Hoy me he sentado a recordar
mi propia historia, trato de entender que pasa en oriente, Libia me
duele como si la hubiera vivido, su revolución igual. Lo cierto es
que en mi adolescencia leí aquel libro titulado “Cuentos Derviches”
y ésta lectura me amarró de forma sorprendente con esa beta que se
llama sufismo. Idrish Sha, y su hermano Omar Alí, recuerdo, fueron
el encuentro de esta búsqueda religiosa que solo una vez viví y con
la que el resto de mis días acompañaré esa angustia de sentido que
es la religión.
No hubo otra manera que tomar
un avión a Paris, Luis Anza, un argentino que dirigía la dirección
de arte suramericano en el museo el Louvre, era la clave, él era sufi,
conocía las danzas derviches y podía ser mi contacto. Su esposa quedó
a cargo de mi hija y Luis me llevó a mi primera reunión sufi.
Sufi, según me contaba Luis
significa los más cercanos al poder superior, la escuela y sus cuatro
puertas, la sabiduría eterna estaba custodiada por nosotros los sufi,
el secreto eterno del Islam. Luego de mi estadía en Paris, contacté
por un tiempo grupos sufi en Latinoamérica, recuerdo una iniciación
en que un grupo numeroso éramos aceptados como sufi y dentro de una
bolsa de mezclilla se guardaron pequeños papelitos con los cien nombres
de Alá. Cada uno de nosotros debía escoger el suyo, ese nombre determinaría
nuestro futuro. Se nos “rezaron una batas” que cosían las mujeres
y que de cualquier manera nos serían investidas el día de nuestra
muerte, hubiera pasado el tiempo que fuera desde aquel momento. Mi nombre
fue “Ya Latif”, según se me dijo “el escogido de Alá”
Luego se me llamó aparte y se me informó que lo más probable es que
nunca más nos contactáramos pero que yo ya tenía un destino que cumplir,
para la nueva vida de la especie humana. Que tan solo nunca en mis momentos
de soledad dejara de rezar el Al fatijá, que es, según creo la primera
página del Corán, que la comunicación se mantendría a otros niveles
no comprensibles para mi.
“Vismilar rasmar errajim,
huanjandulila arabi aramin”, y el resto de éste rezo me acompañan
y serenan en mi camino solitario sobre esta vida.
Escribo estas intimidades de
mi propia historia, para buscar en colectivo la gran fuerza que el islamismo
representa. Una comunión con el verdadero sentido de la vida, es lo
que puede lograr que la propia vida valga menos que la entrega al sentido
de una verdad suprema. Los árabes son las espadas, las enfrentas que
tiñeron de rojo los desiertos, los portadores de las voces de los dioses,
la relación del ser con el universo inmenso que nos acoge. Hay una
presencia en la voz que grita desde oriente, desde siempre, resuena
en mí, en todos. Occidente nos ha atrapado en otro mundo muy pueril
y materialista y hoy pretendemos saber más que aquellos que trajeron
las tablas con la enseñanza milenaria de nuestro origen.
Algo me une a los árabes,
se que el destino de mi humanidad pasa por una sabiduría que se teje
en silencio, tan valiosa como la de nuestros ancestros en nuestra
América. Esos pueblos tienen la sangre comprometida con la fe más
que con el dinero vil, por eso soy prudente al emitir juicios sobre
Libia y los sucesos de Arabia entera, donde lo que se juega es
el destino de la humanidad, y fiel a sus guerreros jenízaros a los
que pertenezco.
Yo me declaro ateo porque me opongo a las iglesias que nos separan en castas para oprimirnos y explotarnos, pero soldado de la religión simple del hombre sencillo que se reencuentra con el sentido de la vida. Las enseñanzas sufi fueron armando un especial sentido crítico que me acompañará hasta mi muerte. Se que vivimos tiempos de cambio y cuando estoy solo, con mi propia vida, se que hay un hilo imperceptible que me une a ellos.
brachoraul@gmail.com
Viva la liberación de todos los pueblos palestinos!!
Venceremos.
Comparto para ustedes algunos cuentos sufi:
CUENTOS SUFIS
NASRUDIN
OTROS RELATOS
• El Cuento de las
Arenas
• La
Historia del Cerrajero
• La
Prisión
• Saber
Sentir el Sabor
• Nómadas
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• La
Mecha
• La
Hermosa Sirvienta
• Los
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• La
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Gusha
• La
Recompensa del Desierto