Circula por internet un extensamente detallado Informe emanado de la Comandancia General del grupo insurgente Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC, donde da cuenta, en Partes de Guerra, de lo acontecido en los combates militares con el ejército regular de Colombia y con grupos paramilitares, durante el año 2010, donde concluyen dando las escalofriantes cifras de soldados, policías y paramilitares muertos o heridos en acciones de guerra, en emboscadas, combates directos, así como las bajas sufridas por las propias guerrillas izquierdistas y revolucionarias.
Da el referido Informe igualmente una estadística de las armas y pertrechos capturados, equipos de diferente tipo, documentos secretos del Ejército, igualmente el daño a helicópteros, aviones, lanchas artilladas, vehículos artillados.
Una estadística desconocida tanto para los colombianos como para el exterior, que cuando menos señala que los grupos insurgentes no han sido destruidos como reiteradamente se ha dicho desde al anterior gobierno genocida, criminal, anti patriota y enemigo contumaz de Venezuela y su pueblo, de Álvaro Uribe.
Las cifras que circulan y que dan cuenta de muertos, heridos, detalladas mes por mes, día por día cuando ocurrieron los hechos armados, lugares –por cierto cabeceras de municipios, estados o departamentos fronterizos con Venezuela y de muchos lugares de la geografía colombiana–. Las siguientes son las cifras de las FARC sobre sus bajas al Ejército y la Policía del Estado colombiano y los activos grupos paramilitares. “Informe Anual de los Partes de Guerra en todo el Territorio Nacional 2010. En el consolidado del 2010 contabilizamos 2272 Acciones de Guerra con los siguientes resultados: “4341 Bajas: - 2078 muertos repartidos en 48 oficiales y suboficiales, 1697 soldados, 218 policías y 115 paramilitares y colaboradores del ejército. - 2242 heridos repartidos en 26 oficiales y suboficiales, 1938 soldados, 233 policías y 45 paramilitares y colaboradores del ejército. - 21 desaparecidos
Otros Resultados:
- 75 Helicópteros averiados y uno destruido.
- 21 avionetas y aviones averiados.
- 13 embarcaciones de la marina averiadas incluyendo 2 buques.
- Tanquetas, vehículos, torres de energía y diversas infraestructuras destruidas.
- Incautado diverso material de guerra”.
¿Es creíble o no esa información presentada por los mandos de las FARC? ¿Debíamos creerle a Uribe que comenzó su gobierno mintiendo e hizo de la mentira política –al igual que George Bush– una línea de Estado, que agredió brutalmente a Ecuador y estuvo a punto de declararle la guerra a Venezuela por el odio patológico al comandante Hugo Chávez y el miedo a la revolución bolivariana, al punto de sacrificar a la oligarquía comercial que representaba y obligó al gobierno venezolano a la ruptura comercial y política ante tanto atropello?
Por eso la información de las FARC no habla de una agrupación armada en vías de extinción como reiteradamente han afirmado tanto el gobierno del criminal de guerra Álvaro Uribe como el actual del señor Santos, incluso con los duros golpes y reveses asestados a la guerrilla por el Ejército con el inocultable apoyo del gobierno de los Estados Unidos del Norte con la muertes (asesinatos, califican los revolucionarios) de líderes fundamentales de esa organización: Raúl Reyes, Mono Jojoy, entre otros.
La prensa colombiana, amordazada y respondiendo a las coordenadas gubernamentales, ha invisibilizado la guerra civil en Colombia, le ha restado importancia, ocultándole a la opinión pública colombiana una realidad de una crudeza y una magnitud extremadamente preocupante para poder impulsar la lucha por la paz. La mentira tiene los brazos cortos, así ¿cómo ocultar, por ejemplo, los falsos positivos o el asesinato por encargo de luchadores populares, o fosas comunes con dos mil cadáveres enterrados en secreto pero que, gracias a los luchadores y defensores de los derechos humanos, esos crímenes y genocidios que cometió el Ejército colombiano no pueden quedar impunes?
