Un amigo venezolano, muy calificado maestro cercevero de escuela alemana y por largos años al servicio de una prestigiosa marca, habiéndole formulado lo que parecía una pregunta tonta y por la cual esperábamos hablase a favor del producto en gran medida suyo, nos respondió algo realmente inesperado.
“¿Hermano, cuál es la mejor de las cervezas?
Con parsimonia respondió, “la del sitio”.
Confundido le pedí fuese más explícito.
“Sencillo, hermano. La cerveza es un producto muy inestable”.
Dijo esto y continuó sin necesidad que le volviese a interrogar.
“Con insumos, empezando por el agua, de buena calidad, las mejores condiciones y que quienes intervengan en el proceso sepan del asunto, la cerveza será buena”.
Respiró hondo, tomó un sorbo largo y continuó:
“Si se le traslada a grandes distancias, los trajines del viaje y las variaciones de temperatura provocarán cambios en ella, llegando a alterar su sabor y calidad”.
“Si quieres que te sirvan una buena cerveza, pide la del sitio. La que se fabrica donde te halles o de lo más cerca posible”.
Pensé, después de oír aquello, dicho por persona conocedora del tema, que fórmula o receta, los mejores maestros, insumos, no son garantía absoluta que el producto sea excelente. Depende de otras variables que solemos subestimar por parecer insignificantes, como que al camión se le pincharon los cauchos en la larga y sofocante carretera o al viejo barco le “jamaqueó” una tormenta.
Para elaborar la cerveza, los insumos se podrían importar, también los maestros cerveceros traer del extranjero y, hasta con ellos, la formula o receta. Hasta que el agua del sitio, difícil de importar, reúna las mejores condiciones. Pero todavía, para que su calidad sea excelente, estaría condicionado a no hacerla viajada, agitada y sofocada.
Pero hacer el socialismo es más complejo. Quizás por eso Fidel Castro opinó que su mayor error, fue haber creído que alguien sabía como hacerlo. Y no es asunto que nos resulte mejor que éste de aquí o aquel de allá, sino hacerlo para la justicia y libertad humanas en el sitio. Una fórmula europea, transplantada, extrapolada, tomada de uno o varios libros, de ideas extraídas de otras circunstancias, sin hacer los ajustes adecuados, puede avinagrar el producto. Más si no se sabe combinar los insumos que están allí y de los cuales no se puede prescindir. Líderes, hacedores de socialismo, transplantados – aún siendo del sitio, pero demasiado rígidos o apegados a una ortodoxia de lejanas tierras - no son los mejores. La masa o los insumos no son susceptibles de dejarse moldear en esas circunstancias. Porque el socialismo mismo “no se deja hacer” si los maestros no son los pertinentes, se ignoran los insumos del sitio y las formas de ser.
Puede ser que los insumos recomendados por una fórmula estereotipada no abunden y haya que combinarles con otros, como en la hallaca, lo que implicaría flexibilizar aquella; en este caso “los maestros cerveceros”, deberían conocer bastante el sitio, tanto como tener allí los pies hundidos en la tierra.
Y no hemos hablado de un proyecto viajado que, en las irregularidades del camino, terrestre, marítimo y hasta aéreo llegue a su improvisado o inventado destino, sin razón ni motivo. Porque en este caso, fórmula o receta, insumos y maestros cerveceros no se avendrían ni entenderían. O lo que es lo mismo, como el espacio y tiempo allí no se verían interpretados.
Como la cerveza, para que el socialismo nazca espléndido, hermoso, pertinente o por lo menos no deforme y luego la inestabilidad no le varíe, debe diseñarse en el sitio, viéndole, pisándole, sintiendo su palpitar, con insumos y maestros cerveceros de allí, los pies hundidos en la tierra y midiendo con exactitud el movimiento.
damas.eligio@gmail.com