En estos tiempos de habla socialista, cuando no se sabe si los tipos que acabamos de conocer son revolucionarios o simplemente se están buscando un puestico “donde haya” para robar, es bueno saber quién es quién. El tiempo y los hechos dictaminan, sin equívocos, cómo se mueven las fuerzas revolucionarias, hoy más fuertes que nunca en nuestro país. Aunque no sepamos apreciarlas nosotros mismos, porque nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde; pero de otros países vienen a ver cómo es la cosa, para aprender y ver cómo lo hacen ellos en sus lugares, momentos y circunstancias propios.
Hace más de treinta años (yo aún era “menor de edad”), conocí a Fernando Soto Rojas. Era un jefe guerrillero que salía de una derrota sangrienta en las montañas de El Bachiller, donde los enemigos siempre tenían la ubicación exacta de los guerrilleros y había una emisora clandestina que nunca funcionó (claro, estaba ahí Américo Martín, que ha sido denunciado como agente de la CIA,).
En El Bachiller se practicó la táctica de tierra arrasada. Se exterminó prácticamente a los revolucionarios en armas y a los campesinos que el ejército burgués y la policía política de los puntofijistas creían que podía apoyar a la guerrilla. Al hermano del comandante guerrillero, conocido como “el mocho Soto”, lo capturó el gobierno vendido y fue asesinado. Cuenta la leyenda que lo lanzaron desde un helicóptero en pleno vuelo. Fueron los tiempos del asesinato de Chema Saher, de acciones heroicas por parte de jóvenes venezolanas y venezolanos, y de horribles traiciones e infiltraciones. Algo como lo que está pasando ahora en Colombia, salvando la distancia y el tiempo.
Cuando conocí a Fernando Soto Rojas todo aquello había concluido. Uno de los pocos combatientes que había sobrevivido, Rumbitos, me contaba los detalles, que yo no quería conocer porque eran demasiado dolorosos.
A Soto Rojas le decían “El Viejo”, a pesar de que a duras penas llegaría a los cuarenta años, y era un hombre muy formal, amable y extremadamente preocupado porque, a su juicio, el movimiento revolucionario en aquellos tiempos no estaba haciendo lo que debía.
_”No podemos seguir como Aureliano Buendía, buscando una ruta hacia el mar, cuando ya se han inventado los aviones”, solía decir. El estudio permanente, la discusión ideológica, la planificación y el respeto entre las personas, eran principios que “el viejo” preconizaba. Se ganó mi respeto.
Treinta y dele años después, lo encontré en las mismas arenas de la política, y haciendo lo que siempre pensó que había que hacer: Enseñando asuntos ideológicos, organizando, sin rendirse. Es un socialista que no quiere que se le hagan concesiones a la derecha, ni a la exógena ni a la endógena; es un camarada que difícilmente saltará la talanquera.
Por las implicaciones semánticas que tiene esa palabra en Venezuela, no puedo utilizar la palabra “veterano”; pero por su experiencia, perseverancia y claridad política e ideológica, FERNANDO SOTO ROJAS DEBE ESTAR EN LA ASAMBLEA NACIONAL. Se está lanzando en el circuito 2 y va con el número 24. Si yo votara aquí, mi voto sería para este viejo guerrillero marxista, perseverante, irreductible. Hay otros camaradas buenos en ese circuito, (Robert Serra, el número 66, por ejemplo, otro impelable, joven, que arriesgó el pellejo enfrentándose a los escuálidos en su propia madriguera, la Universidad Católica).
Por eso invito a los camaradas del PSUV, que piensan que debemos ir a la profundización del proceso revolucionario, hacia el socialismo de verdad verdad y no hacia una socialdemocracia pomalaca: blanquita por dentro con una capita roja por fuera para disimular, que voten por los socialistas el dos de mayo y entre ellos, a los que les toque el circuito 2, que no pelen el número 24, por el jefe guerrillero Fernando Soto Rojas, para la Asamblea Nacional.
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