Hacer referencia al Medio Oriente, y los conflictos que allí se desarrollan, forma parte de una labor bastante polémica, y a la vez riesgosa, puesto que las situaciones que allí, históricamente se han presentado, tienen que ver, con una serie de cuestiones que involucra elementos étnicos, culturales, territoriales, comerciales, nacionales, religiosos, entre otros, sin embargo, nosotros en éste artículo analizaremos, muy sucintamente, dos cuestiones que consideramos importantes, sin pretender que las demás no inclinen la balanza conflictiva a la hora de hacer referencia a una eventual desestabilización de la zona. Hablamos de “Petróleo” y de “estabilidad nacional”. “Petroleo”, en el sentido de mirar a éste recurso, por parte de las naciones desarrolladas, como elemento vital para la consecución del ritmo de vida que se ha impuesto, gracias a una determinada forma de producir, que todo lo compra y a todo pone precio. “Estabilidad nacional”, por un lado en las naciones del mal llamado “primer mundo”, y la promoción de la misma, en países donde galopa la miseria, y que circundan sus ejes territoriales, ubicándose geo-estratégicamente cerca de las fronteras de las economías fuertes. Tal es el caso de Europa, y sus vecinos del norte de África, del Medio Oriente, y del Asia Menor.
Los malos vecinos, que nombrábamos en el título de este artículo, son los países europeos, no todos, por supuesto, pero sí su gran mayoría, quienes impulsan una especie de neo-colonización en la zona, adueñándose de los recursos naturales (petróleo), que son considerados estratégicos en sus países, para continuar con la orgía de consumo, el derrape explotador, y la gula de poder. Ya Juan Pablo Pérez Alfonzo, en los años 70, nos decía con un tono, que rozaba el llamado de atención que los saltos en los precios del petróleo son asunto relativamente secundario para la humanidad, frente a la crisis que se aproxima1. Y no se equivocó, la crisis energética y ecológica que afronta actualmente la humanidad, es producto de un sistema de acumulación, y causa estragos reales en todas las latitudes de nuestro planeta, sin embargo, esto no es tema de discusión, para unos vecinos, que ponen al servicio sus foros, de los intereses económicos de las grandes empresas transnacionales, sin importar a cuantos y a quienes haya que pisotear, manosear, vejar, violar y “democratizar”. Irak puede ser el caso más emblemático; sin olvidar el experimento convulsivo que se impulsa actualmente en Libia; ni hablar de los negocios turbios que se tienen con los países de los Emiratos Árabes. En fin, el petróleo como combustible, no es más que la razón, por la cual, la ayuda prestada por parte de esos vecinos, quienes imponen las reglas del juego, y en el que las diseñaron, para que gane el fuerte, es decir sus economías, mientras los proveedores de materias primas sigan matándose por el “Poder” (que no es más que el poder servir a los que siempre han sido servidos).
Evidentemente, no podemos dejar de señalar, que la estabilidad política,
en cuanto a gobernabilidad local, en cada uno de estos países, proveedores
de alguna materia prima a las economías desarrolladas, forma parte,
de una política globalizadora de la miseria y de la exclusión, no
porque la democracia liberal como sistema de organización política
sea perfecto, sino porque así, de ésta manera, se contienen las posibles
migraciones, que generarían las guerras intestinas o transnacionales,
a los países desarrollados, cuestión de la cual se cuidan muy bien,
quienes consideran un estorbo a extranjeros hambrientos y sin un mango
en el bolsillo, mientras que los malos vecinos, siguen saqueando, a
esos mismos países que crearon desde la conferencia de Berlín, y que
en la actualidad no se escatima esfuerzos en fragmentar más aun, sociedades
que en el pasado, no muy lejano desconocían las fronteras. La falsa
moral se impone. Los malos vecinos, están identificados. Las contradicciones
afloran en estos tiempos, es decir, estamos ante la posibilidad de construir-crear
un nuevo lenguaje político, en las relaciones internacionales.
Estudiante de la Maestría en Ciencias Políticas
Universidad de Los Andes