La experiencia iniciada en Venezuela con la conformación de los Consejos Comunales ha posibilitado explorar los alcances, las limitaciones y las potencialidades que éstos pudieran tener y/o representar en la definición y práctica del socialismo revolucionario, aunque el mismo siga siendo una incógnita para muchos de sus promotores. Esto, sin embargo, representa cierto avance en el ejercicio de la democracia participativa y protagónica, desarrollando el nivel político de los sectores populares, lo cual -de mantener una línea ascendente- allanaría el camino a un nuevo tipo de organización del poder, edificado desde abajo, que pueda modificar substancialmente las relaciones políticas tradicionalmente establecidas entre gobernantes y gobernados, entre dirigentes y dirigidos; una cuestión que, tarde o temprano, tendría su incidencia en el funcionamiento y vigencia del viejo Estado burgués-liberal, transformándolo en muchos sentidos.
No obstante, hay que admitir que lo hecho hasta ahora no significa que se haya logrado dotar de poder efectivo a los ciudadanos en todas las áreas de la vida social, sin que exista esa injerencia que estila todavía un grueso porcentaje de representantes de la administración pública, como sería lo ideal, y, menos, empezado a erradicar la dominación capitalista, lo mismo que la desigualdad social. Para muchos de los gobernantes locales y regionales -todavía influidos por la vieja cultura política reformista- la realidad del poder popular sigue (o debiera estar) subordinada a las directrices trazadas por el Estado y las leyes vigentes, sin permitirse un escenario distinto, a pesar del discurso oficial de aceptación del socialismo como alternativa al capitalismo y a la democracia representativa habitual. La mayoría de ellos supone que basta con efectuar una gestión medianamente aceptable que no se salga de los parámetros legales y ampliar los debates sobre los presupuestos municipales con las comunidades organizadas, muchas veces integradas por militantes de su mismo partido político, cosa que no equivale a construir ningún poder popular.
Se debe admitir igualmente que, en la práctica, prevalece un escaso control popular sobre la gestión pública, debido principalmente a la falta de una auténtica autonomía de los movimientos sociales, dependientes en su gran mayoría del Estado, lo cual se ha manifestado en la persistencia del clientelismo político y la demagogia que caracterizaron a la dirigencia partidista y a los gobernantes que, teóricamente, prevalecieron hasta 1999, reflejando una enorme contradicción al hablar de revolución y de socialismo, ya que se adolece de una verdadera formación teórica revolucionaria, necesaria y fundamental para la tarea histórica de hacer una revolución estructural, antiburocrática, igualitaria y popular, con el socialismo como bandera de lucha.
De ahí que los Consejos Comunales -limitados a un espacio territorial determinado- precisarían de una mayor comprensión de su papel para generar poder popular, permitiéndose, incluso, formar lo que denominamos Comunas Legislativas, cuyo ámbito de acción abarcaría las normas de convivencia y de respeto a la diversidad en las comunidades, así como el control ejercido sobre algunos tópicos puntuales que, en la actualidad, son cuota de las competencias del poder municipal. A ello habría que incorporarle, en pie de igualdad, toda iniciativa de organización popular, extendiéndose la misma a todos los sectores sociales (estudiantes, mujeres, campesinos, jóvenes, trabajadores, y cultores, además de otros) en forma de Consejos Sociales, forjándose una comunidad de intereses mediante la cual se concretarían algunas de las líneas de definición y de construcción del socialismo revolucionario, ampliándose -en consecuencia- los grados de participación, de protagonismo, de planificación, de gestión y de control que debería asumir el poder popular.
Se instituiría una nueva instancia organizativa de base popular, amplia, democrática, inclusiva, abierta siempre al debate constructivo y a la participación y al protagonismo del pueblo en todos sus niveles y manifestaciones, capaz de impulsar la invención de nuevas formas de organización colectiva que acentúen la transformación del escenario político, así como el orden económico y social existente en beneficio de las grandes mayorías populares, en una sociedad sin explotadores ni explotados, donde todos los ciudadanos y todas las ciudadanas desplieguen libre e integralmente todas sus potencialidades, en un clima permanente de paz y justicia social.-