Cumplidas las formalidades del proceso electoral del pasado domingo se confirman las consideraciones que colocan al sistema vigente de partidos en la más clara condición de fuera de lugar (para no perder el símbolo de los tiempos). Desdibujadas las diferencias ideológicas y programáticas en aras de privilegiar las siglas y despreciar contenidos, los partidos se dieron hasta con la cubeta en el lodazal de la competencia electorera. Guerra sucia, trampas electorales, intervenciones gubernamentales, dominio televisivo y muchas otras triquiñuelas dispuestas para engatuzar al respetable (faltándole al respeto). Las buenas noticias resultan ser simples engaños: en Puebla se destronó el nefasto cacicazgo del “gober precioso” para dar lugar al cacicazgo de Elba Ester Gordillo, cuyo pupilo se alzó con el triunfo electoral bajo las siglas coaligadas del PAN, el PRD y el PANAL; en Sinaloa el PRI perdió con el mismo PRI, aunque con siglas prestadas por los partidos coaligados. Tal vez sea buena la noticia de Oaxaca, en tanto que se mandó al caño al sátrapa Ulises Ruiz, pero el candidato triunfador tiene tantos compromisos de padrinazgos que cumplir, que le va a ser difícil hacer un gobierno realmente popular. A cambio de estos tres casos, el PAN perdió cuatro estados y el PRD el único que, en este proceso, reivindicaba sus siglas. El PRI, por sí mismo o por interpósita persona, ganó en todos los casos salvo Oaxaca. El PRD hizo gala de su acta de defunción, colocado en condición de aliado de segunda del PAN, perdió en lo electoral y, sobre todo, perdió en cuanto abanderado de las causas de la izquierda.
El país perdió en el lodazal del sistema de partidos. La gente del común no encuentra diferencia alguna entre alternativas programáticas, comenzando por el hecho de que no se postularon programas ni proyectos diferentes. La competencia se limitó a presentar rostros sonrientes y maquillados para efectos de la imagen artificial mediática, acompañada de toneladas de mierda lanzadas al rostro del contrincante. Cada candidato se esforzó, no en convencer con postulados, sino en aplicar la mejor fórmula de compra y coacción de votantes, mediante carretonadas de dinero, principalmente público o de turbio origen, para entregar despensas o materiales de construcción a cambio de votos. Inversión financiera de alto riesgo, pero de pingües expectativas de utilidad con cargo al erario, en el caso de ganar. La prostitución de la política, pues.
Si a todo lo anterior se agrega la presencia del llamado crimen organizado y su creciente influencia en la esfera de la política, el panorama acaba por desalentar al más pintado de los demócratas. Sea con candidatos propios, con asesinatos de los ajenos o, simplemente, con recursos de inversión, los malandrines marcaron su impronta al proceso electoral.
A la vista de estas realidades se hace urgente el esfuerzo de la sociedad para rescatar a la política verdadera, la del servicio público honesto y de la republicana medianía de los servidores. Recuperar o construir la política que expone proyectos y busca convencer al pueblo para respaldarlos. De alguna manera es necesario desterrar la política del engaño y la manipulación mediática, esa que dice promover el cambio para que todo siga igual; la que mantiene a la nación sujeta a los intereses de un pequeño grupo de potentados y que desprecia los de la mayoría de la población. Este es un esfuerzo que sólo puede ser realizado por la propia sociedad que ya está harta del actual estado de las cosas públicas; tiene que surgir de abajo y corregir de raíz. Lo grave y difícil del caso es que un sector importante de la sociedad se queda en el simple hartazgo y rechaza todo lo que signifique política, para quedar en el desafortunado individualismo del sálvese el que pueda. No es gratuito que, desde las mismas fuentes del real poder, se esmeren en profundizar la cultura del rechazo sin alternativa. El mejor servicio al dominio de los malos políticos es precisamente la abstención de la participación política, así se mueven a sus anchas.
Reproduzco aquí el texto del postulado de Andrés Manuel López Obrador sobre el tema: “Ejercer la política como imperativo ético y llevar a la práctica la austeridad republicana. Es necesario cambiar la forma de hacer política. Este noble oficio se ha pervertido por completo. Hoy la política es sinónimo de engaño, arreglos cupulares y corrupción. Por eso es urgente darle un nuevo sentido al quehacer político, imprimiéndole convicciones y principios. Quienes se dediquen a esta actividad deben entender que el poder sólo tiene sentido y se convierte en virtud, cuando se pone al servicio de los demás. También hay que hacer valer el principio de austeridad republicana; retomar el ejemplo de Juárez y los liberales: el apego a la justa medianía en que deben vivir los servidores públicos. Nada de sueldos onerosos y ofensivos, ni flotillas de aviones y helicópteros al servicio de la llamada clase gobernante. Debe revisarse todo el funcionamiento del gobierno para eliminar los gastos improductivos, el derroche y los privilegios. Insisto, le cuesta mucho al pueblo mantener al gobierno.” (La mafia que se adueñó de México… y el 2012, pág. 184).
México tiene alternativa. Hay organización de bases y hay liderazgo. Sólo hay que trabajar muy recio y convencer. Otro México es posible e indispensable.
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