La existencia de los Estados Unidos como centro hegemónico mundial sólo es posible en razón de su poderío bélico. Ya lo decía Lenin en su insuperable obra “El imperialismo: fase superior del capitalismo”, que el imperialismo es una tendencia permanente y creciente a la violencia.
Miren a Obama, pasará a la historia como un farfullo, o peor, como un cínico. Aceptó un inmerecido premio a la paz, y está colocando al mundo al borde de la destrucción nuclear. Es un títere del poder de los rifles asesinos.
En apenas un año ha multiplicado la amenaza militar en el continente. Invadió Haití luego del catastrófico terremoto con 12.000 efectivos. Cerró el negocio de establecer siete bases militares en Colombia y ahora ocupará la pequeña Costa Rica con una fuerza militar diversa y escandalosa.
En el lejano oriente puso a pelear a las dos Coreas fabricando un ataque submarino, y en el golfo árabe-pérsico reúne una flota conjunta con Israel para atacar a Irán. Mientras, permite al sionismo seguir expandiéndose en Palestina.
El modelo de acumulación capitalista atraviesa una crisis severa, una vez que la época neoliberal estalló en pedazos por la inviabilidad de su burbuja especulativa y de la sobrexplotación de los pueblos que han comenzado a despertar.
Es una hipótesis comprobada por la ciencia marxista, que el capitalismo utiliza las guerras para reactivar su aparato productivo, apropiándose de mercados de los vencidos a quienes destruye parte de sus activos y convierte en dependientes.
La advertencia hecha por Fidel en su reciente reflexión sobre la inminencia de un ataque nuclear contra Irán, tiene absoluta pertinencia y es a la vez un llamado angustiado a la humanidad para que no seamos indiferentes ante tal amenaza.
Se impondría una movilización global contra la guerra que obligue a los gobiernos a pronunciarse tajantemente contra esta aventura suicida del imperialismo.
El derecho a la paz forma parte esencial de la nueva generación de derechos humanos; derechos transgeneracionales que junto a un ambiente sano y al desarrollo integral con justicia social, son la garantía de la pervivencia de la especie humana sobre el planeta.
Quienes todavía creen en el modelo de vida gringo como paradigma universal, deben mirar con atención los pasos que la bestia imperialista está dando y que conducen inexorablemente al absurdo abismo de la destrucción.
Quienes, al contrario, nos oponemos a la hegemonía imperialista, debemos impulsar el surgimiento de amplios y poderosos movimientos sociales por la paz y el establecimiento de unas nuevas relaciones internacionales basadas en la autodeterminación de los pueblos y la solidaridad por el bien común.
Las apetencias inhumanas del capital vuelven a colocar al mundo en la disyuntiva de matarnos unos a otros para su beneficio, o virar la historia para que nazca una humanidad renovada en sus valores originarios de igualdad y convivencia.
De nuevo, el socialismo es la esperanza de ese irrenunciable sueño de un mundo mejor. Sueño que mueve a la humanidad en masa y que constituye la única fuerza capaz de detener a los que sólo entienden la razón de las armas.
Constituyente
(*) Presidente de la Comisión Nacional de Refugiados.Simón Bolívar, El Libertador. Guayaquil 5 de agosto de 1829.