¡Estamos hasta la madre con la violencia y las guerras coloniales!

El asesinato Juan Francisco Sicilia por el narco, hijo del poeta mexicano Javier Sicilia, ha desatado una violenta ola de protestas en muchas ciudades de México, incluido el DF y la pacifica Cuernavaca. El gobierno del presidente Felipe Calderón ha hecho una mala gestión de la crisis social desatada por los narcotraficantes y por las instituciones del Estado lo combaten. La mala gestión es agravada por la conducta mercantil de los traficantes de armas estadounidenses que están haciendo jugosos negocios vendiendo todo tipo de armas de guerra a los carteles mexicano de la droga, y por la impunidad de la cual hace gala el gobierno de los Estados Unidos. Esta impunidad se extiende incluso al lavado de capitales del narcotráfico. Hace pocos días el importante Banco Wachowia fue denunciado por lavar los dólares del narco: este banco fue uno de los auxiliados con fondos federales durante la reciente crisis bancaria estadounidense, para salvarlo de la quiebra. Es evidente que el negocio del narco tráfico no se limita solamente al trasiego de droga hacia los Estados Unidos por parte de los carteles mexicanos y de otra nacionalidad, sino a la infraestructura integrada por banqueros, empresarios y políticos estadounidenses y otros de su calaña, quienes resguardan la seguridad de las grandes ganancias del narcotráfico y planifican su inversión en negocios lícitos para lavar la sangre que mancha los billetes verdes. El narcotráfico no podría sobrevivir si la oligarquía que controla la fuente principal de producción de cocaína, Colombia, tomase medidas verdaderamente dirigidas a eliminar los carteles de la droga en ese país. Antiguamente el narcotráfico era dirigido por individuos como Pablo Escobar o los Hermanos Orejuela, entre otros, pero una vez eliminados estos capos narcos demasiado visibles, demasiado públicos, el narco negocio cayó en manos de una entidad corporativa que, al igual que en los Estados Unidos, está conformada por latifundistas, empresarios banqueros, políticos y militares que no solo lavan los dólares del narco, sino que han dictado leyes que les permiten desposeer a los campesinos colombianos de sus tierras para desarrollar un tipo de agroindustria vinculada a los intereses transnacionales, no a los del pueblo colombiano. Last but not the least, han creado un ejército paramilitar de sicarios y asesinos que mantiene el poder del narco mediante la violencia criminal, apoyado por el ejército regular y, por supuesto, por el ejercito de los Estados Unidos. Por eso no habrá quizás paz en Colombia en el corto ni el mediano plazo: el negocio de la droga es demasiado productivo. Por eso hay también violencia y guerras coloniales en Centroamérica, se derroca a Presidentes Progresistas como Manuel Zelaya, se ataca a Daniel Ortega y se demoniza en Suramérica a Presidentes que están del lado de la justicia social como Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales: sencillamente estorban el desarrollo del gran negocio de la droga. Por esa razón también la guerra que mueven los Estados Unidos y la NATO contra el pueblo de Afghanistan, ha servido para aumentar le producción de opio a niveles nunca antes vistos antes de la guerra. Eso explica también porque los parlamentarios que representan hoy en la Asamblea Nacional a la oposición venezolana, van en abyecto peregrinaje a Colombia para besarle los pies al capo, a su capo narcotraficante y asesino Makled.

Al igual que en el negocio de la droga, los banqueros, empresarios, políticos y militares de USA y la NATO, ejercen la violencia y la guerra contra los pueblos que son productores de petróleo para despojarlos de sus materias primas, apoyados con las resoluciones dictadas por esa guarida de forajidos que es el Consejo de Seguridad y su actual payaso, Ban Ki Moon. Uno no podría describir de otra manera a esa burocracia que se arroga la representación de la “comunidad internacional” para cometer todo tipo de crímenes de guerra en defensa de sus mezquinos intereses. Mientras tanto, la llama “comunidad internacional” cierra los ojos ante los crímenes de guerra del sionismo contra el pueblo de Gaza, contra la violencia genocida que ejercen Arabia Saudita y el Consejo de Emiratos del Golfo contra los pueblos de Yemen y de Bahrein (base naval de la marina estadounidense) que lucha por sacudirse las fosilizadas tiranías monárquicas, guardianas de los intereses de las transnacionales del petróleo.

Por las mismas razones bombardean ahora a Libia. Es cierto que esa guerra insensata se hubiese podido evitar si, al igual que el presiente de Siria, Bashar Al Assad, Muhammar Khadaffi hubiese oído las quejas y las críticas de una parte de la población libia menos favorecida, por razones posiblemente de tipo étnico o tribal, por las políticas sociales implementadas por la Jamahiriya. El dialogo democrático habría quizás prevenido esta guerra absurda donde se aprovechan todos los tiburones imperialistas que hasta hace pocas semanas cortejaban hipócritamente a Khadaffi. La paz podría preservarse en el medio oriente, en el Mahgreb, en Costa de Marfil, si los viejos dictadores entendieran que el dialogo es generalmente el camino para lograr la paz. Pero el imperialismo y particularmente du franquicia venezolana, cree que solo puede haber dialogo si la otra parte se le humilla y se convierte en un abyecto sirviente.

Por aquellas razones apoyamos la protesta del pueblo mexicano contra la violencia y la guerra del narcotráfico contra la sociedad, guerra que nos muestra el horrible rostro del capitalismo oculto baja la hermosa cara de una secretaria de estado. Al igual que Javier Sicilia, y tantos cientos de miles de personas en Mexico, España y Argentina, nosotros también gritamos: ¡estamos hasta la madre con la violencia del narco y con las guerras coloniales del Imperio! ¡Ni un muerto más, no más “daños colaterales”!

mario.sanoja@gmail.com


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Mario Sanoja Obediente

Escritor, antropólogo y docente universitario


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