Entrevistando imaginariamente a Marx sobre lo tratado en:

El capítulo III de “El Capital” (IV)

¿Qué determina la masa de medios de circulación que se necesita para alimentar el proceso circulatorio del mundo de las mercancías?

En un país se realizan todos los días, simultáneamente, y por tanto paralelamente en el espacio, numerosas metamorfosis unilaterales de mercancías; o, dicho en otros términos, simples ventas de una parte y de otras simples compras. Por sus precios, las mercancías se equiparan ya a determinadas cantidades imaginarias de dinero. Ahora bien, como la forma directa de circulación que estamos estudiando contrapone siempre de un modo corpóreo la mercancía y el dinero, situando a aquella en el polo de la venta y a éste en el polo contrario de la venta, es evidente que la masa de medios de circulación necesaria para alimentar el proceso circulatorio del mundo de las mercancías está determinada por la suma de los precios de éstas. En efecto, el dinero no es más que la representación real y efectiva de suma de oro expresada ya idealmente por la suma de los precios de las mercancías. Ambas sumas tienen, pues, que coincidir forzosamente. Sabemos, sin embargo, que permaneciendo invariables los valores de las mercancías, sus propios precios oscilan con el valor del oro (con el valor del material dinero), subiendo en la proporción en que el valor del oro baja y bajando en la proporción en que éste sube. Por tanto, al aumentar o disminuir la suma de los precios de las mercancías, tiene necesariamente que aumentar o disminuir la masa del dinero en circulación. Es, como se ve, el propio dinero el que determina los cambios experimentados por la masa de los medios de circulación, pero no en función de medio circulatorio, sino en función de medida de valores.

En lo sucesivo, consideraremos el valor del oro como algo fijo, como lo es realmente en el momento de calcularse los precios. Partiendo, pues, de esta premisa, la masa de los medios de circulación está determinada por la suma de los precios de las mercancías que han de ser consumados. Partiendo, además, del supuesto de que el precio de cada clase de mercancías es un factor dado, la suma de los precios de las mercancías dependerá, evidentemente, de la masa de mercancías que se hallen en circulación.

Tomemos unas cuantas ventas o metamorfosis parciales sin relación alguna entre sí y que circulan paralelamente en el tiempo y en el espacio, las ventas de una camisa, 20 kilogramo de azúcar, un libro y 25 litros de leche. Suponiendo que el precio de cada uno de esos artículos sea sesenta bolívares, y, por tanto, la suma de precios a consumar doscientos cuarenta bolívares, estas transacciones lanzarán a a circulación una masa de dinero de doscientos cuarenta bolívares. En cambio, si todas estas mercancías representan otros tantos eslabones de la cadena de metamorfosis que ya conocemos: una camisa – sesenta bolívares – 20 kilogramos de azúcar - sesenta bolívares – un libro - sesenta bolívares – 25 litros de leche - sesenta bolívares, bastarán sesenta bolívares para poner en circulación sucesivamente las distintas mercancías, realizando por turno sus precios, y por tanto la suma de éstos, o sea, los doscientos cuarenta bolívares, hasta caer en manos por fin en manos del lechero. Para ello darán cuatro vueltas. Este desplazamiento repetido de las mismas piezas de dinero representa el doble cambio de forma de las mercancías, su movimiento a través de dos fases contrapuestas de la circulación y el entrelazamiento de las metamorfosis de diferentes mercancías. Es evidente que las fases antagónicas que, completándose las unas a las otras, recorre este proceso, no pueden circular paralelamente en el espacio, sino que tiene que sucederse las unas a las otras en el tiempo. Su duración se mide, entonces, por fracciones de tiempo, y el número de rotaciones de las mismas monedas dentro de un tiempo dado indica la velocidad del curso del dinero. Es decir, que en una fracción de tiempo determinada, el proceso de circulación puede representarse así: La suma de los precios de las mercancías dividida entre el número de rotaciones de las monedas representativas del mismo valor es igual a la masa de dinero que funciona como medio de circulación. Esta regla rige con carácter general.


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Nicolás Urdaneta Núñez


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