonio de toda la banca está en manos del sector privado (aunque eso cambia un poquito con la nacionalización del Banco de Venezuela), lo que traducido en moneda significa casi Bs F 18 millardos (18 billones de los viejos). En el primer trimestre del 2009, la banca privada venezolana produjo Bs F 1,4 millardos en utilidades netas, lo cual representó casi el 97% de la totalidad producida por la banca. O dicho con otras palabras, la banca del estado apenas produjo el 3% de la utilidad generada en el sector.

Si se abre una investigación- y para ello invitamos a los camaradas de Debate Socialista a hacerla-, sobre el capital accionario del sistema financiero capitalista venezolano, uno se va a encontrar con múltiples sorpresas. En tal sentido, es muy común observar cómo dentro de los principales accionistas de la banca, aparecen grandes grupos industriales nacionales y extranjeros, con paquetes accionarios de relevante importancia. Otras veces aparecen como accionistas sólo las “cabezas” de cada grupo económico. Pero lo importante es que aquello que Marx nos definió como capital financiero (fusión del capital bancario con el industrial), se constata en nuestra realidad con precisión de relojero.

Las cifras sobre el sector financiero venezolano son de alta preocupación para el desarrollo de una verdadera revolución socialista, así sea del Siglo XXI. Lamentablemente, este gobierno no ha tocado ni con el pétalo de una rosa al motor del proceso de acumulación capitalista, que son los bancos. Si no lo hacemos pronto, tendremos que resignarnos a “venderle” a nuestra militancia un proyecto más modesto, como lo es el utópico “capitalismo con rostro humano”. Esperemos que dentro de nuestras filas, no haya gente que esté apostando a ello.

El sector de propiedad social y la pequeña y mediana empresa

El desarrollo de un fuerte sector de propiedad social dentro de nuestra economía es un imperativo. Y debe tener la tendencia a convertirse en dominante frente a otros tipos de propiedad sobre los medios de producción. Tenerlo pudiera permitir imponerle a la pequeña y mediana empresa lazos de subordinación a esa nueva propiedad dominante. Se trataría entonces de que la pequeña y mediana empresa acepte – como lo acepta hoy frente a los grupos monopólicos-, que tiene ciertas reglas de juego frente a la nueva área de propiedad de la economía. En tal sentido y ante la hipotética realidad de tener un área de propiedad social muy fuerte, esto pudiera permitir regular las tasas de plusvalía de las pequeñas y medianas empresas, así como controlar de manera eficiente los niveles de especulación con el consumidor final. Ya no sería una gran empresa privada la que le vendería materia prima a una pequeña o mediana. Sería una empresa de propiedad social la que garantizaría ese suministro, lo cual unido a un trabajo conjunto con el Seniat, Indepabis, Cadivi, Ministerio del Trabajo, permitiría al estado socialista un control totalmente transparente de la operatividad de las pequeñas y medianas empresas, para que éstas no se conviertan con el tiempo en empresas de carácter monopólico. Y si tuviéramos un sistema financiero socialista dominante, el control sobre ellas sería mucho más riguroso. De lo que se trata es que las pequeñas y medianas empresas sigan existiendo, pero en calidad de subordinadas al área de propiedad social. Que sus márgenes de ganancia sean razonables, respeten toda la legislación laboral, no evadan impuestos y, en su relación con el consumidor, la especulación sea “cero”. A esto sólo se llegará si logramos desbaratar la estructura económica capitalista, afectando los intereses monopólicos y oligopólicos tanto industriales como financieros, que todavía son dominantes en nuestra sociedad.

Un llamado a los camaradas de Debate Socialista.

Reconocemos y aupamos el esfuerzo que ustedes hacen. En cierta manera, hasta los envidiamos, dado el tiraje impresionante que tiene Debate Socialista. Sin embargo, creemos que es necesario abrir la discusión sobre este tema. Y evaluar las peligrosas repercusiones que pudiera tener para nuestra militancia, el equivocar la identificación de nuestro enemigo en este proceso revolucionario. Ojalá que concluyamos que debemos dedicar todo nuestro tiempo, todos nuestros esfuerzos y dedicación, a combatir sin cuartel a los grandes grupos económicos financieros que controlan todavía nuestra economía.


bujandab52@hotmail.com


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Carlos Bujanda Andueza


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