La guerra para sectores de la oligarquía colombiana es un jugoso negocio, que cuenta con el apoyo irrestricto del Estado norteamericano, de hecho Uribe le entregó la soberanía al ejército yanqui permitiéndole ocupar 7 estratégicas bases militares que continúan operativas, amenazando a los países de Suramérica. Son ilegales, lo ha establecido organismos del Estado, pero siguen allí. Más, nunca les aprobaran su alquita, por el contrario les subieron los aranceles para sus exportaciones.
No hay hasta ahora, y que el mundo la vea, voluntad para buscar una salida negociada a la guerra, parar la mortandad que la guerra ha generado, porque las 4341 bajas entre muertos y heridos –sin contar las propias bajas que la guerrilla tuvo ese año– son sólo del 2010, ¿cuántas se produjeron en los dos gobiernos de Uribe? ¿Y los años anteriores? ¿Y el conservador cálculo de 4 millones de desplazados?
Se le exige burdamente a la guerrilla que deponga las armas, ¿no comenzaron a hacerlo cuando miles de guerrilleros se desmovilizaron, formaron partidos políticos como la Unidad Popular y fueron asesinados todos sus miembros, igual otras organizaciones? Entonces la falta de voluntad de buscar una negociación no es de tal o cual presidente, es del sistema, de las clases dominantes, de la oligarburguesía que frena esa posibilidad. Impera un régimen autoritario, represivo, con una creciente parapolítica, con los más altos índices de criminalidad y delitos de todo el continente, con una economía con un altísimo –por no decir determinante componente del narcotráfico–. La férrea voluntad de amantes y luchadoras por la paz en Colombia como esa extraordinaria mujer que es Piedad Córdova, la frenan con saña, con una crueldad que no puede concebirse. La persiguen a muerte y no la han podido destruir por su gigantesca fuerza moral y la solidaridad de sus compatriotas y de todos los que amamos la paz y la justicia.
Para Venezuela es vital que en Colombia haya paz, nuestra nación y nuestro pueblo sufre excesivamente del delito casi masivo que de allá nos viene: secuestros, narco tráfico, sicariato, oleadas de desplazados por la guerra interna, injerencia militar, espionaje, paramilitarismo, delincuencia organizada, etc., etc., etc.
La panorámica político/social colombiana es delicada, gravísima, pero corresponde a los colombianos buscarle solución en bien del pueblo y de la nación. Las guerrillas de las FARC, más allá que critiquemos algunas visiones estratégicas y tácticas militares, sabe dónde está parada y sólo a ella corresponde decidir, en el marco de una política soberana y de unas negociaciones que tarde o temprano tendrán que producirse, los acontecimientos mundiales así lo están indicando, si deponen o no las armas. Las cifras de combates realizados sólo en 2010 y las cuatromil y tantas bajas de los dos gobiernos (Uribe y Santos), hablan de fuerza militar y política, no de grupos en extinción como los han estado vendiendo los tinterillos y palangristas de los medios atados al poder de la oligarquía y los gobiernos mismos.
¿Podrá el ejército guerrillero tomar el poder en Colombia? Eso es algo que no nos corresponde a nosotros ni negarlo ni afirmarlo o simplemente decirlo. Lo que sí es cierto es la aguda crisis del capitalismo, cómo inesperadamente pueblos ayer oprimidos como el de Túnez o el Egipcio, sin levantamientos armados, pero con muertos por la represión de policías asesinas, y una indoblegable decisión de cambiar, derrocaron gobiernos de décadas en el poder; pueblos que decidieron el cese de las tiranías y los falsos gobiernos democráticos como los de esos dos países, aliados incondicionales de los yanquis y los fascistas israelíes, igual a como los son varios de los gobiernos reaccionarios y oligárquicos de Latinoamérica, el colombiano entre esos. Me imagino al presidente Santos poniendo las barbas en remojo y repensando una política hacia la paz en su país.
(humbertocaracola@gmail.com)