¿Acumulamos fuerzas en las luchas de autodefensa para pasar a la ofensiva anticapitalista?

1. Desde la brutal represión y encarcelamiento de 1959 contra los ferrocarrileros de México, pensé que los obreros no había sido derrotados porque habían demostrado a la nación y al mundo una gran acumulación y experiencias de lucha. Decía: “No se perdió nada, al contrario, ganamos porque el gobierno quedó desnudo como enemigo ante la población”. Pero después la represión continuó contra los maestros del MRM, los campesinos, los médicos, los estudiantes, los normalistas, los guerrerenses, los electricistas, mineros y contra todos aquellos que se han atrevido a protestas y luchar. Siempre pensé que íbamos ganando porque las fuerzas de la rebelión iban creciendo y acumulándose hasta que “la evolución irrumpa en revolución”. ¿Cuánto tendrá que acumularse, cuantos cientos de miles tendrán que morir, ser encarcelados y perseguidos para que surja un cambio cualitativo, para que podamos enterrar al capitalismo?

2. Decían los viejos y no muy recomendables manuales de marxismo de los sesenta de Politzer, Nikitín, Rosental, Afanasiev y mil más, acerca de la “dialéctica”, que las batallas de descontento, las protestas, las luchas gremiales, producen acumulación de fuerzas y cambios evolutivos y que estos cambios al hacerse ya más grandes e irrefrenables –según las propias leyes- hacen estallar las cosas en “la última fase del capitalismo” y surgen entonces las revoluciones. Lo que sucedió es que quizá la mayoría pensó que una vez madurada la situación las revoluciones vendrían de manera natural y obligatoria porque los explotados no aguantarían más y los explotadores ya no podrían dominar. Pero el capitalismo prolongó otros 150 años su dominación haciendo más guerras, saqueos y, sobre todo impulsando los “aparatos ideológicos de Estado”: televisión, radio, prensa, escuela, iglesia, para consumo de los trabajadores.

3. En los siglos XX y XXI los trabajadores han acumulado más problemas que en los siglos anteriores juntos: han quedado manifiestas la batallas indígenas, campesinas, obreras, estudiantiles y ciudadanas, pero el capitalismo y sus medios ha sido tan efectivo que luego de esos ratos de furia y descontento, los trabajadores llegan a sus hogares a ver fútbol, novelas, películas y de más programas “de entretenimiento y diversión”, tal como dijo el magnate televisivo Azcárraga. Hoy aunque se acumule el coraje, el disgusto, la rabia, siempre tendrán salida en la TV, la lucha libre o cualquier otro espectáculo, “para evitar que cause males en el organismo”. Dicen que los empresarios italianos ponían a la salida de las fábricas sus fotos, unos guantes y unas pelotas para que los obreros desahogaran su coraje o su furia golpeando o tirándole a la fotografía del patrón. Así llegaban contentos a trabajar al día siguiente.

4. El capitalismo, después de las dos guerras (la de 1919 y la de 1939) y la fundación de la ONU, modernizó sus formas de dominación y control. Lanzó una serie de derechos en salud, educación, trabajo, libertades, “derechos muy avanzados” para los trabajadores para luego limitarlos y negarlos en las leyes y reglamentos de cada país. Exactamente como la Constitución mexicana que proclama derechos de salud, educación laica y gratuita, derecho total de huelga y manifestación, etcétera, pero que en la práctica no funcionan porque ponen en primer lugar la defensa irrestricta de la propiedad privada y la protección a los intereses empresariales, muy por encima de cualquier protesta o reclamo. Así que con los medios bloquean cualquier acumulación de descontento del trabajador. ¿Cuántos espectáculos y festivales, cuantos payasitos en las plazas, calman en unos cuantos minutos la furia o el descontento del trabajador?

5. Las izquierdas y los movimientos progresistas de los trabajadores nos hemos pasado la vida luchando para defendernos de la explotación y la opresión capitalista. Casi nunca hemos estado a la ofensiva, es decir, luchando para derrotar a la burguesía y expulsarla del poder. De manera justa hemos estado defendiendo nuestras tierras, créditos, ingresos, organizaciones políticas, sindicales, comunitarias; nos hemos defendido contra la represión, los impuestos, la explotación, los malos tratos, las ofensas, etcétera. En fin, siempre nos defendemos para que los gobiernos, empresarios locales y extranjeros no se ensañen contra nosotros, pero jamás pasamos a la ofensiva porque nunca nos hemos preparado para ello. De allí que todas las luchas sean gremiales, salariales, partidistas, electorales, por intereses personales, es decir, individualistas. También por eso todas las luchas son solitarias, aisladas, de gremio y por eso el gobierno las destruye fácilmente.

6. ¿En dónde acabaron las huelgas o paros por solidaridad, las huelgas generales, los piquetes de huelga que hacían intervenir a los trabajadores de otras empresas en apoyo de sus camaradas? Hoy los gobiernos capitalistas controlan todo: al ejército, la policía, las armas, los jueces, las leyes, la ideología, por eso están siempre a la ofensiva, mientras los trabajadores sólo tenemos nuestra fuerza de trabajo. Además han creado una clase política que le asegura el poder a la clase dominante usando a los partidos políticos como defensores del establecimiento. No se cuántas décadas más tendrán que pasar para que nuestras derrotas “sigan siendo victorias que acumulan fuerzas” como las de la APPO, los electricistas, los zapatistas, lópezobradoristas, los mineros, etcétera. Sigo pensando en un septiembre revolucionario en el que se repita el 1810 y 1910, en que la cábala traiga al México miserable, desempleado y pobre algo positivo.

7. Sólo podremos pasar a la ofensiva cuando aprendamos a acumular fuerzas con poderosos movimientos unitarios. Las manifestaciones, los plantones, los mítines, los pequeños actos están bien, deben ser apoyados y son indispensables para defenderse de los golpes del poder, pero sirven poco, casi nada, si no se busca acabar la explotación, la opresión y las desigualdades. Son como las luchas salariales o económicas que año tras año logran algún aumento en dinero que luego desaparece con la carestía de artículos. Después de cada derrota los trabajadores tienen que esperar años para volverse a levantar; entre tanto la burguesía afila mejor sus armas para nuevas batallas. Yo se que no hay mal que dure mil años ni cuerpo que pudiera vivir para aguantarlo, pero el capitalismo ya nos ha dominado 500 años y no sabemos si todavía viva más. ¿Cuándo estaremos listos para gritar: “hasta aquí llegaste buey”?

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Pedro Echeverría V.


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