“Que el fraude electoral jamás se olvide”

La alternativa para los jóvenes

Los sucesos de Egipto llaman poderosamente la atención por la decisiva participación de la juventud y por el efecto comunicativo de las llamadas redes sociales de  internet. De acuerdo con la información disponible, la movilización se gestó por el abrumador descontento, por el deterioro de la economía y su efecto devastador en el empleo y las expectativas de bienestar, pero que se escaló por la represión policiaca, hasta provocar la exigencia de la salida del dictador Hosni Mubarak. La juventud aportó la materia prima y la presión internacional logró el resultado final, mediante una rara combinación por la que, desde sus respectivas ópticas, coincidieron el imperialista Obama y el fundamentalista Jamenei; la pro yanqui CNN y la arabista Al Jazeera. Parece ser que el movimiento juvenil fue auténtico y que los interventores externos se apuntaron para sacarle provecho. Por lo que toca al ajedrez geopolítico parece que la partida quedó, hasta el momento, en tablas, con riesgo de devenir en un cambiar todo para que todo siga igual.

Un aspecto que interesa profundamente analizar es el de la participación juvenil que, repito, tiene visos de autenticidad, aunque no me atrevo a darlo como hecho seguro, vistas las ocasiones últimas en que los jóvenes han tomado las calles para protestar contra regímenes cuya principal característica es su afán anti imperialista (Irán y Venezuela, por ejemplo) que, desde luego, no es el caso del régimen dictatorial egipcio; en aquellos casos ha quedado al descubierto la existencia de organizaciones internacionales de jóvenes derechistas que, con el amparo de la CIA, impulsan las manifestaciones de protesta, sea por los resultados electorales adversos al interés norteamericano o por la no prórroga de una concesión televisiva a una empresa contraria al gobierno nacionalista. A diferencia del caso egipcio, en las otras siempre aparecen líderes y vínculos con los partidos políticos de la derecha local. Tal diferencia apunta hacia la consideración de autenticidad.

Otorgando el beneficio de la duda, la interrogante se refiere a las condiciones de la convocatoria que logra sacar del marasmo y la pasividad a la juventud moderna, tan inmersa en el hedonismo consumista y en la pérdida de valores culturales, en casi todo el mundo. Pongo los casos de las movilizaciones sindicales europeas de los últimos meses en las que no se ha visto la decisiva presencia juvenil, no obstante sufrir los mismos efectos perniciosos de las políticas neoliberales que motivaron la protesta egipcia o, para no ir más lejos, el  caso de la movilización popular en México. Hay que reconocer que el liderazgo de AMLO  no ha logrado despertar el entusiasmo en los jóvenes, no obstante que su discurso y su actuación están claramente encaminados a generar los cambios que permitan a los jóvenes acceder al bienestar; es posible que no les guste la persona o, incluso, que prefieran el liderazgo del Subcomandante Marcos, pero no me explico la pasividad.

Sin duda la educación pública en México es un desastre, tanto por la pésima calidad como por la insuficiencia de espacios; la privada sólo por excepción ofrece calidad, pero a un muy elevado costo. Lo peor del caso es que se trata de un desastre inducido y administrado desde el poder, ideológicamente comprometido con la privatización y mercantilización del conocimiento y políticamente supeditado al poder de la dirigente sindical más corrupta de la historia. Es la juventud la que paga los platos rotos y la que, en primera instancia, estaría en condición de encabezar la protesta. Lamentablemente no es así. Todavía el dadivoso cuanto fraudulento presidente se viste de luces decretando un beneficio fiscal de deducción de los costos de la educación privada de los hijos, indudablemente atractivo para las familias de clase media que, ante la ausencia o la insuficiencia de la escuela pública, tienen que pagar por su educación. ¿No sería preferible destinar recursos a mejorar la oferta educativa pública?

El expediente fácil para explicar la pasividad juvenil consiste en achacar todo al efecto desmovilizador y enajenante de la televisión, o al atractivo de vida fácil del crimen organizado. En tal caso simplemente habría que levantar los hombros y dejar que las cosas sigan su rumbo. Pero si de lo que se trata es de reconstruir al país habrá que tener muy en claro que esto no será factible sin el concurso del vigor de la juventud que, además, sería su principal beneficiaria.

Creo entender que la juventud mexicana está afectada de una severa falta de credibilidad. Los menores de treinta años sólo saben de crisis tras crisis y de promesas que no se cumplen. El discurso ha manoseado las palabras y tergiversado su significación. Los conceptos de Patria y de Nación quedan ahogados en el mar del discurso falaz; la ética y la honradez serían sólo palabras de adorno en el currículum de políticos nefastos; la propaganda oficial y la de los partidos resultan palabras huecas en los oídos de la gente a la que se le ha negado la historia. ¿Por qué creer?

El Proyecto Alternativo de Nación y el Movimiento de Regeneración Nacional requieren de encontrar la forma de traducir eficazmente el discurso para los jóvenes y hacerlo creíble; el destino del país está en juego.

gerdez999@yahoo.com.mx     



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Gerardo Fernández Casanova


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