¿Cuáles son las contradicciones de la fórmula general?
La forma de circulación en que el dinero sale de la crisálida convertido en capital contradice todas las leyes que dejamos expuestas acerca de la naturaleza de la mercancía, del valor, del dinero y de la propia circulación. Lo que distingue a esta forma de la circulación simple de mercancías es la serie inversa en que se desarrollan los dos procesos antagónicos, que son los mismos: la venta y la compra. ¿Cómo se explica que esta diferencia puramente formal haga cambiar como por encanto el carácter de estos procesos?
Además esta inversión sólo existe para una de las tres partes que intervienen en el trato. El capitalista compra la mercancía a A y la revende a B; en cambio, el poseedor simple de mercancías vende su mercancía a B, para luego comprar otra a A. Para los contratantes A y B, esta diferencia a que nos referimos no existe, Ellos sólo actúan como comprador y vendedor de mercancías, respectivamente. A su vez, el tercero se enfrenta con ellos, según los casos, como simple poseedor de dinero o como poseedor de mercancías, como comprador o vendedor; unas veces, este tercero es respecto a uno de los contratantes un simple comprador y respecto al otro un simple vendedor, para el uno dinero y para el otro mercancía, y para ninguno de los dos capital o capitalista; es decir, representante de algo superior al dinero o a la mercancía y capaz de producir efectos distintos a los de la mercancía o a los del dinero. Para este tercero, el hecho de comprar a A y de vender a B son dos fases lógicas de un mismo proceso. Pero entre estos dos actos sólo para él existe una ilación lógica. A no se preocupa en lo más mínimo de su transacción con B, y a este le tiene sin cuidado su trato con A. Y si el tercero en cuestión pretendiera demostrarles la ventaja que supone para él el invertir el orden, ellos le probarían que se equivocaba en cuanto a este orden y que la operación no comenzaba por una compra para terminar en una venta, sino al revés. En efecto; desde el punto de vista de A, el primer trato cerrado por el tercero, la compra, constituye una venta, y el segundo trato, la venta, constituye, desde el punto de vista de B, una compra. No contentos con esto, A y B sostendrían que toda esta operación era perfectamente inútil, como un juego malabar. A su modo de ver, bastaría que A hubiese vendido directamente a B, y éste se la hubiera comprado directamente a A. Con esto, toda la operación se desmoronaría, para convertirse en un acto unilateral, en uno de tantos actos de la circulación vulgar de mercancías, que desde el punto de vista de A sería una simple venta y desde el punto de vista de B una simple compra. Como vemos, la inversión del orden no nos permite remontarnos sobre la órbita de la circulación simple de mercancías; no tenemos, pues, más remedio que detenernos a investigar sí, por su naturaleza, esa circulación consiente la valorización de los valores sobre los cuales trata, y por tanto, la formación de plusvalía.
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